/ viernes 15 de marzo de 2019

Temperamento, carácter de AMLO y su estilo personal de gobernar

La forma de realizar las actividades profesionales, personales, voluntarias u obligatorias de cada individuo se rige indudablemente por el temperamento y carácter personal, puede llegar a influenciar de tal manera a los hombres, sobre todo a los que tienen el “gran poder” para decidir sobre los demás y hacerlos caer en el autoritarismo.

El cuidado que debe tener López Obrador para no alcanzar ese extremo debe ser la valoración del inmenso respaldo popular que recibió no sólo de sus votantes (30 millones), sino también de un gran sector de la sociedad, que admira y avala su expresión tan comentada de “abrazos, no balazos” como un símbolo de paz que tanto anhelamos.

Las estadísticas de la asociación civil Alto al Secuestro, que preside Isabel Miranda de Wallace, son alarmantes y preocupan de manera particular a los veracruzanos, porque, afirma la luchadora social, el estado de Veracruz ha rebasado a las demás entidades de la República en el número de secuestros, extorsiones y homicidios relacionados con desaparición de personas y privación ilegal de la libertad, que a fin de cuentas arrojan como resultado que un ser humano deja de existir entre nosotros.

Y cuando no acabamos de reponernos de las malas noticias de la señora Wallace, ayer se publicitó en todos los medios de comunicación la evaluación internacional de las ciudades del mundo que registran los mayores índices delictivos y, para desgracia nuestra, se ubica a la ciudad de Coatzacoalcos en el número 50 de la estadística mundial, que revela la más alta peligrosidad de que se tenga memoria en el antiguo Puerto México.

Pero volviendo al tema del carácter y personalidad del presidente López Obrador, cuyo poder inmenso, al igual que a sus antecesores, le resulta inherente al cargo público que ostenta; confiamos que debe ejercerlo pensando siempre en México y en el respeto a los derechos humanos y en las garantías individuales y sociales que consagra la Constitución política federal.

Ahora que más que un cambio de sistema político, la 4ª Transformación debe sustentarse en el “estilo personal” de gobernar del gran tlatoani de Palacio Nacional. Por lo demás, el temperamento y carácter, la simpatía o antipatía, la educación y formación personal y profesional de AMLO tendrán que influir invariablemente en su función pública, aunque estamos seguros que todo irá bien en beneficio de la sociedad en su conjunto.

La forma de realizar las actividades profesionales, personales, voluntarias u obligatorias de cada individuo se rige indudablemente por el temperamento y carácter personal, puede llegar a influenciar de tal manera a los hombres, sobre todo a los que tienen el “gran poder” para decidir sobre los demás y hacerlos caer en el autoritarismo.

El cuidado que debe tener López Obrador para no alcanzar ese extremo debe ser la valoración del inmenso respaldo popular que recibió no sólo de sus votantes (30 millones), sino también de un gran sector de la sociedad, que admira y avala su expresión tan comentada de “abrazos, no balazos” como un símbolo de paz que tanto anhelamos.

Las estadísticas de la asociación civil Alto al Secuestro, que preside Isabel Miranda de Wallace, son alarmantes y preocupan de manera particular a los veracruzanos, porque, afirma la luchadora social, el estado de Veracruz ha rebasado a las demás entidades de la República en el número de secuestros, extorsiones y homicidios relacionados con desaparición de personas y privación ilegal de la libertad, que a fin de cuentas arrojan como resultado que un ser humano deja de existir entre nosotros.

Y cuando no acabamos de reponernos de las malas noticias de la señora Wallace, ayer se publicitó en todos los medios de comunicación la evaluación internacional de las ciudades del mundo que registran los mayores índices delictivos y, para desgracia nuestra, se ubica a la ciudad de Coatzacoalcos en el número 50 de la estadística mundial, que revela la más alta peligrosidad de que se tenga memoria en el antiguo Puerto México.

Pero volviendo al tema del carácter y personalidad del presidente López Obrador, cuyo poder inmenso, al igual que a sus antecesores, le resulta inherente al cargo público que ostenta; confiamos que debe ejercerlo pensando siempre en México y en el respeto a los derechos humanos y en las garantías individuales y sociales que consagra la Constitución política federal.

Ahora que más que un cambio de sistema político, la 4ª Transformación debe sustentarse en el “estilo personal” de gobernar del gran tlatoani de Palacio Nacional. Por lo demás, el temperamento y carácter, la simpatía o antipatía, la educación y formación personal y profesional de AMLO tendrán que influir invariablemente en su función pública, aunque estamos seguros que todo irá bien en beneficio de la sociedad en su conjunto.