/ jueves 24 de junio de 2021

Tercermundismo y subdesarrollo sin fin

Diversas reacciones se han producido cotidianamente desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador instauró las conferencias mañaneras en Palacio Nacional, para mantener (supuestamente) informado al pueblo de México del trabajo que realiza el titular del Poder Ejecutivo federal, convirtiéndose esa interlocución con los representantes de los medios de comunicación en una medida de control de lo que deben publicar los medios afines al gobierno de AMLO.

En esas mismas conferencias, dependiendo del estado de ánimo del Presidente, se pueden escuchar relatos históricos que no siempre están apegados a la veracidad de los acontecimientos referidos; de la misma manera el Presidente puede soltar “chascarrillos” para responder las inconformidades en contra de su gobierno, demeritando a quienes se atreven a manifestar lo que grandes sectores de la población no pueden expresar, porque no alcanzan el privilegio de ser escuchados por quien manda en este país.

Lo que ocurre hoy en Nicaragua es un augurio de lo que podría suceder en México, a partir de la conclusión del sexenio para el que fue electo López Obrador, pues hasta donde se observa por analistas políticos, el Presidente se siente muy a gusto en la silla del águila y el intento de prórroga de mandato con el que experimenta el sentir popular sobre la continuidad del ministro presidente de la Suprema Corte, le serviría para derogar la no reelección y convertirse en émulo de Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez y Porfirio Díaz.

Ante el rechazo del gobierno de Nicaragua a la petición de la ONU, formulada por la alta comisionada para los derechos humanos Michelle Bachelet, para liberar a los opositores al prolongado mandato del hoy dictador Daniel Ortega, México se abstuvo de suscribir la petición ya firmada por 59 países convocados por Bachelet, para exhortar al exguerrillero y sempiterno presidente de Nicaragua a dejar en libertad a sus opositores, a fin de que el pueblo nicaragüense elija un nuevo gobierno democráticamente.

La lucha que emprendió Daniel Ortega en contra del exdictador de Nicaragua Anastacio Somoza, parece que tendrá que repetirse, pero ahora en contra de su prolongado gobierno y el de su familia.

Diversas reacciones se han producido cotidianamente desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador instauró las conferencias mañaneras en Palacio Nacional, para mantener (supuestamente) informado al pueblo de México del trabajo que realiza el titular del Poder Ejecutivo federal, convirtiéndose esa interlocución con los representantes de los medios de comunicación en una medida de control de lo que deben publicar los medios afines al gobierno de AMLO.

En esas mismas conferencias, dependiendo del estado de ánimo del Presidente, se pueden escuchar relatos históricos que no siempre están apegados a la veracidad de los acontecimientos referidos; de la misma manera el Presidente puede soltar “chascarrillos” para responder las inconformidades en contra de su gobierno, demeritando a quienes se atreven a manifestar lo que grandes sectores de la población no pueden expresar, porque no alcanzan el privilegio de ser escuchados por quien manda en este país.

Lo que ocurre hoy en Nicaragua es un augurio de lo que podría suceder en México, a partir de la conclusión del sexenio para el que fue electo López Obrador, pues hasta donde se observa por analistas políticos, el Presidente se siente muy a gusto en la silla del águila y el intento de prórroga de mandato con el que experimenta el sentir popular sobre la continuidad del ministro presidente de la Suprema Corte, le serviría para derogar la no reelección y convertirse en émulo de Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez y Porfirio Díaz.

Ante el rechazo del gobierno de Nicaragua a la petición de la ONU, formulada por la alta comisionada para los derechos humanos Michelle Bachelet, para liberar a los opositores al prolongado mandato del hoy dictador Daniel Ortega, México se abstuvo de suscribir la petición ya firmada por 59 países convocados por Bachelet, para exhortar al exguerrillero y sempiterno presidente de Nicaragua a dejar en libertad a sus opositores, a fin de que el pueblo nicaragüense elija un nuevo gobierno democráticamente.

La lucha que emprendió Daniel Ortega en contra del exdictador de Nicaragua Anastacio Somoza, parece que tendrá que repetirse, pero ahora en contra de su prolongado gobierno y el de su familia.