/ lunes 21 de mayo de 2018

Tiempo perdido dedicado al segundo debate y posdebate

La guerra de las encuestas por la calificación de los cuatro aspirantes presidenciales en el segundo debate vuelve a encender los ánimos entre los seguidores de cada uno.

Los morenistas ponen en primer lugar y como ganador del segundo debate a López Obrador, según opiniones consultadas entre sus correligionarios; los seguidores del “Ricky Ricón” le dan el triunfo, según la consulta hecha entre los aliancistas. Sin embargo, la mayoría de las opiniones califica a José Antonio Meade Kuribreña como el más preparado, experimentado y con el carácter que se requiere para la toma de decisiones que fijarán el rumbo de México para el próximo sexenio.

Las descalificaciones no se hicieron esperar y hubo quienes reprobaron al tabasqueño, cuando anunció ser partidario del desarrollo estabilizador, de la alianza para el progreso, de utilizar los recursos provenientes del petróleo para subsidiar el gasto público y al mismo tiempo cuando anunció que cancelaría las importaciones de alimentos e impulsaría la producción agrícola y pecuaria para alcanzar el autoconsumo; todas esas políticas que los partidarios de la modernidad califican de retrógradas y obsoletas, por haberse aplicado en la segunda mitad del siglo pasado y desechadas por inoperantes para potenciar a México y sacarlo del rezago tercermundista en que se encuentra.

Los cuatro candidatos aparecieron en este segundo debate con un triunfalismo anticipado a la elección y hasta Jaime Rodríguez el Bronco, se igualó a los demás aspirantes, bajo el argumento de que todos ellos son mentirosos, demagogos y no ofertan nada nuevo a los electores, quienes viven apreturas económicas y sobreviven en medio de la inseguridad en zonas rurales y urbanas, donde la delincuencia ha sentado sus reales, con la complicidad de la policía y la protección de fiscales, jueces y magistrados que prohíjan la impunidad.

Y si no valió la pena el tiempo perdido para atender el debate, menos valió la pena desvelarse frente al posdebate organizado por el periodista Ciro Gómez Leyva, a quien faltó determinación para controlar los dimes y diretes de los participantes, entre los que se contaron un soberbio y patético Jhon Ackerman; un pagado de sí mismo Javier Lozano, que se siente único dueño de la verdad; y los Juanes Zavala y Zepeda, todavía de menor nivel que los dos primeros.

La guerra de las encuestas por la calificación de los cuatro aspirantes presidenciales en el segundo debate vuelve a encender los ánimos entre los seguidores de cada uno.

Los morenistas ponen en primer lugar y como ganador del segundo debate a López Obrador, según opiniones consultadas entre sus correligionarios; los seguidores del “Ricky Ricón” le dan el triunfo, según la consulta hecha entre los aliancistas. Sin embargo, la mayoría de las opiniones califica a José Antonio Meade Kuribreña como el más preparado, experimentado y con el carácter que se requiere para la toma de decisiones que fijarán el rumbo de México para el próximo sexenio.

Las descalificaciones no se hicieron esperar y hubo quienes reprobaron al tabasqueño, cuando anunció ser partidario del desarrollo estabilizador, de la alianza para el progreso, de utilizar los recursos provenientes del petróleo para subsidiar el gasto público y al mismo tiempo cuando anunció que cancelaría las importaciones de alimentos e impulsaría la producción agrícola y pecuaria para alcanzar el autoconsumo; todas esas políticas que los partidarios de la modernidad califican de retrógradas y obsoletas, por haberse aplicado en la segunda mitad del siglo pasado y desechadas por inoperantes para potenciar a México y sacarlo del rezago tercermundista en que se encuentra.

Los cuatro candidatos aparecieron en este segundo debate con un triunfalismo anticipado a la elección y hasta Jaime Rodríguez el Bronco, se igualó a los demás aspirantes, bajo el argumento de que todos ellos son mentirosos, demagogos y no ofertan nada nuevo a los electores, quienes viven apreturas económicas y sobreviven en medio de la inseguridad en zonas rurales y urbanas, donde la delincuencia ha sentado sus reales, con la complicidad de la policía y la protección de fiscales, jueces y magistrados que prohíjan la impunidad.

Y si no valió la pena el tiempo perdido para atender el debate, menos valió la pena desvelarse frente al posdebate organizado por el periodista Ciro Gómez Leyva, a quien faltó determinación para controlar los dimes y diretes de los participantes, entre los que se contaron un soberbio y patético Jhon Ackerman; un pagado de sí mismo Javier Lozano, que se siente único dueño de la verdad; y los Juanes Zavala y Zepeda, todavía de menor nivel que los dos primeros.