/ viernes 13 de noviembre de 2020

Tiende tu mano al pobre

Este domingo 15 de noviembre celebramos la IV Jornada Mundial en favor de los pobres, promovida por el papa Francisco.

Esta celebración nos exige voltear la mirada a los pobres que se encuentran cerca de nosotros, pues la pobreza no es solo una categoría que se mida en parámetros económicos; es una realidad existencial que nos carcome terriblemente y que padecemos de una o de otra manera, y es que, honestamente, también nosotros somos pobres.

Este año bajo el lema: “tiende tu mano al pobre”, nos invita a salir al encuentro los unos de los otros, a salir de las márgenes del propio egoísmo y encaminarnos con un verdadero compromiso decidido de amor por los últimos y los más necesitados. Es la ocasión que nos permite mirar a los más vulnerables, pues mirándolos, los sentimos y al sentirlos los pensamos; solo de esta manera nos podemos comprometer en verdad y no en la abstracción de las arengas, con nuestros hermanos que la pasan mal.

Francisco, en su mensaje para esta celebración, comienza invitándonos a poner la mirada en lo esencial, cuestión nada sencilla, pues nos gustan los rodeos, de tal modo que las más de las veces nos distraemos con diversas superficialidades. Poniendo la mirada fija en lo esencial será más fácil superar las barreras de la indiferencia.

Y es que, como afirma en pontífice, mantener la mirada hacia el pobre es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta. En este sentido, encaminar de manera correcta la vida no se hace desde el empleo de muchas palabras, sino desde el compromiso fehaciente de una vida movida por la caridad para con el otro.

La sociedad actual parece mantenerse en el recelo temeroso por el contacto con el pobre. Muchas cosas hacen difícil el contacto, si tememos contactar incluso con nosotros mismos, con cuanta mayor razón con el pobre y el que sufre. Los tremendos escenarios de enfermos, migrantes, pobres y víctimas de los desastres naturales, nos mueven de tal manera que nos inquietamos preguntándonos ¿cómo ayudar o eliminar la marginación?, su pobreza, su sufrimiento... Voltear los ojos al pobre nos estremece de tal manera que ya no quedamos igual. Nos exige comprometernos en favor de quienes más nos necesitan.

Para poder ayudar al pobre es necesario vivir la pobreza, ¡vaya desafío e invitación tan paradójica! Tender la mano al pobre es soñar un nuevo sueño, consiste en construir juntos el nuevo sueño de hermandad.

Poniendo la mirada fija en lo esencial será más fácil superar las barreras de la indiferencia.

Este domingo 15 de noviembre celebramos la IV Jornada Mundial en favor de los pobres, promovida por el papa Francisco.

Esta celebración nos exige voltear la mirada a los pobres que se encuentran cerca de nosotros, pues la pobreza no es solo una categoría que se mida en parámetros económicos; es una realidad existencial que nos carcome terriblemente y que padecemos de una o de otra manera, y es que, honestamente, también nosotros somos pobres.

Este año bajo el lema: “tiende tu mano al pobre”, nos invita a salir al encuentro los unos de los otros, a salir de las márgenes del propio egoísmo y encaminarnos con un verdadero compromiso decidido de amor por los últimos y los más necesitados. Es la ocasión que nos permite mirar a los más vulnerables, pues mirándolos, los sentimos y al sentirlos los pensamos; solo de esta manera nos podemos comprometer en verdad y no en la abstracción de las arengas, con nuestros hermanos que la pasan mal.

Francisco, en su mensaje para esta celebración, comienza invitándonos a poner la mirada en lo esencial, cuestión nada sencilla, pues nos gustan los rodeos, de tal modo que las más de las veces nos distraemos con diversas superficialidades. Poniendo la mirada fija en lo esencial será más fácil superar las barreras de la indiferencia.

Y es que, como afirma en pontífice, mantener la mirada hacia el pobre es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta. En este sentido, encaminar de manera correcta la vida no se hace desde el empleo de muchas palabras, sino desde el compromiso fehaciente de una vida movida por la caridad para con el otro.

La sociedad actual parece mantenerse en el recelo temeroso por el contacto con el pobre. Muchas cosas hacen difícil el contacto, si tememos contactar incluso con nosotros mismos, con cuanta mayor razón con el pobre y el que sufre. Los tremendos escenarios de enfermos, migrantes, pobres y víctimas de los desastres naturales, nos mueven de tal manera que nos inquietamos preguntándonos ¿cómo ayudar o eliminar la marginación?, su pobreza, su sufrimiento... Voltear los ojos al pobre nos estremece de tal manera que ya no quedamos igual. Nos exige comprometernos en favor de quienes más nos necesitan.

Para poder ayudar al pobre es necesario vivir la pobreza, ¡vaya desafío e invitación tan paradójica! Tender la mano al pobre es soñar un nuevo sueño, consiste en construir juntos el nuevo sueño de hermandad.

Poniendo la mirada fija en lo esencial será más fácil superar las barreras de la indiferencia.