/ miércoles 26 de junio de 2019

Trágico destino  

En diciembre de 2015 abordé un crucero turístico en Valparaiso, Chile, bordeamos por el cono sur, cruzamos el Estrecho de Magallanes y, después de un alto en Montevideo, finalmente desembarcamos en Buenos Aires. En la travesía conocía a una señora originaria de Lima, Perú. Me contó con profunda tristeza las razones de su pena. Su familia pertenecía a la clase media profesional, su esposo y ella trabajaban y tenían una casa bonita cerca del Museo Largo Herrera; aunque su mayor fortuna era su hija, Isela. Ésta se licenció con honores en Letras Españolas. Obtuvo una beca y se fue a Madrid a estudiar un posgrado; terminado éste siguió estudiando y se quedó a vivir en la capital española. Cierto día paseando por los jardines de El Retiro, conoció a un joven apuesto y guapo, un poco mayor que ella. Se trataron y después de algunos meses de noviazgo se casaron. La boda religiosa se efectuó en la Real Basílica de San Francisco El Grande, ubicada en el centro histórico de Madrid, en la Plaza de San Francisco. Ese día, sus invitados provenientes de Lima conocieron los cuadros de Goya, entre otros, que adornan el interior; y pudieron admirar la cúpula majestuosa de 33 metros de diámetro y que se yergue orgullosa a 72 metros del piso. La Basílica artísticamente ornada con flores recibió a distinguidos personajes de rancio abolengo. Resulta que el novio era hijo único y heredero universal de un conde, en cuyo castillo a las afueras de Madrid se había efectuado previamente la boda civil. Hasta ahí todo parecía historia de cuento. Empero algunos meses después Isela descubrió que su marido se drogaba con opiáceos. Platicó con él y tras largas dubitaciones, optó por hablar con los padres del marido y éstos lo internaron en una clínica. Al concluir su tratamiento las cosas aparentemente iban mejor. Empero la joven escuchó por accidente una plática en su casa, cuando su esposo le contaba a un amigo que no la quería, ya que a él desde niño le habían gustado los varones. Esto fue como si la cúpula de la basílica donde se casaron le hubiera caído encima. Se divorciaron. Él con una pareja homosexual se fue a vivir a Australia; ella a Londres, a trabajar como maestra. Poco tiempo después, cuando ella frisaba los 32 e iba a su trabajo, en la mañana del 7 de julio de 2005, fue una de las víctimas mortales del ataque terrorista al metro de Londres del 7 de julio de 2005. Esto había ocurrido una década atrás. Ahora la madre lo recordaba con la mirada perdida en la inmensidad del océano Pacífico…

En diciembre de 2015 abordé un crucero turístico en Valparaiso, Chile, bordeamos por el cono sur, cruzamos el Estrecho de Magallanes y, después de un alto en Montevideo, finalmente desembarcamos en Buenos Aires. En la travesía conocía a una señora originaria de Lima, Perú. Me contó con profunda tristeza las razones de su pena. Su familia pertenecía a la clase media profesional, su esposo y ella trabajaban y tenían una casa bonita cerca del Museo Largo Herrera; aunque su mayor fortuna era su hija, Isela. Ésta se licenció con honores en Letras Españolas. Obtuvo una beca y se fue a Madrid a estudiar un posgrado; terminado éste siguió estudiando y se quedó a vivir en la capital española. Cierto día paseando por los jardines de El Retiro, conoció a un joven apuesto y guapo, un poco mayor que ella. Se trataron y después de algunos meses de noviazgo se casaron. La boda religiosa se efectuó en la Real Basílica de San Francisco El Grande, ubicada en el centro histórico de Madrid, en la Plaza de San Francisco. Ese día, sus invitados provenientes de Lima conocieron los cuadros de Goya, entre otros, que adornan el interior; y pudieron admirar la cúpula majestuosa de 33 metros de diámetro y que se yergue orgullosa a 72 metros del piso. La Basílica artísticamente ornada con flores recibió a distinguidos personajes de rancio abolengo. Resulta que el novio era hijo único y heredero universal de un conde, en cuyo castillo a las afueras de Madrid se había efectuado previamente la boda civil. Hasta ahí todo parecía historia de cuento. Empero algunos meses después Isela descubrió que su marido se drogaba con opiáceos. Platicó con él y tras largas dubitaciones, optó por hablar con los padres del marido y éstos lo internaron en una clínica. Al concluir su tratamiento las cosas aparentemente iban mejor. Empero la joven escuchó por accidente una plática en su casa, cuando su esposo le contaba a un amigo que no la quería, ya que a él desde niño le habían gustado los varones. Esto fue como si la cúpula de la basílica donde se casaron le hubiera caído encima. Se divorciaron. Él con una pareja homosexual se fue a vivir a Australia; ella a Londres, a trabajar como maestra. Poco tiempo después, cuando ella frisaba los 32 e iba a su trabajo, en la mañana del 7 de julio de 2005, fue una de las víctimas mortales del ataque terrorista al metro de Londres del 7 de julio de 2005. Esto había ocurrido una década atrás. Ahora la madre lo recordaba con la mirada perdida en la inmensidad del océano Pacífico…