/ jueves 4 de octubre de 2018

Traguen sapos y no se olviden de sonreír

No sé si usted tenga tiempo para leer. No lo digo como insulto. Pero, me resultaría imposible entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de tomar, sin atribuirlas a que usted no lee lo que muchos, infinitamente más inteligentes que yo, escriben a diario en columnas como la mía. Le prometo que le tomará sólo minutos.

En el sistema político mexicano, entre sus muchas peculiaridades, persiste una característica en cada cambio de administración: la incertidumbre.

Ahora las vivimos con la amorosa cuarta república.

El fantasma de la incertidumbre cabalga y ronda México cada seis años. Fatalidad perpetua. Los golpes de timón y los cambios de rumbo generan expectativas de solución a los muchos problemas, ilusión de progreso y bienestar, que paulatinamente se diluyen y nos conducen, recurrentemente a un amargo despertar. Es esa la experiencia de este país, que se debate cotidianamente entre la violencia, la corrupción, la impunidad y la polarización entre la opulencia de pocos y la miseria de millones.

Esto se ha explicado de diversas maneras, según la visión, intereses y circunstancias de los actores; falta de ética política, ambición, coyuntura global o inacción social.

Quizá la respuesta puede encontrarse en la inexistencia real de un proyecto nacional de largo aliento, al cual se ajusten las visiones políticas.

Que evitan la ocurrencia plasmada como innovación y obliguen resultados viables y no quimeras.

La fatalidad no debe ser perpetua. El futuro de una nación no puede ser sujeto de la iluminación del jefe en turno, sino producto de las aspiraciones sociales y de la acción auditora de la sociedad.

Los clásicos del periodismo que las buenas noticias no son noticia. Que sólo lo malo, lo trágico, lo anómalo, lo oscuro, sombrío, lo indigno, es capaz de ganar un titular que atraiga a los lectores para "venderse". Estoy entre quienes creen firmemente que el periodismo contemporáneo va mucho más allá de vender decepción.

Ya se ha aclarado que los militares seguirán en las calles por un tiempo y que regresarán a sus cuarteles paulatinamente, conforme se vayan construyendo cuerpos de policía confiables. Nuevamente celebro esto.

Se trata de un propósito impregnado de responsabilidad y realismo, pero hay que ponerle plazos específicos y montos presupuestales suficientes. Construir políticas eficientes resultará claro. Y hasta ahora no he visto que se hable de partidas específicas para ello.

Escribir siempre ha sido terapéutico. Desglosar lo desconocido, o al menos intentarlo, es benéfico. Poco importa si tras las palabras iniciales se acumulan más y más dudas. Dudar es privilegio humano. El poder terapéutico de la escritura radica, inter alia, en fortalecer la existencia mediante la exploración de un sinfín de cuestiones. Se escribe para uno, para los demás, se trazan palabras para mitigar la neurosis, se escribe para aceptar la realidad. Escribir es un devenir.

México cuenta con enormes recursos, sin embargo, la desigualdad y la falta de oportunidades mantienen a un alto porcentaje de ciudadanos en situación de pobreza y marginación.

La enorme concentración de riqueza que se registra en nuestro país provoca varios desequilibrios, y se hace evidente cuando el poder de una minoría manipula a los políticos para influir a su favor en la legislación, las políticas, los planes y los proyectos gubernamentales.

La desigualdad y la enorme injusticia que ésta genera persisten porque la democracia está amenazada por grupos minoritarios que ejercen el poder económico y político. Son grupos que vician y cambian la razón de ser de las instituciones democráticas para mantener sus privilegios.

Diseñan las políticas para su beneficio, vulnerando derechos y entorpeciendo la representación política.


No sé si usted tenga tiempo para leer. No lo digo como insulto. Pero, me resultaría imposible entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de tomar, sin atribuirlas a que usted no lee lo que muchos, infinitamente más inteligentes que yo, escriben a diario en columnas como la mía. Le prometo que le tomará sólo minutos.

En el sistema político mexicano, entre sus muchas peculiaridades, persiste una característica en cada cambio de administración: la incertidumbre.

Ahora las vivimos con la amorosa cuarta república.

El fantasma de la incertidumbre cabalga y ronda México cada seis años. Fatalidad perpetua. Los golpes de timón y los cambios de rumbo generan expectativas de solución a los muchos problemas, ilusión de progreso y bienestar, que paulatinamente se diluyen y nos conducen, recurrentemente a un amargo despertar. Es esa la experiencia de este país, que se debate cotidianamente entre la violencia, la corrupción, la impunidad y la polarización entre la opulencia de pocos y la miseria de millones.

Esto se ha explicado de diversas maneras, según la visión, intereses y circunstancias de los actores; falta de ética política, ambición, coyuntura global o inacción social.

Quizá la respuesta puede encontrarse en la inexistencia real de un proyecto nacional de largo aliento, al cual se ajusten las visiones políticas.

Que evitan la ocurrencia plasmada como innovación y obliguen resultados viables y no quimeras.

La fatalidad no debe ser perpetua. El futuro de una nación no puede ser sujeto de la iluminación del jefe en turno, sino producto de las aspiraciones sociales y de la acción auditora de la sociedad.

Los clásicos del periodismo que las buenas noticias no son noticia. Que sólo lo malo, lo trágico, lo anómalo, lo oscuro, sombrío, lo indigno, es capaz de ganar un titular que atraiga a los lectores para "venderse". Estoy entre quienes creen firmemente que el periodismo contemporáneo va mucho más allá de vender decepción.

Ya se ha aclarado que los militares seguirán en las calles por un tiempo y que regresarán a sus cuarteles paulatinamente, conforme se vayan construyendo cuerpos de policía confiables. Nuevamente celebro esto.

Se trata de un propósito impregnado de responsabilidad y realismo, pero hay que ponerle plazos específicos y montos presupuestales suficientes. Construir políticas eficientes resultará claro. Y hasta ahora no he visto que se hable de partidas específicas para ello.

Escribir siempre ha sido terapéutico. Desglosar lo desconocido, o al menos intentarlo, es benéfico. Poco importa si tras las palabras iniciales se acumulan más y más dudas. Dudar es privilegio humano. El poder terapéutico de la escritura radica, inter alia, en fortalecer la existencia mediante la exploración de un sinfín de cuestiones. Se escribe para uno, para los demás, se trazan palabras para mitigar la neurosis, se escribe para aceptar la realidad. Escribir es un devenir.

México cuenta con enormes recursos, sin embargo, la desigualdad y la falta de oportunidades mantienen a un alto porcentaje de ciudadanos en situación de pobreza y marginación.

La enorme concentración de riqueza que se registra en nuestro país provoca varios desequilibrios, y se hace evidente cuando el poder de una minoría manipula a los políticos para influir a su favor en la legislación, las políticas, los planes y los proyectos gubernamentales.

La desigualdad y la enorme injusticia que ésta genera persisten porque la democracia está amenazada por grupos minoritarios que ejercen el poder económico y político. Son grupos que vician y cambian la razón de ser de las instituciones democráticas para mantener sus privilegios.

Diseñan las políticas para su beneficio, vulnerando derechos y entorpeciendo la representación política.