/ viernes 21 de junio de 2019

Trance migratorio

El asunto de los migrantes descubre una trama compleja, multifacética y cargada de muchas aristas que configuran un tema espinoso, difícil de abordar y con muchas denuncias, mismas que se van amargando y enconando en llagas putrefactas que hieren naciones enteras. El tema de los migrantes lastima, es un hecho que duele en lo profundo; es una emergencia que atormenta la vida. Nadie puede permanecer al borde de esta situación, y menos cuando se descubre que se quiere usar a los migrantes como monedas de cambio o como banderas que enarbolan ideologías lastimeras; como trampolines para redentores apocalípticos.

Es evidente que las grandes ciudades, sus sistemas económicos, sus complejos políticos y sus estilos en general, son una bofetada a la vulnerabilidad humana. Por ningún lado se soporta, al menos, lo débil, lo vulnerable, lo frágil. La era de la imagen de perfección a la que acudimos es una era que privilegia la estabilidad, la fortaleza y la tozudez inhumana. Hay un escape definitivo a todo lo que hable de pobreza y limitación. Tras este sueño imposible, el despertar de los poderosos será duro. Para ellos será aún más doloroso.

La migración es una denuncia a todas las instituciones, es el reclamo a todos los sistemas políticos. Es radicalmente contraestructural. Es un paradigma que, lejos de engrandecer los sistemas políticos, debería dar vergüenza, porque descubre el gran fracaso de las instituciones. Descubre la corrupción de las políticas públicas. Descubre la indiferencia de quienes gobiernan.

El migrante es el que está situado a la orilla del camino. Aquel que, teniendo como sueño el deseo de una vida mejor, un sueño que lo hace despertar enamorado, violentamente le son arrebatados todos sus nobles deseos, orillándolo a vivir en la miseria. El migrante es el incómodo y rebelde que no se conformó al estado de las cosas y, por el contario, quiso soñar con que esto puede ser mejor, con que su destino; el destino de su vida y la de los suyos, podría ser vida en abundancia.

El migrante anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Parece que se afana sin saber por qué hace las cosas. Parece que sus fuerzas son nimias frente a los poderosos, se le quiere vender la idea de que él no es alguien, frente a los grandes señores del mundo. Pero, no todo está en vías de caos, la esperanza se abre paso firme y decidido cuando el migrante no se cansa y, ¡acaricia un sueño, aun cuando le quieran arrebatar esa oportunidad!

El asunto de los migrantes descubre una trama compleja, multifacética y cargada de muchas aristas que configuran un tema espinoso, difícil de abordar y con muchas denuncias, mismas que se van amargando y enconando en llagas putrefactas que hieren naciones enteras. El tema de los migrantes lastima, es un hecho que duele en lo profundo; es una emergencia que atormenta la vida. Nadie puede permanecer al borde de esta situación, y menos cuando se descubre que se quiere usar a los migrantes como monedas de cambio o como banderas que enarbolan ideologías lastimeras; como trampolines para redentores apocalípticos.

Es evidente que las grandes ciudades, sus sistemas económicos, sus complejos políticos y sus estilos en general, son una bofetada a la vulnerabilidad humana. Por ningún lado se soporta, al menos, lo débil, lo vulnerable, lo frágil. La era de la imagen de perfección a la que acudimos es una era que privilegia la estabilidad, la fortaleza y la tozudez inhumana. Hay un escape definitivo a todo lo que hable de pobreza y limitación. Tras este sueño imposible, el despertar de los poderosos será duro. Para ellos será aún más doloroso.

La migración es una denuncia a todas las instituciones, es el reclamo a todos los sistemas políticos. Es radicalmente contraestructural. Es un paradigma que, lejos de engrandecer los sistemas políticos, debería dar vergüenza, porque descubre el gran fracaso de las instituciones. Descubre la corrupción de las políticas públicas. Descubre la indiferencia de quienes gobiernan.

El migrante es el que está situado a la orilla del camino. Aquel que, teniendo como sueño el deseo de una vida mejor, un sueño que lo hace despertar enamorado, violentamente le son arrebatados todos sus nobles deseos, orillándolo a vivir en la miseria. El migrante es el incómodo y rebelde que no se conformó al estado de las cosas y, por el contario, quiso soñar con que esto puede ser mejor, con que su destino; el destino de su vida y la de los suyos, podría ser vida en abundancia.

El migrante anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Parece que se afana sin saber por qué hace las cosas. Parece que sus fuerzas son nimias frente a los poderosos, se le quiere vender la idea de que él no es alguien, frente a los grandes señores del mundo. Pero, no todo está en vías de caos, la esperanza se abre paso firme y decidido cuando el migrante no se cansa y, ¡acaricia un sueño, aun cuando le quieran arrebatar esa oportunidad!