/ martes 9 de octubre de 2018

Uff. En lenguaje beisbolístico Morena: ¡Safe!

Verdadero cambio, una etapa diferente, distinta y nunca vista que no sea pura palabrería, un nuevo sentido a la política actuar con justicia, prudencia, paciencia e inteligencia.

Deben quedar atrás simulaciones, engaños, incumplimientos.

Me gustaría que, ante los hechos ominosos de impunidad que estamos viviendo nuevamente, AMLO se pronunciará ya a favor de la apuesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción, que ha sido boicoteado. Que se entendiera, de una vez por todas, que los hechos de corrupción se seguirán multiplicando por todo el territorio mientras no se pongan en funcionamiento las instituciones creadas para evitarlo. Me gustaría que dejáramos atrás la mecánica de la simulación y la venganza, para ponernos a la tarea de reconstruir en serio la administración pública de México.

El sistema no está funcionando todavía porque los gobernantes actuales no han querido que funcione; así de simple. Lo asumieron a regañadientes para salir del paso. Pero luego, hicieron pies de plomo, ya han demorado y entorpecido hasta el cinismo su funcionamiento. Han dejado morir de inanición y desdén al comité de participación ciudadana y éste, a cambio, ha buscado apoyo y dinero fuera del país, cosa que es de suyo inaceptable. El boicot ha tenido éxito.

Hoy estamos viviendo otro capítulo de impunidad, ante el fracaso rotundo de la pesca de los peces gordos. ¿De veras es tan difícil entender cómo ha de funcionar ese sistema?, ¿de veras nadie sabe cómo y dónde operan las redes de corrupción? La ley ordena que haya una política nacional anticorrupción.

López Obrador goza de una aprobación del 70% y una fe abrumadora de amplios segmentos de la población. Transmite sobriedad, austeridad y empatía por los que menos tienen. Y la complacencia es la mejor amiga de la corrupción y la impunidad.

Es evidente que en las instituciones de justicia no están actuando acorde con la crisis que vive el país en materia de Derechos Humanos.

El presidente electo AMLO y su equipo de seguridad y Derechos Humanos se comprometieron a impulsar soluciones extraordinarias.

El equipo de transición se ha referido a la necesidad de constituir una comisión de la verdad y un mecanismo internacional para investigar estos crímenes atroces y romper el círculo de impunidad. Este mecanismo dotaría al sistema de justicia de algo que le ha sido negado en todos estos años: imparcialidad y autonomía.

El compromiso manifestado por el gobierno electo abre una esperanza. Por lo mismo exige acciones completas y resultados.

Sólo 11% de los mexicanos confía en los otros mexicanos. Vivimos en un mar de desconfianza y ésta es el caldo de cultivo para intrigas y conspiraciones. Como no registrar una profunda desconfianza, si los mexicanos nos matamos entre nosotros todos los días, si el maldito negocio del narcotráfico demuestra cuáles son nuestras prioridades: La vida no vale nada, por eso reprimir o aniquilar sigue siendo para muchos una tentación, una opción. Fuenteovejuna, señor.

Nunca más supone un imperio de la ley en que la impunidad sea lo más cercana a cero, pero nosotros vivimos en un país en el cual el promedio de actos ilegales sin consecuencia jurídica rebasa el 95%.

La bestia autoritaria tiene en la impunidad a su mejor aliado. Vivimos en un mar de impunidad cotidiana con algunas islas de legalidad. Pero las muertes cotidianas de hoy 77 al día no reciben ninguna atención. Las morgues rodantes son un recordatorio de lo muy poco que hemos avanzado en el respeto a la vida como eje central de nuestra convivencia. Las generaciones actuales vamos acumulando un amplio expediente de responsabilidad. Pero hoy las Fuerzas Armadas sustituyen a un aparato policiaco patéticamente débil. No hemos sabido, no hemos querido construir un andamiaje institucional civil, con protocolos respetuosos a los Derechos Humanos, potente en su capacidad para combatir al crimen en cualquiera de sus expresiones.


Verdadero cambio, una etapa diferente, distinta y nunca vista que no sea pura palabrería, un nuevo sentido a la política actuar con justicia, prudencia, paciencia e inteligencia.

Deben quedar atrás simulaciones, engaños, incumplimientos.

Me gustaría que, ante los hechos ominosos de impunidad que estamos viviendo nuevamente, AMLO se pronunciará ya a favor de la apuesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción, que ha sido boicoteado. Que se entendiera, de una vez por todas, que los hechos de corrupción se seguirán multiplicando por todo el territorio mientras no se pongan en funcionamiento las instituciones creadas para evitarlo. Me gustaría que dejáramos atrás la mecánica de la simulación y la venganza, para ponernos a la tarea de reconstruir en serio la administración pública de México.

El sistema no está funcionando todavía porque los gobernantes actuales no han querido que funcione; así de simple. Lo asumieron a regañadientes para salir del paso. Pero luego, hicieron pies de plomo, ya han demorado y entorpecido hasta el cinismo su funcionamiento. Han dejado morir de inanición y desdén al comité de participación ciudadana y éste, a cambio, ha buscado apoyo y dinero fuera del país, cosa que es de suyo inaceptable. El boicot ha tenido éxito.

Hoy estamos viviendo otro capítulo de impunidad, ante el fracaso rotundo de la pesca de los peces gordos. ¿De veras es tan difícil entender cómo ha de funcionar ese sistema?, ¿de veras nadie sabe cómo y dónde operan las redes de corrupción? La ley ordena que haya una política nacional anticorrupción.

López Obrador goza de una aprobación del 70% y una fe abrumadora de amplios segmentos de la población. Transmite sobriedad, austeridad y empatía por los que menos tienen. Y la complacencia es la mejor amiga de la corrupción y la impunidad.

Es evidente que en las instituciones de justicia no están actuando acorde con la crisis que vive el país en materia de Derechos Humanos.

El presidente electo AMLO y su equipo de seguridad y Derechos Humanos se comprometieron a impulsar soluciones extraordinarias.

El equipo de transición se ha referido a la necesidad de constituir una comisión de la verdad y un mecanismo internacional para investigar estos crímenes atroces y romper el círculo de impunidad. Este mecanismo dotaría al sistema de justicia de algo que le ha sido negado en todos estos años: imparcialidad y autonomía.

El compromiso manifestado por el gobierno electo abre una esperanza. Por lo mismo exige acciones completas y resultados.

Sólo 11% de los mexicanos confía en los otros mexicanos. Vivimos en un mar de desconfianza y ésta es el caldo de cultivo para intrigas y conspiraciones. Como no registrar una profunda desconfianza, si los mexicanos nos matamos entre nosotros todos los días, si el maldito negocio del narcotráfico demuestra cuáles son nuestras prioridades: La vida no vale nada, por eso reprimir o aniquilar sigue siendo para muchos una tentación, una opción. Fuenteovejuna, señor.

Nunca más supone un imperio de la ley en que la impunidad sea lo más cercana a cero, pero nosotros vivimos en un país en el cual el promedio de actos ilegales sin consecuencia jurídica rebasa el 95%.

La bestia autoritaria tiene en la impunidad a su mejor aliado. Vivimos en un mar de impunidad cotidiana con algunas islas de legalidad. Pero las muertes cotidianas de hoy 77 al día no reciben ninguna atención. Las morgues rodantes son un recordatorio de lo muy poco que hemos avanzado en el respeto a la vida como eje central de nuestra convivencia. Las generaciones actuales vamos acumulando un amplio expediente de responsabilidad. Pero hoy las Fuerzas Armadas sustituyen a un aparato policiaco patéticamente débil. No hemos sabido, no hemos querido construir un andamiaje institucional civil, con protocolos respetuosos a los Derechos Humanos, potente en su capacidad para combatir al crimen en cualquiera de sus expresiones.