/ jueves 12 de julio de 2018

Vicisitudes de los próximos diputados

Nomás de puro sueldo neto, cada uno de los 500 zánganos que están en el Congreso federal y conocemos popularmente como diputados, gana anualmente 1 millón 264 mil 536 pesos, es decir, 105 mil 378 pesos mensuales, que sería una cantidad más que decorosa si no estuviera aderezada de otras entradas.

Aparte de eso se llevan 678 mil 375 pesos de prestaciones como ahorro solidario y Fondo de Ahorro para el Retiro. Reciben 140 mil 504 pesos de aguinaldo, 33 mil 360 pesos de apoyo para despensa y 131 mil 588 pesos de “otras prestaciones” que nadie sabe bien a bien en qué consisten.

Como la actual Legislatura termina el 31 de agosto, se ha hecho costumbre el llamado “adiós millonario” y este adiós consiste en que cada zángano recibe un bono que oscila en el millón de pesos. Una cantidad que se supone, les otorgamos los mexicanos por sus denodados esfuerzos en engrandecer al país.

Pero aparte de todo eso, cada diputado cobra el diezmo de las obras que tramita para su distrito. Este diezmo, que antes era el 10% del costo total de la obra, varía de acuerdo a la codicia del diputado. Los más baratos cobran el 18% del total de la obra, mientras que los más gandallas llegan a cobrar hasta un 40%.

Si construir una carretera cuesta, por poner un ejemplo, 200 millones de pesos, imagínese usted lo que se lleva el diputado que cobra el 40% de diezmo.

De ahí que el precio de una obra se infle, se haga con material de pésima calidad y al cabo de unos años ya no sirva para nada.

Ser diputado federal es un privilegio que pocos se pueden dar ya que no pagan casetas de peaje, pasajes de avión, gastos médicos, ni sus borracheras. Todo lo paga el Congreso o mejor dicho, los mexicanos que puntualmente cubren sus impuestos.

En pocas palabras, no hay diputado federal que no se eche a la bolsa cinco o seis veces el sueldo neto que obtiene en el Congreso, y eso los más fregados. De ahí que todo político quiera ser legislador.

Pero al parecer éstas y otras prerrogativas pasarán a la historia.

Entre las draconianas medidas (para los legisladores) que contempla el plan de austeridad que presentará Andrés Manuel López Obrador a la 64 Legislatura Federal, propondrá reducir al 50% las dietas de los legisladores, además de transparentar las subvenciones a los grupos parlamentarios.

De acuerdo con este plan se eliminarán las comisiones, viajes al extranjero, gastos médicos mayores, las compensaciones y bonos a todos los diputados y senadores.

Es decir, les van a quitar una parte muy importante de su razón de ser.

Tengo curiosidad por saber cómo reaccionarán los próximos legisladores del PAN y del PRI que buscaron con denuedo un puesto en el Congreso, no para mejorar al país, sino por las jugosas prebendas que les asegurarían su futuro.

Antes de escribir estas líneas, un aspirante a legislador que perdió la elección, me dijo en tono burlón y con un poquito de frustración: “Qué bueno que no gané, porque para pasar miserias mejor me quedo en mi casa”.

En el papel, el plan de AMLO se ve muy bien.

Ahora nomás falta ver qué tan honrados son los legisladores de Morena. No vaya a ser la de malas que resulten peor que los panistas y priistas, a los que no se cansan de acusar de vividores, zánganos, ladrones y corruptos.

Y la verdad es que tienen razón.

bernardogup@hotmail.com

Nomás de puro sueldo neto, cada uno de los 500 zánganos que están en el Congreso federal y conocemos popularmente como diputados, gana anualmente 1 millón 264 mil 536 pesos, es decir, 105 mil 378 pesos mensuales, que sería una cantidad más que decorosa si no estuviera aderezada de otras entradas.

Aparte de eso se llevan 678 mil 375 pesos de prestaciones como ahorro solidario y Fondo de Ahorro para el Retiro. Reciben 140 mil 504 pesos de aguinaldo, 33 mil 360 pesos de apoyo para despensa y 131 mil 588 pesos de “otras prestaciones” que nadie sabe bien a bien en qué consisten.

Como la actual Legislatura termina el 31 de agosto, se ha hecho costumbre el llamado “adiós millonario” y este adiós consiste en que cada zángano recibe un bono que oscila en el millón de pesos. Una cantidad que se supone, les otorgamos los mexicanos por sus denodados esfuerzos en engrandecer al país.

Pero aparte de todo eso, cada diputado cobra el diezmo de las obras que tramita para su distrito. Este diezmo, que antes era el 10% del costo total de la obra, varía de acuerdo a la codicia del diputado. Los más baratos cobran el 18% del total de la obra, mientras que los más gandallas llegan a cobrar hasta un 40%.

Si construir una carretera cuesta, por poner un ejemplo, 200 millones de pesos, imagínese usted lo que se lleva el diputado que cobra el 40% de diezmo.

De ahí que el precio de una obra se infle, se haga con material de pésima calidad y al cabo de unos años ya no sirva para nada.

Ser diputado federal es un privilegio que pocos se pueden dar ya que no pagan casetas de peaje, pasajes de avión, gastos médicos, ni sus borracheras. Todo lo paga el Congreso o mejor dicho, los mexicanos que puntualmente cubren sus impuestos.

En pocas palabras, no hay diputado federal que no se eche a la bolsa cinco o seis veces el sueldo neto que obtiene en el Congreso, y eso los más fregados. De ahí que todo político quiera ser legislador.

Pero al parecer éstas y otras prerrogativas pasarán a la historia.

Entre las draconianas medidas (para los legisladores) que contempla el plan de austeridad que presentará Andrés Manuel López Obrador a la 64 Legislatura Federal, propondrá reducir al 50% las dietas de los legisladores, además de transparentar las subvenciones a los grupos parlamentarios.

De acuerdo con este plan se eliminarán las comisiones, viajes al extranjero, gastos médicos mayores, las compensaciones y bonos a todos los diputados y senadores.

Es decir, les van a quitar una parte muy importante de su razón de ser.

Tengo curiosidad por saber cómo reaccionarán los próximos legisladores del PAN y del PRI que buscaron con denuedo un puesto en el Congreso, no para mejorar al país, sino por las jugosas prebendas que les asegurarían su futuro.

Antes de escribir estas líneas, un aspirante a legislador que perdió la elección, me dijo en tono burlón y con un poquito de frustración: “Qué bueno que no gané, porque para pasar miserias mejor me quedo en mi casa”.

En el papel, el plan de AMLO se ve muy bien.

Ahora nomás falta ver qué tan honrados son los legisladores de Morena. No vaya a ser la de malas que resulten peor que los panistas y priistas, a los que no se cansan de acusar de vividores, zánganos, ladrones y corruptos.

Y la verdad es que tienen razón.

bernardogup@hotmail.com