/ lunes 15 de febrero de 2021

Victoria pírrica

En la contienda interna para la selección del candidato panista a la presidencia municipal de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Márquez dejó el sarape en la cerca. Fue un triunfo pírrico, pero victoria a fin de cuentas.

El adjetivo “pírrico” tiene su origen en la victoria que a costa de miles de bajas logró el general helénico Pirro sobre el ejército romano; el daño que sufrió fue de tal magnitud, que luego de la guerra se le atribuyó la frase de “otra victoria como esta y volveré solo a casa”.

En la actualidad, y recordando las guerras pírricas, el término se aplica a una victoria que ocasiona un grave daño al vencedor. Otra acepción define al vocablo como un triunfo por muy apretado margen.

Cualquiera de esos dos sentidos se podría aplicar al resultado logrado por Yunes Márquez en el proceso interno de Acción Nacional por la candidatura a la presidencia municipal del Puerto: primero, el ex candidato a la gubernatura del estado sufrió para obtener una muy ligera ventaja sobre Bingen Rementería Molina; segundo, fueron tantas las irregularidades que se reportaron en la jornada que el hijo de Yunes Linares terminó cargando con la sambenito de la trampa.

Con una trayectoria como la que tiene, con la alcaldía de Boca del Río, la diputación local y la candidatura al gobierno de Veracruz, Yunes Márquez no necesitaba ensuciar el proceso interno panista, y mucho menos que se le identificara como el autor de ese intento por reventar la contienda utilizando a un grupo de golpeadores.

El espectáculo fue denigrante; a golpes y sillazos dirimieron sus diferencias en la interna albiazul de Veracruz.

Lo cierto es que al margen del resultado, las irregularidades fueron la principal característica de ese proceso por la candidatura a la alcaldía porteña: trascendió que al menos 140 panistas se encontraban al interior del centro de votación, al cierre de la jornada, sin poder ejercer su derecho de voto.

Se reportó, además, que los presidentes de las mesas, afines al grupo de Yunes, tuvieron la consigna de no permitir el voto de los nuevos militantes, a quienes en la víspera el tribunal otorgó ese derecho.

Los ánimos se calentaron tanto, que los grupos en disputa terminaron envueltos en un zafarrancho. Lamentable imagen la proyectada por los protagonistas de una contienda que se caracterizó por todo, menos por la civilidad.

Lo más probable es que la calificación de esa elección interna sea turnada a la comisión del partido y de ahí a las instancias jurisdiccionales, a los tribunales, dado que dicho proceso terminó manchado por tantas anomalías.

En política, como en una batalla o una guerra, hay derrotas honrosas y victorias vergonzantes.

Yunes Márquez no obtuvo, como él esperaba, un triunfo contundente sino un resultado muy apretado y cuestionado; una victoria pírrica que le causó un enorme daño, porque al interior del panismo jarocho provocó una fractura; y al exterior, la imagen de que “si no gano, arrebato”.

En la contienda interna para la selección del candidato panista a la presidencia municipal de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Márquez dejó el sarape en la cerca. Fue un triunfo pírrico, pero victoria a fin de cuentas.

El adjetivo “pírrico” tiene su origen en la victoria que a costa de miles de bajas logró el general helénico Pirro sobre el ejército romano; el daño que sufrió fue de tal magnitud, que luego de la guerra se le atribuyó la frase de “otra victoria como esta y volveré solo a casa”.

En la actualidad, y recordando las guerras pírricas, el término se aplica a una victoria que ocasiona un grave daño al vencedor. Otra acepción define al vocablo como un triunfo por muy apretado margen.

Cualquiera de esos dos sentidos se podría aplicar al resultado logrado por Yunes Márquez en el proceso interno de Acción Nacional por la candidatura a la presidencia municipal del Puerto: primero, el ex candidato a la gubernatura del estado sufrió para obtener una muy ligera ventaja sobre Bingen Rementería Molina; segundo, fueron tantas las irregularidades que se reportaron en la jornada que el hijo de Yunes Linares terminó cargando con la sambenito de la trampa.

Con una trayectoria como la que tiene, con la alcaldía de Boca del Río, la diputación local y la candidatura al gobierno de Veracruz, Yunes Márquez no necesitaba ensuciar el proceso interno panista, y mucho menos que se le identificara como el autor de ese intento por reventar la contienda utilizando a un grupo de golpeadores.

El espectáculo fue denigrante; a golpes y sillazos dirimieron sus diferencias en la interna albiazul de Veracruz.

Lo cierto es que al margen del resultado, las irregularidades fueron la principal característica de ese proceso por la candidatura a la alcaldía porteña: trascendió que al menos 140 panistas se encontraban al interior del centro de votación, al cierre de la jornada, sin poder ejercer su derecho de voto.

Se reportó, además, que los presidentes de las mesas, afines al grupo de Yunes, tuvieron la consigna de no permitir el voto de los nuevos militantes, a quienes en la víspera el tribunal otorgó ese derecho.

Los ánimos se calentaron tanto, que los grupos en disputa terminaron envueltos en un zafarrancho. Lamentable imagen la proyectada por los protagonistas de una contienda que se caracterizó por todo, menos por la civilidad.

Lo más probable es que la calificación de esa elección interna sea turnada a la comisión del partido y de ahí a las instancias jurisdiccionales, a los tribunales, dado que dicho proceso terminó manchado por tantas anomalías.

En política, como en una batalla o una guerra, hay derrotas honrosas y victorias vergonzantes.

Yunes Márquez no obtuvo, como él esperaba, un triunfo contundente sino un resultado muy apretado y cuestionado; una victoria pírrica que le causó un enorme daño, porque al interior del panismo jarocho provocó una fractura; y al exterior, la imagen de que “si no gano, arrebato”.