/ sábado 18 de septiembre de 2021

¡Viva la Patria!

He leído y escuchado infinidad de discursos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Muchos de ellos me han conmovido hasta el llanto, pero ninguno como el pronunciado este jueves en el inicio del desfile militar con motivo del 211 aniversario de la Independencia Nacional.

Mi mirada y mi mente fija en la pantalla mientras el presidente de todos los mexicanos hace alusión –con su gran estatura moral– a la gesta heroica que une a mi país y a mi pueblo.

Escribo de madrugada este viernes, mientras convalezco de las dolorosas secuelas del Covid, que por momentos me impiden respirar y me arrancan el aliento.

Evoco de nuevo la magistral pieza oratoria del presidente López Obrador. Y de nuevo, el llanto. Me quiebro frente a las palabras pronunciadas por el presidente de mi país al evocar a ese gigante eterno llamado Miguel Hidalgo:

“Lo que le permitió al Padre de la Patria enfrentar la muerte con aplomo y tranquilidad fue la paz con su conciencia, la certeza de que, con fidelidad a sus principios y valores, había hecho lo correcto y lo que era necesario para el bien del pueblo al que se debía.

Cuando lo iban a fusilar, a cuatro metros de distancia, los soldados temblaban, le dieron varios tiros sin matarlo y el sargento del pelotón tuvo que ordenar a dos de ellos que le pusieran las bocas de los fusiles directamente en el corazón. Después de matarlo le cortaron la cabeza y junto con las de Allende, Aldama y Jiménez, las colocaron en cada esquina del edificio de la Alhóndiga de Granaditas”.

El discurso, cimbró lo más profundo de mi ser. He de reconocer que desconocía ese pasaje de la historia y los adjetivos proferidos contra Hidalgo, por quienes lo hicieron preso y volcaron sobre él la saña y el odio propio de los mal nacidos. El presidente López Obrador lo describió en estos términos: “Ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo. Paco Ignacio Taibo hace un recuento de todos los improperios: ‘endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entraña sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra, pachá, lo-cura, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano’…”

Me vuelve a faltar el aire y dejo de escribir por un momento, mientras supero la crisis de ansiedad que me produce la respiración.

Repuesto, sigo escribiendo mientras escucho y vuelvo a escuchar el discurso completo de un hombre profundamente enamorado de México, que hace todo cuanto está a su alcance para no fallar a su pueblo; sí, a ese pueblo sabio y bueno que le dio la enorme responsabilidad de conducir los destinos del país por mejores senderos.

Mensaje profundo el del jueves que solo puede salir del corazón y del alma, para rendir homenaje a los héroes que dieron su vida por México, pero muy especialmente a Hidalgo, con quien más se ensañaron y a quien más castigaron por osar en la búsqueda de la libertad de todo un pueblo.

¡Que viva la Patria!, a pesar de las vicisitudes y los graves problemas que enfrentamos por la pandemia y por la pobreza que se arraigó durante siglos en millones de nuestros hogares. ¡Que viva la Patria!, en el México de nuestros días, con los jóvenes, con las mujeres, con los niños y adultos mayores abriéndose paso para salir adelante; ¡que viva la Patria! que respira libertad y nuevos horizontes, donde todos tenemos que aportar nuestro grano de arena.

¡Que viva la Patria! alcanzo a escribir, mientras regresa la dificultad para respirar.

Habrá de disculpar el caro lector, la estimada lectora, por las ideas que se agolpan de repente, mientras la lucidez me permite escribir.

El discurso de ayer prevalecerá en mi mente por siempre. En un momento histórico para México donde lo menos que podemos hacer es honrar la memoria de quienes nos dieron una patria con nombre y apellido, siendo mejores cada día y amando al prójimo, como lo propuso López Obrador durante el Grito.

¡Que viva la Patria!

He leído y escuchado infinidad de discursos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Muchos de ellos me han conmovido hasta el llanto, pero ninguno como el pronunciado este jueves en el inicio del desfile militar con motivo del 211 aniversario de la Independencia Nacional.

Mi mirada y mi mente fija en la pantalla mientras el presidente de todos los mexicanos hace alusión –con su gran estatura moral– a la gesta heroica que une a mi país y a mi pueblo.

Escribo de madrugada este viernes, mientras convalezco de las dolorosas secuelas del Covid, que por momentos me impiden respirar y me arrancan el aliento.

Evoco de nuevo la magistral pieza oratoria del presidente López Obrador. Y de nuevo, el llanto. Me quiebro frente a las palabras pronunciadas por el presidente de mi país al evocar a ese gigante eterno llamado Miguel Hidalgo:

“Lo que le permitió al Padre de la Patria enfrentar la muerte con aplomo y tranquilidad fue la paz con su conciencia, la certeza de que, con fidelidad a sus principios y valores, había hecho lo correcto y lo que era necesario para el bien del pueblo al que se debía.

Cuando lo iban a fusilar, a cuatro metros de distancia, los soldados temblaban, le dieron varios tiros sin matarlo y el sargento del pelotón tuvo que ordenar a dos de ellos que le pusieran las bocas de los fusiles directamente en el corazón. Después de matarlo le cortaron la cabeza y junto con las de Allende, Aldama y Jiménez, las colocaron en cada esquina del edificio de la Alhóndiga de Granaditas”.

El discurso, cimbró lo más profundo de mi ser. He de reconocer que desconocía ese pasaje de la historia y los adjetivos proferidos contra Hidalgo, por quienes lo hicieron preso y volcaron sobre él la saña y el odio propio de los mal nacidos. El presidente López Obrador lo describió en estos términos: “Ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo. Paco Ignacio Taibo hace un recuento de todos los improperios: ‘endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entraña sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra, pachá, lo-cura, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano’…”

Me vuelve a faltar el aire y dejo de escribir por un momento, mientras supero la crisis de ansiedad que me produce la respiración.

Repuesto, sigo escribiendo mientras escucho y vuelvo a escuchar el discurso completo de un hombre profundamente enamorado de México, que hace todo cuanto está a su alcance para no fallar a su pueblo; sí, a ese pueblo sabio y bueno que le dio la enorme responsabilidad de conducir los destinos del país por mejores senderos.

Mensaje profundo el del jueves que solo puede salir del corazón y del alma, para rendir homenaje a los héroes que dieron su vida por México, pero muy especialmente a Hidalgo, con quien más se ensañaron y a quien más castigaron por osar en la búsqueda de la libertad de todo un pueblo.

¡Que viva la Patria!, a pesar de las vicisitudes y los graves problemas que enfrentamos por la pandemia y por la pobreza que se arraigó durante siglos en millones de nuestros hogares. ¡Que viva la Patria!, en el México de nuestros días, con los jóvenes, con las mujeres, con los niños y adultos mayores abriéndose paso para salir adelante; ¡que viva la Patria! que respira libertad y nuevos horizontes, donde todos tenemos que aportar nuestro grano de arena.

¡Que viva la Patria! alcanzo a escribir, mientras regresa la dificultad para respirar.

Habrá de disculpar el caro lector, la estimada lectora, por las ideas que se agolpan de repente, mientras la lucidez me permite escribir.

El discurso de ayer prevalecerá en mi mente por siempre. En un momento histórico para México donde lo menos que podemos hacer es honrar la memoria de quienes nos dieron una patria con nombre y apellido, siendo mejores cada día y amando al prójimo, como lo propuso López Obrador durante el Grito.

¡Que viva la Patria!

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