/ viernes 21 de diciembre de 2018

Volver a los orígenes

Tal como sucede cada año, de nuevo la navidad ha sido secuestrada, escondida, mutilada y vejada. En las casas, hoteles, salones y demás centros tiene lugar una gran celebración festiva, ensordecedora, con estridente escándalo, que se erige como la celebración de navidad. Pero, ¿es cierto?, eso es navidad. ¿Es tan poco?, ¿sólo es eso?

Celebramos navidad en recuerdo de un acontecimiento que ha cambiado el rumbo del mundo, un evento sin precedentes y del cual no habrá otro igual, el nacimiento de un niño que era Dios, hecho que ha partido el tiempo, antes y después de él, todo cambió por él.

Vaya gesta que nos presenta a un Dios verdaderamente enamorado de los hombres, de un Dios que no tiene empacho en romper los límites y dejar su grandeza; bajar de su altura con tal de estar con los hombres y pasar una serie de penurias, hasta ser maltratado y castigado como un mentiroso, la causa de su condena: este dice que es hijo de Dios.

El hecho histórico que recordamos y vivimos es el nacimiento de este niño, hecho que se vio rodeado por una serie de acontecimientos tremendos: a una mujer se le llega la fecha del parto, tiene lugar un censo que la orilla a salir de su casa para ir al pueblo de su marido, sus familiares no tienen lugar para ellos, la casa está llena y ni modo, ir al establo. Un hecho familiar.

El dolor inenarrable de una madre que ha soñado con el nacimiento de su hijo, que ha ido cobijando durante los meses de la gestación el deseo desbordante de mirarlo, de abrazarlo, de tenerlo entre sus manos y hacerle destinatario de tantas demostraciones de amor, cuidado y cariño. El penoso sentimiento de un padre que huye confiando en su familia, consciente de que éstos no le darían la espalda y nada. No lo reciben, no caben, hay otros en casa. Un padre que sufre por la travesía a la que ha expuesto a su esposa; con todos los riesgos humanos que a una mujer en tiempos de alumbramiento podrían costarle la vida a ella y al bebé. Un hombre desesperado, ¡no tiene un lugar digno donde nazca su hijo!

En el origen de la navidad no hay cenas, fiestas, regalos, perfumes… ¿en qué momento cambiaron las cosas?, entonces, ¿qué estamos celebrando?, celebrar navidad es no permitir que esa historia se repita, es recibir al forastero, dar posada al migrante, esperar y cuidar del que no ha nacido. Navidad es vivir en la alegría de la esperanza colmada con la llegada de uno que cambiará el rumbo de la vida. ¿Volvemos a los orígenes?

Tal como sucede cada año, de nuevo la navidad ha sido secuestrada, escondida, mutilada y vejada. En las casas, hoteles, salones y demás centros tiene lugar una gran celebración festiva, ensordecedora, con estridente escándalo, que se erige como la celebración de navidad. Pero, ¿es cierto?, eso es navidad. ¿Es tan poco?, ¿sólo es eso?

Celebramos navidad en recuerdo de un acontecimiento que ha cambiado el rumbo del mundo, un evento sin precedentes y del cual no habrá otro igual, el nacimiento de un niño que era Dios, hecho que ha partido el tiempo, antes y después de él, todo cambió por él.

Vaya gesta que nos presenta a un Dios verdaderamente enamorado de los hombres, de un Dios que no tiene empacho en romper los límites y dejar su grandeza; bajar de su altura con tal de estar con los hombres y pasar una serie de penurias, hasta ser maltratado y castigado como un mentiroso, la causa de su condena: este dice que es hijo de Dios.

El hecho histórico que recordamos y vivimos es el nacimiento de este niño, hecho que se vio rodeado por una serie de acontecimientos tremendos: a una mujer se le llega la fecha del parto, tiene lugar un censo que la orilla a salir de su casa para ir al pueblo de su marido, sus familiares no tienen lugar para ellos, la casa está llena y ni modo, ir al establo. Un hecho familiar.

El dolor inenarrable de una madre que ha soñado con el nacimiento de su hijo, que ha ido cobijando durante los meses de la gestación el deseo desbordante de mirarlo, de abrazarlo, de tenerlo entre sus manos y hacerle destinatario de tantas demostraciones de amor, cuidado y cariño. El penoso sentimiento de un padre que huye confiando en su familia, consciente de que éstos no le darían la espalda y nada. No lo reciben, no caben, hay otros en casa. Un padre que sufre por la travesía a la que ha expuesto a su esposa; con todos los riesgos humanos que a una mujer en tiempos de alumbramiento podrían costarle la vida a ella y al bebé. Un hombre desesperado, ¡no tiene un lugar digno donde nazca su hijo!

En el origen de la navidad no hay cenas, fiestas, regalos, perfumes… ¿en qué momento cambiaron las cosas?, entonces, ¿qué estamos celebrando?, celebrar navidad es no permitir que esa historia se repita, es recibir al forastero, dar posada al migrante, esperar y cuidar del que no ha nacido. Navidad es vivir en la alegría de la esperanza colmada con la llegada de uno que cambiará el rumbo de la vida. ¿Volvemos a los orígenes?