/ domingo 28 de febrero de 2021

¡Ya chole con la misoginia de la 4T!

La decisión a la que fue obligado Morena de retirar la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno del estado de Guerrero –a pesar del abierto e incondicional apoyo político y material del presidente López Obrador-, es sin duda una celebración adelantada del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el próximo 8 de marzo. Coincido plenamente en que #UnVioladorNoSeraGobernador.

Antes, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó la sanción del Instituto Nacional Electoral (INE) al diputado Gerardo Fernández Noroña, por insultar a la compañera diputada panista Adriana Dávila. El troglodita parlamentario mostró la misoginia de la 4T al referir que la legisladora “es más bocona que la chingada”, y luego vociferó que hay que “ponerle una chinga la próxima vez que abra la boca”. La sanción –una disculpa pública y tomar un curso sobre perspectiva de género- resultó ridícula frente a la gravedad de la falta.

En este contexto de violencia y discriminación, tras un largo proceso de consulta, a mediados de abril del año pasado entró en vigor una importante reforma sobre violencia política en contra de las mujeres por razones de género. Hoy incluso, esta es una causal muy importante para anular una elección y garantizar sus derechos políticos.

Sin embargo, a pesar de su relevancia, estos tres eventos pueden significar muy poco frente a la situación de violencia y discriminación que sufren a diario millones de mujeres mexicanas –de todas las edades, de cualquier región del país, sin importar su ocupación, condición económica, social o incluso familiar- frente al acecho de una sociedad misógina y un Estado que las discrimina.

Hace unos días, el propio presidente de la República reconoció que fue su esposa Beatriz Gutiérrez Müller quien debió explicarle el concepto de “Romper el Pacto”. No lo entendió ni como pareja ni como mandatario. Acusó que el feminismo sólo es una simulación, que se trata de expresiones importadas y que ha servido para favorecer el conservadurismo, herido todavía por las múltiples marchas y manifestaciones de mujeres el año pasado.

El morenismo no ha combatido la desigualdad, sino que ha empoderado nuevamente a un sistema patriarcal sobre el que descansa la Cuarta Transformación. El Presidente supone que dar empleo en su gabinete a mujeres o que haya paridad en los Congresos, ayuntamientos y en los órganos de gobierno de algunas instituciones es cumplir con una política de igualdad, seguridad y acceso a una vida libre de violencia. Cambios que no impulsó y tampoco respeta.

El patriarcado es un sistema social, económico y político en el que hemos sido educados y que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres, lo que hoy le ha caído como anillo al dedo al Presidente.

Sugerir que el movimiento feminista es conservador y malinchista sólo confirma su desprecio a la igualdad de la mujer y la visión de un gobierno misógino que entiende la discriminación como algo natural e inevitable propia del género.

Esa fue la razón por la que hace un año, miles de mujeres salieron a las calles de todo el país no sólo a exigir el respeto a sus derechos políticos, sociales y económicos, sino también a frenar la violencia feminicida y garantizar un entorno libre de agresión. Decidieron romper el silencio sobre la gravedad de la violencia en contra de las mujeres que se vive en México. La pandemia confinó sus puños en alto pero no apagó sus voces.

El feminismo no es, como lo entienden los gobiernos de la 4T, la irrupción violenta de un grupo de mujeres ocultas tras un pañuelo verde; no es una catarsis sin propósitos específicos. El feminismo no actúa en contra el gobierno, actúa frente al pacto patriarcal.

El feminismo es una batalla permanente contra la opresión de la mujer en todas sus formas: la que es violentada en el hogar, la que se victimiza doblemente cuando busca justicia ante la autoridad, la que desempeña el mismo trabajo y recibe un salario más bajo, quien se ocupa de manera individual de la formación y cuidado de los hijos, la que no tiene acceso a la educación por su condición de mujer.

“Romper el Pacto” significa algo mucho más profundo que terminar con el vínculo de complicidad entre el Presidente y un frustrado candidato a gobernador. Implica terminar con esa identificación masculina por ser hombres, donde pactamos el poder “como hermanos”. No se trata, a diferencia de la sororidad, de un acto de solidaridad sino de dominación.

Que el gobierno y las instituciones celebren el Día Internacional de la Mujer es un acto de hipocresía frente a la discriminación, la marginación y la violencia que sufren millones de mujeres mexicanas. En cambio, “romper el pacto” representaría el cambio social, político y económico más importante de la historia.

Por eso, ¡ya chole con la misoginia de la 4T, rompamos el pacto!

Diputado federal del PRI

facebook:

HectorYunes

instagram:

hectoryuneslanda

twitter:

@HectorYunes

La decisión a la que fue obligado Morena de retirar la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno del estado de Guerrero –a pesar del abierto e incondicional apoyo político y material del presidente López Obrador-, es sin duda una celebración adelantada del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el próximo 8 de marzo. Coincido plenamente en que #UnVioladorNoSeraGobernador.

Antes, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó la sanción del Instituto Nacional Electoral (INE) al diputado Gerardo Fernández Noroña, por insultar a la compañera diputada panista Adriana Dávila. El troglodita parlamentario mostró la misoginia de la 4T al referir que la legisladora “es más bocona que la chingada”, y luego vociferó que hay que “ponerle una chinga la próxima vez que abra la boca”. La sanción –una disculpa pública y tomar un curso sobre perspectiva de género- resultó ridícula frente a la gravedad de la falta.

En este contexto de violencia y discriminación, tras un largo proceso de consulta, a mediados de abril del año pasado entró en vigor una importante reforma sobre violencia política en contra de las mujeres por razones de género. Hoy incluso, esta es una causal muy importante para anular una elección y garantizar sus derechos políticos.

Sin embargo, a pesar de su relevancia, estos tres eventos pueden significar muy poco frente a la situación de violencia y discriminación que sufren a diario millones de mujeres mexicanas –de todas las edades, de cualquier región del país, sin importar su ocupación, condición económica, social o incluso familiar- frente al acecho de una sociedad misógina y un Estado que las discrimina.

Hace unos días, el propio presidente de la República reconoció que fue su esposa Beatriz Gutiérrez Müller quien debió explicarle el concepto de “Romper el Pacto”. No lo entendió ni como pareja ni como mandatario. Acusó que el feminismo sólo es una simulación, que se trata de expresiones importadas y que ha servido para favorecer el conservadurismo, herido todavía por las múltiples marchas y manifestaciones de mujeres el año pasado.

El morenismo no ha combatido la desigualdad, sino que ha empoderado nuevamente a un sistema patriarcal sobre el que descansa la Cuarta Transformación. El Presidente supone que dar empleo en su gabinete a mujeres o que haya paridad en los Congresos, ayuntamientos y en los órganos de gobierno de algunas instituciones es cumplir con una política de igualdad, seguridad y acceso a una vida libre de violencia. Cambios que no impulsó y tampoco respeta.

El patriarcado es un sistema social, económico y político en el que hemos sido educados y que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres, lo que hoy le ha caído como anillo al dedo al Presidente.

Sugerir que el movimiento feminista es conservador y malinchista sólo confirma su desprecio a la igualdad de la mujer y la visión de un gobierno misógino que entiende la discriminación como algo natural e inevitable propia del género.

Esa fue la razón por la que hace un año, miles de mujeres salieron a las calles de todo el país no sólo a exigir el respeto a sus derechos políticos, sociales y económicos, sino también a frenar la violencia feminicida y garantizar un entorno libre de agresión. Decidieron romper el silencio sobre la gravedad de la violencia en contra de las mujeres que se vive en México. La pandemia confinó sus puños en alto pero no apagó sus voces.

El feminismo no es, como lo entienden los gobiernos de la 4T, la irrupción violenta de un grupo de mujeres ocultas tras un pañuelo verde; no es una catarsis sin propósitos específicos. El feminismo no actúa en contra el gobierno, actúa frente al pacto patriarcal.

El feminismo es una batalla permanente contra la opresión de la mujer en todas sus formas: la que es violentada en el hogar, la que se victimiza doblemente cuando busca justicia ante la autoridad, la que desempeña el mismo trabajo y recibe un salario más bajo, quien se ocupa de manera individual de la formación y cuidado de los hijos, la que no tiene acceso a la educación por su condición de mujer.

“Romper el Pacto” significa algo mucho más profundo que terminar con el vínculo de complicidad entre el Presidente y un frustrado candidato a gobernador. Implica terminar con esa identificación masculina por ser hombres, donde pactamos el poder “como hermanos”. No se trata, a diferencia de la sororidad, de un acto de solidaridad sino de dominación.

Que el gobierno y las instituciones celebren el Día Internacional de la Mujer es un acto de hipocresía frente a la discriminación, la marginación y la violencia que sufren millones de mujeres mexicanas. En cambio, “romper el pacto” representaría el cambio social, político y económico más importante de la historia.

Por eso, ¡ya chole con la misoginia de la 4T, rompamos el pacto!

Diputado federal del PRI

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HectorYunes

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@HectorYunes