/ martes 21 de diciembre de 2021

Zanahoria o garrote: Morena

A días de que inicien sus administraciones, al menos una treintena de presidentes municipales electos, invitados, presionados o amenazados –en ese orden– por la 4T, han renunciado a los partidos políticos que los postularon y se han sumado a las filas de Morena.

Muchos de los alcaldes, con la vergüenza a cuestas con los electores y dirigencias partidistas, han tenido que ceder a la absurda obsesión de Morena de tener el mayor número de presidencias municipales en Veracruz, algo que no logró en las urnas. En la pasada elección, los veracruzanos eligieron sólo a 99 de 212 candidatos de Morena como nuevas autoridades municipales.

No se trató de un acto de convicción –si así fuera hubieran competido y ganado por ese instituto político–, sino la forma autoritaria y despótica en que Morena intenta convertirse en un partido de Estado. Esta decisión tiene al menos cuatro implicaciones muy graves para la vida política y democrática del estado.

En principio, se cancela la pluralidad como elemento indispensable para lograr la alternancia, se desconoce por completo la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas, traicionan a partidos políticos que destinaron recursos y candidaturas para ser competitivos, y se recluta a autoridades municipales que más tarde serán obligadas a cumplir con las cuotas del morenismo.

Vamos por partes. El principio fundamental de cualquier democracia es la pluralidad y la presencia de diversos partidos políticos. Los años del carro completo del PRI fueron el inicio de una profunda transformación social para alcanzar una verdadera alternancia en el poder. Donde hay un solo partido político, no hay democracia.

Segundo. En más de la mitad de los municipios del estado, los ciudadanos decidieron que Morena no era la mejor opción para encabezar el gobierno municipal y dieron su voto a otras opciones políticas. La cooptación que han hecho de los alcaldes pone en entredicho incluso al sistema electoral. ¿Para qué hacemos elecciones si los representantes populares terminarán en un partido político distinto?

Más aún. En el caso de los diferentes partidos políticos, estos destinaron una gran cantidad de recursos públicos para construir estas candidaturas ganadoras; dedicaron tiempos de radio y televisión, invirtieron para cubrir los gastos de campaña y la estructura electoral como manda la ley. Hoy todo ese dinero se va a la basura porque el gobierno ha decidido que no quiere pluralidad y que la democracia es un estorbo.

Por último, antes que tarde, los nuevos alcaldes tendrán que cumplir con las obligaciones que les impondrá el morenismo: cuotas de firmas para consultas populares, acarreos para la adoración del Tlatoani en la plaza mayor, aportaciones fuera de la ley para financiar al partido y, llegado el momento, el financiamiento de las campañas políticas.

Como nunca antes, a los recién electos alcaldes veracruzanos les han impuesto sólo dos rutas: la independencia que se convertirá en acoso, persecución y regateo de recursos y programas públicos, o convertirse políticamente al morenismo y esperar que las promesas de apoyo, bonanza y trato preferencial se cumplan.

¿Qué ofrecieron o cuál fue la amenaza en contra de los próximos presidentes municipales? Sólo ellos lo saben. Sin embargo, expuestos a la imposibilidad de cumplir sus compromisos de campaña, han decidido ceder a la construcción de una falsa mayoría en aras de que la malaria morenista no perjudique a sus paisanos.

Hoy Morena ha dejado de ser un partido político cuya función principal es ganar elecciones para convertirse en un oscuro reclutador e intermediario a favor de un régimen autoritario. No aceptan oposición en el Congreso, les lastima la independencia de los organismos autónomos, y hoy no reconocen la diversidad de los gobiernos municipales que decidieron los veracruzanos.

Zanahoria o garrote es la consigna morenista, quienes han dicho a sotto voce que pueden hacer lo que quieran –incluso al margen de la ley–, pues tienen el control absoluto del Estado y las instituciones. Se convirtieron en lo que tanto decían aborrecer.

Son los conservadores que hoy gobiernan al país quienes desean volver al Estado totalitario con un partido único, y con ello, suplantar cualquier proceso democrático. Morena cultiva con esmero el huevo de la serpiente.

FELIZ NAVIDAD. Deseo a mis lectores y amigos, que esta Navidad sea un tiempo de paz y bienestar para nuestras familias. Que Dios esté siempre presente en nuestros hogares y con nuestros seres queridos. ¡Muchas felicidades!

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A días de que inicien sus administraciones, al menos una treintena de presidentes municipales electos, invitados, presionados o amenazados –en ese orden– por la 4T, han renunciado a los partidos políticos que los postularon y se han sumado a las filas de Morena.

Muchos de los alcaldes, con la vergüenza a cuestas con los electores y dirigencias partidistas, han tenido que ceder a la absurda obsesión de Morena de tener el mayor número de presidencias municipales en Veracruz, algo que no logró en las urnas. En la pasada elección, los veracruzanos eligieron sólo a 99 de 212 candidatos de Morena como nuevas autoridades municipales.

No se trató de un acto de convicción –si así fuera hubieran competido y ganado por ese instituto político–, sino la forma autoritaria y despótica en que Morena intenta convertirse en un partido de Estado. Esta decisión tiene al menos cuatro implicaciones muy graves para la vida política y democrática del estado.

En principio, se cancela la pluralidad como elemento indispensable para lograr la alternancia, se desconoce por completo la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas, traicionan a partidos políticos que destinaron recursos y candidaturas para ser competitivos, y se recluta a autoridades municipales que más tarde serán obligadas a cumplir con las cuotas del morenismo.

Vamos por partes. El principio fundamental de cualquier democracia es la pluralidad y la presencia de diversos partidos políticos. Los años del carro completo del PRI fueron el inicio de una profunda transformación social para alcanzar una verdadera alternancia en el poder. Donde hay un solo partido político, no hay democracia.

Segundo. En más de la mitad de los municipios del estado, los ciudadanos decidieron que Morena no era la mejor opción para encabezar el gobierno municipal y dieron su voto a otras opciones políticas. La cooptación que han hecho de los alcaldes pone en entredicho incluso al sistema electoral. ¿Para qué hacemos elecciones si los representantes populares terminarán en un partido político distinto?

Más aún. En el caso de los diferentes partidos políticos, estos destinaron una gran cantidad de recursos públicos para construir estas candidaturas ganadoras; dedicaron tiempos de radio y televisión, invirtieron para cubrir los gastos de campaña y la estructura electoral como manda la ley. Hoy todo ese dinero se va a la basura porque el gobierno ha decidido que no quiere pluralidad y que la democracia es un estorbo.

Por último, antes que tarde, los nuevos alcaldes tendrán que cumplir con las obligaciones que les impondrá el morenismo: cuotas de firmas para consultas populares, acarreos para la adoración del Tlatoani en la plaza mayor, aportaciones fuera de la ley para financiar al partido y, llegado el momento, el financiamiento de las campañas políticas.

Como nunca antes, a los recién electos alcaldes veracruzanos les han impuesto sólo dos rutas: la independencia que se convertirá en acoso, persecución y regateo de recursos y programas públicos, o convertirse políticamente al morenismo y esperar que las promesas de apoyo, bonanza y trato preferencial se cumplan.

¿Qué ofrecieron o cuál fue la amenaza en contra de los próximos presidentes municipales? Sólo ellos lo saben. Sin embargo, expuestos a la imposibilidad de cumplir sus compromisos de campaña, han decidido ceder a la construcción de una falsa mayoría en aras de que la malaria morenista no perjudique a sus paisanos.

Hoy Morena ha dejado de ser un partido político cuya función principal es ganar elecciones para convertirse en un oscuro reclutador e intermediario a favor de un régimen autoritario. No aceptan oposición en el Congreso, les lastima la independencia de los organismos autónomos, y hoy no reconocen la diversidad de los gobiernos municipales que decidieron los veracruzanos.

Zanahoria o garrote es la consigna morenista, quienes han dicho a sotto voce que pueden hacer lo que quieran –incluso al margen de la ley–, pues tienen el control absoluto del Estado y las instituciones. Se convirtieron en lo que tanto decían aborrecer.

Son los conservadores que hoy gobiernan al país quienes desean volver al Estado totalitario con un partido único, y con ello, suplantar cualquier proceso democrático. Morena cultiva con esmero el huevo de la serpiente.

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