Al escrutar en la historia de las religiones, los primeros datos concretos se remontan a 400 o 500 mil años antes de Jesucristo, época de florecimiento del hundido continente Atlante, situado entre América y las costas occidentales de África y Europa, de cuya última porción sumergida o Isla de Poseidón, hablara Platón y el arqueólogo alemán Enrique Schliemann, quien invirtió su cuantiosa fortuna en localizar las ruinas de Troya y de Micenas, donde encontró a la par de irrefutables datos históricos, valiosas piezas de arte. Se cuenta que los Atlantes o hijos del sol, además de su alta espiritualidad, manejaban la energía atómica unida a la magia, tanto para la guerra como para la paz.
Algunos de estos sabios maestros, conocedores de la verdad superior, se vieron obligados a huir de la Atlántida, cuando al perder su autoridad, el pueblo atlante al profanar las leyes sagradas cayó en la depravación.
Estas historias, leyendas, sobre Atlántida motivó a historiadores, antropólogos, filósofos y metafísicos mexicanos, encabezados por la ilustre doctora Luz María Durán, que en paz descanse, a realizar su propia investigación en los años cincuenta que la condujo a la conclusión de que la primera religión de nuestro planeta a tierra fue de los antiquísimos Atlantes, adoradores del sol y de Neptuno. Basada en esta tesis, la doctora Durán, publicó artículos periodísticos y libros en los cuales sustenta que todas las grandes enseñanzas religiosas de América primitiva, en especial de la cultura Maya, se originaron en la Atlántida.
Las consideraciones anteriores de Luz María Durán y sus colaboradores auxilió a otros investigadores para interpretar los textos del Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, en cual se hace la siguiente mención: “A un lugar de oriente, del cual procedían los padres del pueblo maya, sus guías debían viajar —cruzando el mar— para ser investidos como grandes sacerdotes”.
La doctora Luz María Durán también expresó su convicción de que los mayas llevaron la cultura Atlante a Egipto y fueron instructores de los antiguos egipcios en la construcción de sus primeras pirámides. “La luz del conocimiento occidental, no llegó de Oriente, como se cree. De hecho esta lámpara de sabiduría recibió su primera luz de Occidente: ¡de la Atlántida!, desde donde irradió al Oriente, en épocas antiquísimas.
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