El amor, diamante que no tiene precio

El autor, descrito como “el cronista por excelencia de la postindependencia de Angola”, visitó México; estuvo en la FIL y después presentó en Xalapa su libro Sobre una comba y otros cuentos

Ketzalzin Almanza

  · sábado 8 de diciembre de 2018

Foto: Ketzalzin Almanza

Con cuentas negras, rojas y blancas, reposando sobre su pecho, unidas unas tras otras y encontrándose al centro con un dije que representa a Escorpión (su signo zodiacal), Manuel Rui (1941) dice que intenta alejar las malas vibras; es su forma de llamar al amor sin tener que enunciarlo.

El escritor angoleño es conocido por ser el cronista por excelencia de la postindependencia de Angola. Vino a México para presentar su libro Sobre una comba y otros cuentos, traducción realizada por la Universidad Veracruzana; aunque el recorrido inició en la Ciudad de México, en esta ocasión tocó conversar con él en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara; después sus andanzas lo llevaron a Xalapa para promover esta nueva publicación.

Rui tiene un pasado aguerrido que define su carácter y su forma de ver la vida, cosa que se dejó ver en esta conversación.

En estos relatos, usted decide darle voz a sus personajes, aunque no siempre ha sido así, ¿por qué?

Los personajes de esta obra representan la vida cotidiana justo después de la independencia de Angola. Para mí es la primera fase de mi producción literaria. La segunda fase de mi obra comienza con Si pudiera ser una ola, un libro que se convirtió en una especie de sombra que me persigue.

¿En qué difiere Si pudiera ser una ola?

Este libro es una ruptura con el marxismo-leninismo que se convirtió en una dictadura. Llevaron de Cuba una idiosincrasia que no correspondía con la realidad angoleña. Teníamos una tradición de libre mercado y era imposible pasar a una economía tipo soviética o cubana. Por eso hay una serie de personajes que abogan por la libertad.

Después del proceso de adaptación de los sistemas ideológicos comunistas en Angola y del proceso independentista por el que ha pasado, ¿con qué se ha quedado su país?

Se quedó una silla vacía. Aunque el comunismo en Angola nunca fue verdadero. El problema no fue la ideología (la religión), sino los sacerdotes: nunca siguieron el pensamiento de Marx. El presidente decía: “Angola sólo será libre cuando se termine el Aparhteid”, así que tuvimos que volvernos guerrilleros para que eso sucediera; para los simpatizantes del Apartheid era imposible perder una guerra contra los negros.

Sobre el proceso de soltar y retener voces, por un lado, les cede la voz a sus personajes, pero por otro lado, ha escrito el Himno Nacional de su país, ¿siente que representa un sentimiento generalizado?

Pienso que sí, incluso la gente aún me pide autógrafos en la calle. Además, me respetan porque tengo las manos limpias, por dentro y por fuera de los bolsillos. Saben que yo podría ser millonario porque dirigí el Gabinete de Diamantes durante 20 años y la gente que trabajó conmigo hoy es rica.

¿Cuál es el diamante que no tiene precio?

El amor y la traducción. La traducción es una especie de arcoíris, un puente entre un idioma y otro que podemos recorrer hasta morir.

Después de este proceso, ¿sigue creyendo en los seres humanos?

Sigo siendo optimista. Imagina que todo el mundo fuera como la FIL: jóvenes devorando libros como dulces. En Angola buscamos reducir el azúcar en las escuelas, pero aquí, en la Feria, las cosas dulces son las palabras. Aquí parece que es el inicio de la paz.

Hay una canción que dice “¡Eh! niño, ya puedo morir, ya vi a Angola independiente”. Ahora puedo cantar: “¡Eh! niño, volví a vivir, viví la FIL intensamente”.