/ jueves 28 de junio de 2018

Cine diario/ ¿Cine estridentista?

Estridentismo tuvo su significado más interesante en la irreverencia más que en la apetencia del escándalo jactancioso

¿Hubo un cine estridentista? No recuerdo nombre alguno de director o actor que haya fundado o formado parte del movimiento estridentista. Es asunto sabido y sobado que el Estridentismo tuvo su significado más interesante en la irreverencia más que en la apetencia del escándalo jactancioso para impregnarle un nuevo derrotero a la creación de la época fijando, de esta forma, su mirada hacia la modernidad y el progreso que tenían un rostro evidente: la de las grandes urbes.

En un estupendo ensayo sobre el Estridentismo, José Manuel Prieto de la Universidad Autónoma de Nuevo León, señala lo siguiente: “El grupo no tuvo arquitectos ni urbanistas, pero los poetas y pintores estridentistas hicieron de la ciudad moderna su principal y más productiva obsesión estética, al punto de que llegaron a concebir la utopía de Estridentópolis. Actuaron, en consecuencia, como verdaderos demiurgos de la ciudad moderna en México.”

Si nos atenemos a esta observación de que “El grupo no tuvo arquitectos ni urbanistas”, podríamos agregar que tampoco tuvo cineastas y, por lo mismo, es que no podríamos hablar en términos estrictos de un cine estridentista.

Por eso, debemos apegarnos al sentir de Manuel Maples Arce sobre que el Estridentismo trataba de encontrar una forma poética adecuada para representar el nuevo paisaje citadino “marcado por influjos eléctricos de la luz neón, motores de automóviles y olor a gasolina”.

Es decir, para Maples la dinámica y excitación que la modernidad inyectaba a la vida de la época tenía un paralelo con la cinemática de la imagen y sus amplias posibilidades de manipulación del ritmo visual y secuencia de la realidad captada por una cámara de cine ya que la imagen cinematográfica es un «significante» más amplio respecto a la palabra, puesto que ésta se inscribe en un nivel de abstracción, mientras la imagen es concreta, remite directamente a un referente.

De alguna manera el cine es provocador puesto que sus imágenes, sometidas a la manipulación artística, pueden resultar inquietantes si se les quiere sujetar a un prurito de convicción meramente estética. Es decir, el cine es anfibio: por un lado perpetúa, así lo ha hecho en sus apenas 123 años de existencia, el quehacer de las proyecciones sociales del núcleo humano; y por otra, le otorga a la realidad un complemento inamovible: el que le otorgue el núcleo social o el espectador individual…


¿Hubo un cine estridentista? No recuerdo nombre alguno de director o actor que haya fundado o formado parte del movimiento estridentista. Es asunto sabido y sobado que el Estridentismo tuvo su significado más interesante en la irreverencia más que en la apetencia del escándalo jactancioso para impregnarle un nuevo derrotero a la creación de la época fijando, de esta forma, su mirada hacia la modernidad y el progreso que tenían un rostro evidente: la de las grandes urbes.

En un estupendo ensayo sobre el Estridentismo, José Manuel Prieto de la Universidad Autónoma de Nuevo León, señala lo siguiente: “El grupo no tuvo arquitectos ni urbanistas, pero los poetas y pintores estridentistas hicieron de la ciudad moderna su principal y más productiva obsesión estética, al punto de que llegaron a concebir la utopía de Estridentópolis. Actuaron, en consecuencia, como verdaderos demiurgos de la ciudad moderna en México.”

Si nos atenemos a esta observación de que “El grupo no tuvo arquitectos ni urbanistas”, podríamos agregar que tampoco tuvo cineastas y, por lo mismo, es que no podríamos hablar en términos estrictos de un cine estridentista.

Por eso, debemos apegarnos al sentir de Manuel Maples Arce sobre que el Estridentismo trataba de encontrar una forma poética adecuada para representar el nuevo paisaje citadino “marcado por influjos eléctricos de la luz neón, motores de automóviles y olor a gasolina”.

Es decir, para Maples la dinámica y excitación que la modernidad inyectaba a la vida de la época tenía un paralelo con la cinemática de la imagen y sus amplias posibilidades de manipulación del ritmo visual y secuencia de la realidad captada por una cámara de cine ya que la imagen cinematográfica es un «significante» más amplio respecto a la palabra, puesto que ésta se inscribe en un nivel de abstracción, mientras la imagen es concreta, remite directamente a un referente.

De alguna manera el cine es provocador puesto que sus imágenes, sometidas a la manipulación artística, pueden resultar inquietantes si se les quiere sujetar a un prurito de convicción meramente estética. Es decir, el cine es anfibio: por un lado perpetúa, así lo ha hecho en sus apenas 123 años de existencia, el quehacer de las proyecciones sociales del núcleo humano; y por otra, le otorga a la realidad un complemento inamovible: el que le otorgue el núcleo social o el espectador individual…


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