/ lunes 8 de octubre de 2018

Corre, lee y dile / Manifiesto del Crack o de la novela total

El Crack no es ruptura, sino defensa de lo mejor de las letras mexicanas

Hay escritores que sellan su impronta gracias a su talento, su profundidad filosófica y su arte de forjar las palabras. Hay otros que deambulan en la liviandad, las frases fáciles y el apoyo de críticos convenencieros que los ungen con su costal de adjetivos adulatorios.

A finales del siglo XX, un grupo de cinco jóvenes escritores emiten un documento en el que pretenden defender al género de la novela de la superficialidad, de la réplica facilona de estilos y de la complacencia del best seller.

El siete de agosto de 1996 en la Casa de la Cultura de San Ángel, en la Ciudad de México, Ricardo Chávez Castañeda, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi dan a conocer el Manifiesto Crack, un conjunto de ideales y convicciones en defensa de la novela total.

Veinte años después, el grupo de amigos que se habían conocido en la preparatoria reflexionan sobre los caminos andados después de aquel ímpetu y osadía de darle un nombre a sus preocupaciones y propuestas, y vuelven a publicar un documento que se convierte en el Postmanifiesto del Crack. Ambas propuestas la Editorial de la Universidad Veracruzana las retoma y publica como documentos necesarios de tener en cuenta en el panorama literario contemporáneo.

Al darse a conocer el Manifiesto Crack se dan a conocer cinco novelas que serían la carta de presentación del grupo. Ellas son: El temperamento melancólico, de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968); Memoria de los días, de Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966); Si volviesen sus majestades, de Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968-Querétaro, 2016); La conspiración idiota, de Ricardo Chávez Castañeda (Ciudad de México, 1961), y Las rémoras, de Eloy Urroz (Nueva York, 1967).

El recordado Ignacio Padilla escribe: “El Crack no fue ni pretendió ser nunca una generación ni un movimiento, no digamos una estética. Se trató más bien de una invitación y, al caso, de una actitud. O de la invitación a recuperar cierta actitud hacia la escritura y la lectura. Si bien interpelaba a editores, autores y crítica, su manifiesto estuvo dirigido sobre todo a los lectores”.

A poco más de 20 años, el contexto político, social, económico y cultural ha cambiado, la literatura mexicana no es la excepción, su novela, menos. El Crack no es ruptura, sino defensa de lo mejor de las letras mexicanas.

Manifiesto Crack y Postmanifiesto del Crack, 1996-2016, de Ricardo Chávez Castañeda, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi, edición y prólogo de Tomás Regalado López, 78 páginas, 2018, se puede adquirir en la Editorial de la UV, Hidalgo 9, zona Centro de Xalapa.


Hay escritores que sellan su impronta gracias a su talento, su profundidad filosófica y su arte de forjar las palabras. Hay otros que deambulan en la liviandad, las frases fáciles y el apoyo de críticos convenencieros que los ungen con su costal de adjetivos adulatorios.

A finales del siglo XX, un grupo de cinco jóvenes escritores emiten un documento en el que pretenden defender al género de la novela de la superficialidad, de la réplica facilona de estilos y de la complacencia del best seller.

El siete de agosto de 1996 en la Casa de la Cultura de San Ángel, en la Ciudad de México, Ricardo Chávez Castañeda, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi dan a conocer el Manifiesto Crack, un conjunto de ideales y convicciones en defensa de la novela total.

Veinte años después, el grupo de amigos que se habían conocido en la preparatoria reflexionan sobre los caminos andados después de aquel ímpetu y osadía de darle un nombre a sus preocupaciones y propuestas, y vuelven a publicar un documento que se convierte en el Postmanifiesto del Crack. Ambas propuestas la Editorial de la Universidad Veracruzana las retoma y publica como documentos necesarios de tener en cuenta en el panorama literario contemporáneo.

Al darse a conocer el Manifiesto Crack se dan a conocer cinco novelas que serían la carta de presentación del grupo. Ellas son: El temperamento melancólico, de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968); Memoria de los días, de Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966); Si volviesen sus majestades, de Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968-Querétaro, 2016); La conspiración idiota, de Ricardo Chávez Castañeda (Ciudad de México, 1961), y Las rémoras, de Eloy Urroz (Nueva York, 1967).

El recordado Ignacio Padilla escribe: “El Crack no fue ni pretendió ser nunca una generación ni un movimiento, no digamos una estética. Se trató más bien de una invitación y, al caso, de una actitud. O de la invitación a recuperar cierta actitud hacia la escritura y la lectura. Si bien interpelaba a editores, autores y crítica, su manifiesto estuvo dirigido sobre todo a los lectores”.

A poco más de 20 años, el contexto político, social, económico y cultural ha cambiado, la literatura mexicana no es la excepción, su novela, menos. El Crack no es ruptura, sino defensa de lo mejor de las letras mexicanas.

Manifiesto Crack y Postmanifiesto del Crack, 1996-2016, de Ricardo Chávez Castañeda, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi, edición y prólogo de Tomás Regalado López, 78 páginas, 2018, se puede adquirir en la Editorial de la UV, Hidalgo 9, zona Centro de Xalapa.


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