XALAPA, Ver.- En las primeras horas del último día del mes de julio, mientras una lluvia pertinaz cubre el territorio veracruzano, la nostalgia y la tristeza hacen lo suyo en la comunidad cultural, la cual despide a Guillermo Landa Velázquez y Julio César Martínez García, quienes dedicaron gran parte de sus vidas a las letras, la edición, la poesía y la docencia.
Guillermo Landa (julio de 1935-julio 2020), originario del municipio de Huatusco, es considerado un referente en la literatura hispanoamericana del siglo XXI. Poseedor de una mente brillante, en su juventud se convirtió en abogado y desempeñó comisiones culturales como diplomático en diversos países, sin que esta actividad fuera motivo para dejar a un lado su impulso por escribir, por hacer de la palabra oral y escrita el conducto para comunicar y compartir su particular manera de ver el mundo.
Poeta bilingüe (español y francés), deja para la posteridad un acervo compuesto por antologías en las que sobresale su afecto al mar, a la vida, a las distintas emociones que cualquier ser humano puede experimentar. También la muerte fue uno de sus temas recurrentes.
Este mar que yo soy, De nuevo el mar, Eucrático, Epitafios para la vida y seis poemas vitalicios, Alción muerto y Regocijos del mar son solo algunas de las obras a través de las cuales los hispanohablantes lo pueden conocer o reconocer. Hombre del mundo, su poesía está también disponible en inglés, francés, servio–croata y polaco.
Su deceso, en medio de la pandemia por Covid-19, hace imposible la realización de homenajes. No obstante, Facebook ha servido para que sus seres queridos y lectores le dediquen sentidos mensajes de despedida, tanto a él como a Julio César Martínez García, quien en Xalapa trazó un camino fecundo para las letras y sus hacedores.
Docente en Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, el antropólogo y literato destacó como estudioso del estridentismo, crítico literario y de arte, promotor y periodista cultural, poeta así como colaborador y editor de suplementos y revistas. Con su más reciente propuesta, Confabuladores, daba cuenta de su empecinamiento por crear y sostener espacios independientes para las letras, pese al esfuerzo y desgaste emocional que conlleva una iniciativa de tales características.
En las últimas presentaciones del tercer número de esta revista, ocurridas en el mes de enero en distintos espacios alternativos de la capital del estado, Julio César manifestaba con total seguridad que se equivocan quienes en la actualidad argumentan que vivimos la era digital y que, por lo tanto, habrán de desaparecer las publicaciones impresas.
Esta aseveración la describía como temeraria, porque al lado de sus amigos confabuladores Alejandro Schwartz, Juan José González, Eduardo Vázquez y Daniel Acevedo, declaró: “En el andar nos hemos encontrado con una extraordinaria gama de lectores que gusta de la letra y la tinta. Larga vida a las publicaciones impresas, larga vida a las letras y sus lectores”.
Queda en el aire la invitación, para quien quiera tomarla, de confabular ahora y siempre, entendida esta acción, de acuerdo con las palabras del maestro, “como reconstruir la historia desde la postura crítica donde el imaginario popular tenga una presencia efectiva y determinante”.
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