/ jueves 2 de agosto de 2018

He mamado en mi familia, lo que es el flamenco

La bailaora, de la segunda generación del linaje flamenco de los Amaya nacida en México, impartió un taller en Xalapa

Víctor León Diez

En la cuarta década del siglo XX el mundo conoció el arte flamenco del cante, el toque y el baile, en su esencia gitana más pura, gracias a la familia catalana de los Amaya, con la bailaora Carmen Amaya al frente, quien llegaría a convertirse en referente clásico del arte flamenco.

Fue en 1936, al inicio de la Guerra Civil en España, que los Amaya dejan Barcelona y se embarcan al continente americano para difundir lo que era su vida: el arte flamenco.

A su paso por la Ciudad de México, Antonia –hermana de Carmen– y su esposo el cantaor Chiquito de Triana, deciden quedarse y aquí nace su hija la bailaora Mercedes Amaya, La Winy, quien se casa con el guitarrista mexicano Santiago Aguilar y en 1985 nace Karime Amaya, quien actualmente está posicionada como la mejor bailaora de flamenco en el mundo.

Estuvo Karime Amaya de visita en Xalapa, para impartir un taller de tres días, invitada por Cecilia Gómez, del espacio de experimentación creativa Noniná, y por Lorena Ortega, de La Roja Flamenco, y tuvimos oportunidad de conversar con ella:

Karime Amaya, La mexicana, así te llamó un periódico de España, ya que eres la primera generación del linaje flamenco de los Amaya nacida en México.

–No, soy la segunda, ya que mi madre Mercedes Amaya nació en México, ella sí, descendiente directa de españoles, y mi padre Santiago Aguilar es mexicano.

Estar platicando contigo es como conversar con algún descendiente de Gaudí o de Picasso o quizás de Goya.

–Riendo afirma: Sí, algo parecido por el aporte que hicieron a la cultura. Realmente tu familia, a través de tu tía-abuela Carmen Amaya, pone en la escena internacional el arte flamenco que en ese entonces no existía fuera de España, estamos hablando de la cuarta década del siglo XX. Lo mismo pasó con Carlos Gardel, que saca el tango de Argentina, lo lleva a Europa y de allí para el mundo. En el caso de tu familia, con la bailaora Carmen Amaya al frente, sacan el flamenco de Barcelona y lo traen al continente americano primero y curiosamente a Argentina y de aquí al mundo. Y ahora tú como bailaora sigues enriqueciendo el nombre de la familia Amaya.

–Eso quiero.

Actualmente eres una estrella en el firmamento de la escena internacional del flamenco, viajas por todo el mundo invitada a los festivales más importantes, de hecho el pasado julio estuviste en el Festival de Arte Flamenco de Monterrey.

–Sí, es un festival que muestra lo mejor del panorama actual del flamenco, es un festival que lleva veinte años de estar realizándose.

¿Cómo te va ahora y qué es lo que estás haciendo?

–Bien, ahora decidí quedarme más tiempo en Barcelona, estar un poco más estable, pues allí vive mi hijo. Igual, con mucho trabajo, pero la verdad es que tuve una época, del 2013 al 2015, que no paraba de andar bailando por toda América, Europa y Asía, realmente muchísimo trabajo. Actualmente trabajo en el tablao El Cordobés, de Barcelona, que junto con el tablao Casa Patas, de Madrid, son considerados como las catedrales del flamenco en el mundo. También Barcelona es mi punto de partida para hacer presentaciones en festivales dentro de España e internacionales en toda Europa. Y a finales de este año voy a meterme a trabajar en la producción de un espectáculo con mi compañía.

¿Cuál es la temática del espectáculo?

–El espectáculo se va a llamar La Fuente y, mira, es un poco mostrar por qué bailo, por qué soy flamenca; y aunque sí, se me relaciona con Carmen Amaya, lo cierto es que hay más flamencos en mi familia, no sólo Carmen. Ahí está mi abuelo Chiquito de Triana, que aunque no es muy conocido aparece en las grabaciones de las antologías del flamenco. Entonces quiero que entiendan que vengo de una tradición muy vasta de flamenco y que me ha elegido está profesión a mí, aparte que yo amo lo que hago porque provengo de una familia toda enraizada en el género y estoy ligada a eso.

¿Es cierto que en algún momento de tu vida pensaste en ser veterinaria?

–Bueno, no es que haya querido ser veterinaria, lo que pasa es que tengo un amor por los animales y, más bien, es que no tenía claro que quería bailar. Era una rebeldía de niña a bailar, porque me veían facultades y mi familia insistía: baila, baila; y yo me negaba diciéndome: como todos lo hacen, yo no lo voy a hacer. Pero fue una etapa corta de mi vida.

¿De qué forma este amor por los animales se refleja en tu arte como bailaora?

–No sé si lo puedo relacionar, pero sí que lo puedo relacionar a la bondad del ser humano. Mi madre siempre me ha dicho: un ser humano que no sienta compasión por un animal va mal encaminado; y así lo creo. No me gusta la gente que no les gustan los animales, yo respeto que a lo mejor no quieran tenerlos en sus vidas, pero hay que respetar la vida de los animales como una parte esencial de la condición humana.

¿En algún momento has dicho que el flamenco que bailas es duro y puro, qué significa eso?

–Mira, buscar definiciones al tipo de arte que cada uno hace es complicado, es bastante delicado. Yo creo que yo he mamado en mi familia, que he tenido un ejemplo claro de lo que es el flamenco, al menos para nosotros. Así que partiendo de lo que soy, respetando siempre la estructura, la forma, el distorsionar, es un ejemplo claro que he tratado de seguir dentro de mi evolución; porque el flamenco, como la danza, evoluciona de alguna manera; pero sí de respetar lo que en mi casa me educaron.

¿Respetar la raíz?

–Sí, hablo de las raíces, pues el flamenco hoy en día está muy fusionado, hay veces que yo misma no entiendo nada; a mí me gusta entender lo que veo.

¿En este sentido que te parece lo que hace Israel Galván?

–Pues has tocado a una persona que admiro, una persona que yo llegué a ver bailando flamenco muy bien hace muchos años.

En el año 2002 Karime Amaya compartió escenario con Farruquito, María Pagés e Israel Galván. Pero él decidió tomar otro camino, otra línea que respeto, porque es un artista que no se saltó las bases para hacer lo que está haciendo ahora. ¿Entiendes lo que digo? Él conoce, está sobrado de lo que son las bases de lo que es el flamenco real, pero él no ha querido hacerlo, pero sabe hacerlo.

Pero Israel Galván como bailaor es un innovador

–Sí, pero hay cosas que él ha hecho que no comprendo como flamenco. ¿Sabes lo que quiero decir? Y que en un momento dado me chocan y no me gustan, aunque reconozco que hay preparación, una técnica, que tiene una facilidad para hacer lo que le dé la gana con su cuerpo. Me lo puedes vender como contemporáneo, como una cosa nueva, ponerle un nombre a lo mejor diferente y claro que me gusta, pero ponérmelo como flamenco, no.

¿Entonces, podemos decir que el flamenco que tú comprendes y con el cual te comprometes es el tradicional?

–Sí, yo creo que no hay más, yo creo que nuestros antepasados nos lo han dejado, ya lo descubrieron todo y que no hay nada más por descubrir.

¿Con cuál de los palos del flamenco te sientes más confortable, más creativa y que te expresas más?

–La soleá y la seguidilla. Dos estilos que se bailan con mucha solemnidad, sentimiento y emoción.

Ahora estás por primera vez en Xalapa, donde impartiste un taller gracias a la invitación de las academias de baile Noniná y la Roja Flamenco; éste fue tomado por más de veinte bailaoras de nivel intermedio y avanzado de estas academias. ¿Cómo estuvo?

–Bien, ha sido muy rápido, a mí se me ha pasado el tiempo volando y dan ganas de seguir enseñando y sé del esfuerzo que han hecho Cecilia y Lorena y me hubiera gustado que fueran más días.

¿Cuándo podemos ver un espectáculo de Karime Amaya en Xalapa?

–Pues ojalá pudiera venir con mi espectáculo La Fuente. ¿Aquí hay un buen teatro? Pues si Noniná y la Roja Flamenco cuentan con los apoyos suficientes, con gusto regreso a Xalapa.


Víctor León Diez

En la cuarta década del siglo XX el mundo conoció el arte flamenco del cante, el toque y el baile, en su esencia gitana más pura, gracias a la familia catalana de los Amaya, con la bailaora Carmen Amaya al frente, quien llegaría a convertirse en referente clásico del arte flamenco.

Fue en 1936, al inicio de la Guerra Civil en España, que los Amaya dejan Barcelona y se embarcan al continente americano para difundir lo que era su vida: el arte flamenco.

A su paso por la Ciudad de México, Antonia –hermana de Carmen– y su esposo el cantaor Chiquito de Triana, deciden quedarse y aquí nace su hija la bailaora Mercedes Amaya, La Winy, quien se casa con el guitarrista mexicano Santiago Aguilar y en 1985 nace Karime Amaya, quien actualmente está posicionada como la mejor bailaora de flamenco en el mundo.

Estuvo Karime Amaya de visita en Xalapa, para impartir un taller de tres días, invitada por Cecilia Gómez, del espacio de experimentación creativa Noniná, y por Lorena Ortega, de La Roja Flamenco, y tuvimos oportunidad de conversar con ella:

Karime Amaya, La mexicana, así te llamó un periódico de España, ya que eres la primera generación del linaje flamenco de los Amaya nacida en México.

–No, soy la segunda, ya que mi madre Mercedes Amaya nació en México, ella sí, descendiente directa de españoles, y mi padre Santiago Aguilar es mexicano.

Estar platicando contigo es como conversar con algún descendiente de Gaudí o de Picasso o quizás de Goya.

–Riendo afirma: Sí, algo parecido por el aporte que hicieron a la cultura. Realmente tu familia, a través de tu tía-abuela Carmen Amaya, pone en la escena internacional el arte flamenco que en ese entonces no existía fuera de España, estamos hablando de la cuarta década del siglo XX. Lo mismo pasó con Carlos Gardel, que saca el tango de Argentina, lo lleva a Europa y de allí para el mundo. En el caso de tu familia, con la bailaora Carmen Amaya al frente, sacan el flamenco de Barcelona y lo traen al continente americano primero y curiosamente a Argentina y de aquí al mundo. Y ahora tú como bailaora sigues enriqueciendo el nombre de la familia Amaya.

–Eso quiero.

Actualmente eres una estrella en el firmamento de la escena internacional del flamenco, viajas por todo el mundo invitada a los festivales más importantes, de hecho el pasado julio estuviste en el Festival de Arte Flamenco de Monterrey.

–Sí, es un festival que muestra lo mejor del panorama actual del flamenco, es un festival que lleva veinte años de estar realizándose.

¿Cómo te va ahora y qué es lo que estás haciendo?

–Bien, ahora decidí quedarme más tiempo en Barcelona, estar un poco más estable, pues allí vive mi hijo. Igual, con mucho trabajo, pero la verdad es que tuve una época, del 2013 al 2015, que no paraba de andar bailando por toda América, Europa y Asía, realmente muchísimo trabajo. Actualmente trabajo en el tablao El Cordobés, de Barcelona, que junto con el tablao Casa Patas, de Madrid, son considerados como las catedrales del flamenco en el mundo. También Barcelona es mi punto de partida para hacer presentaciones en festivales dentro de España e internacionales en toda Europa. Y a finales de este año voy a meterme a trabajar en la producción de un espectáculo con mi compañía.

¿Cuál es la temática del espectáculo?

–El espectáculo se va a llamar La Fuente y, mira, es un poco mostrar por qué bailo, por qué soy flamenca; y aunque sí, se me relaciona con Carmen Amaya, lo cierto es que hay más flamencos en mi familia, no sólo Carmen. Ahí está mi abuelo Chiquito de Triana, que aunque no es muy conocido aparece en las grabaciones de las antologías del flamenco. Entonces quiero que entiendan que vengo de una tradición muy vasta de flamenco y que me ha elegido está profesión a mí, aparte que yo amo lo que hago porque provengo de una familia toda enraizada en el género y estoy ligada a eso.

¿Es cierto que en algún momento de tu vida pensaste en ser veterinaria?

–Bueno, no es que haya querido ser veterinaria, lo que pasa es que tengo un amor por los animales y, más bien, es que no tenía claro que quería bailar. Era una rebeldía de niña a bailar, porque me veían facultades y mi familia insistía: baila, baila; y yo me negaba diciéndome: como todos lo hacen, yo no lo voy a hacer. Pero fue una etapa corta de mi vida.

¿De qué forma este amor por los animales se refleja en tu arte como bailaora?

–No sé si lo puedo relacionar, pero sí que lo puedo relacionar a la bondad del ser humano. Mi madre siempre me ha dicho: un ser humano que no sienta compasión por un animal va mal encaminado; y así lo creo. No me gusta la gente que no les gustan los animales, yo respeto que a lo mejor no quieran tenerlos en sus vidas, pero hay que respetar la vida de los animales como una parte esencial de la condición humana.

¿En algún momento has dicho que el flamenco que bailas es duro y puro, qué significa eso?

–Mira, buscar definiciones al tipo de arte que cada uno hace es complicado, es bastante delicado. Yo creo que yo he mamado en mi familia, que he tenido un ejemplo claro de lo que es el flamenco, al menos para nosotros. Así que partiendo de lo que soy, respetando siempre la estructura, la forma, el distorsionar, es un ejemplo claro que he tratado de seguir dentro de mi evolución; porque el flamenco, como la danza, evoluciona de alguna manera; pero sí de respetar lo que en mi casa me educaron.

¿Respetar la raíz?

–Sí, hablo de las raíces, pues el flamenco hoy en día está muy fusionado, hay veces que yo misma no entiendo nada; a mí me gusta entender lo que veo.

¿En este sentido que te parece lo que hace Israel Galván?

–Pues has tocado a una persona que admiro, una persona que yo llegué a ver bailando flamenco muy bien hace muchos años.

En el año 2002 Karime Amaya compartió escenario con Farruquito, María Pagés e Israel Galván. Pero él decidió tomar otro camino, otra línea que respeto, porque es un artista que no se saltó las bases para hacer lo que está haciendo ahora. ¿Entiendes lo que digo? Él conoce, está sobrado de lo que son las bases de lo que es el flamenco real, pero él no ha querido hacerlo, pero sabe hacerlo.

Pero Israel Galván como bailaor es un innovador

–Sí, pero hay cosas que él ha hecho que no comprendo como flamenco. ¿Sabes lo que quiero decir? Y que en un momento dado me chocan y no me gustan, aunque reconozco que hay preparación, una técnica, que tiene una facilidad para hacer lo que le dé la gana con su cuerpo. Me lo puedes vender como contemporáneo, como una cosa nueva, ponerle un nombre a lo mejor diferente y claro que me gusta, pero ponérmelo como flamenco, no.

¿Entonces, podemos decir que el flamenco que tú comprendes y con el cual te comprometes es el tradicional?

–Sí, yo creo que no hay más, yo creo que nuestros antepasados nos lo han dejado, ya lo descubrieron todo y que no hay nada más por descubrir.

¿Con cuál de los palos del flamenco te sientes más confortable, más creativa y que te expresas más?

–La soleá y la seguidilla. Dos estilos que se bailan con mucha solemnidad, sentimiento y emoción.

Ahora estás por primera vez en Xalapa, donde impartiste un taller gracias a la invitación de las academias de baile Noniná y la Roja Flamenco; éste fue tomado por más de veinte bailaoras de nivel intermedio y avanzado de estas academias. ¿Cómo estuvo?

–Bien, ha sido muy rápido, a mí se me ha pasado el tiempo volando y dan ganas de seguir enseñando y sé del esfuerzo que han hecho Cecilia y Lorena y me hubiera gustado que fueran más días.

¿Cuándo podemos ver un espectáculo de Karime Amaya en Xalapa?

–Pues ojalá pudiera venir con mi espectáculo La Fuente. ¿Aquí hay un buen teatro? Pues si Noniná y la Roja Flamenco cuentan con los apoyos suficientes, con gusto regreso a Xalapa.


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