Después de estar “muertos en vida” en 2020, en 2022 los artistas empiezan nuevamente a florecer, pero lo hacen en medio de economías menguadas y con aforos controlados que los llevan a hacer esfuerzos cada vez mayores, expresa el músico Horacio Franco.
Feliz de volver al estado de Veracruz para participar en el ciclo “El barroco en la tradición del son 2022”, el flautista celebra la fortaleza y resiliencia de la comunidad artística, pero también observa las dificultades en las cuales desarrolla su trabajo.
En entrevista previa a concierto en Xalapa, menciona que aunque no se puede generalizar, la crisis sanitaria sí les ha permitido a más personas darse cuenta de cómo pierden el tiempo en banalidades. Ha habido así, en casa, mayor consumo del arte, como entretenimiento y como sensibilizador.
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Reconocer este valor del arte —opina— no es suficiente para ahora pagar por una actividad porque la economía está trastocada por la pandemia y por la guerra en Ucrania y Rusia.
“Es maravilloso seguir vivos, pero estamos en un predicamento de cuidar muy bien nuestros ingresos y nuestro trabajo; nuestros esfuerzos están enfocados en llegar a un mayor número de gente y, por los aforos limitados, si se tienen que hacer dos o tres funciones en lugar de una, las estamos haciendo”.
Por su poder sensibilizador y de abstracción, Horacio Franco cree que el arte y la cultura pueden ser muy útiles en el presente, sobre todo en niños y adolescentes, quienes aún no pueden digerir toda la información abrumadora que les llega.
“Sin duda habrá quienes tuvieron o están teniendo más tiempo de calidad con sus familias, pero también están los golpeados, los que escuchan más gritos, más pleitos; los que viven más violencia intrafamiliar. Si a eso se le suma el exceso de información y los videojuegos con contenido violento, sí que es de pensarse…”.
En su caso, ¿la crisis sanitaria ha cambiado la percepción de su quehacer? Su respuesta es afirmativa: “Ya no quiero tanto trabajo, tanto viaje. Viajar es muy bonito, pero es antinatural, desgastante ausentarse hasta dos semana de casa. Quiero cosas que me satisfagan más”.
Ante la pérdida de conciertos, Horacio Franco invirtió en un negocio que está funcionando, pero aún tiene una deuda. No sabe cuándo la terminará de pagar, pero sí que valora ahora más el tiempo y todo aquello que le dé tranquilidad.
La tarde del 10 de junio, compartió escenario con músicos y bailarines en la sala Emilio Carballido del Teatro del Estado. Su presentación se dio ante un público cuyo aplauso fue aumentando gradualmente en calidez y entusiasmo conforme se desarrolló el programa.
Sonaron chaconas, zarabandas y folías (formas musicales propias del barroco), y sones icónicos como “La Iguana”. Previo al cierre, Horacio Franco explicó la relación entre el barroco y el son.
No es una especulación, dijo, pues de muchas formas hay una hermandad entre la música barroca y el son jarocho y son huasteco, producto del mestizaje entre indígenas, negros y españoles.
“Si no hubiera sido por los españoles no habríamos tenido los instrumentos de cuerda; si no hubiera sido por los negros, no tendríamos la percepción rítmica tan persistente y tan fuerte, y si no hubiera sido por la cosmogonía indígena, no habría sido posible ese maravilloso mestizaje”.
“La música popular que conocemos es producto de esos momentos. Música clandestina que nunca se escribió, que se fue modificando hasta dar como resultado el son y todas las músicas tradicionales que luego fueron a parar a Europa”.
“No hay que pelearse pero sí exigir que históricamente los ancestros españoles sí fueron avasalladores con esta nación y los pueblos indígenas. Hoy por hoy hay que reivindicarlos, igual que nuestra negritud, nuestra hispanidad —¿por qué no?— y nuestro mestizaje. Finalmente, la música nos hermana”.
Al término de su mensaje, sonó “La Bamba”, con aplausos para el flautista barroco, para Leopoldo Novoa y su marimbol, para Alejandra Paniagua y su arpa jarocha, lo mismo que para Bárbara Cerón y su arpa barroca.
También para Eloy Cruz, en guitarra barroca, y Enrique Barona, en la jarana, así como las bailarinas Magdalena Villarán, en danza barroca, y Karen García en zapateado jarocho.
“El barroco en la tradición del son” se efectuó en la entidad por segunda ocasión y esta vez desarrolló actividades académicas y artísticas coordinadas por el Instituto Veracruzano de la Cultura. Por contar con apoyos federales, también se efectuará en la Ciudad de México.