/ martes 13 de marzo de 2018

Los murales de Las Higueras

¿No es la experiencia del arte, entre todo lo que nos sale al encuentro en la naturaleza y en la historia, aquello que nos habla del modo más inmediato y que respira una enigmática familiaridad que alcanza a todo nuestro ser, como si no hubiese después de todo ninguna distancia entre ella y nosotros y todo encuentro con una obra de arte significara un encuentro con nosotros mismos?

Hans-Georg Gadamer


En el Viejo Mundo, los griegos y los romanos decoraban sus edificios con bellos encaustos, temples y frescos, siendo bañados y protegidos por capas ligeras de ceras para avivar su color, conservándolos y evitando pérdidas.

La presencia de pinturas murales greco-romanas en conjuntos arqueológicos como la necrópolis de El Fayún en Egipto, las ruinas de Herculano en Pompeya, el Palatino en Roma, entre otros, dio lugar a que se extrajeran, a lo largo de muchas décadas, más de mil fragmentos de monumentos procedentes de tales sitios.

Actualmente la mayoría de los fragmentos referidos son conservados en el Museo de Nápoles, principal centro de análisis e investigación del arte greco-romano, en donde, por ejemplo, se encuentra una escena muy famosa, “Ceres en su trono”, procedente de Pompeya.

Cerca del año 79 d.C. Pompeya, Herculano y otros lugares aledaños fueron arrasados por la explosión volcánica del Vesubio, hecho que, por un lado, complicó las labores de excavación arqueológica, pero por otro, especializó en el rescate pictórico a los arqueólogos italianos.

Debido a tan amplia experiencia en cuidado y desprendimiento de pintura mural al fresco, no se dudó en enviar especialistas mexicanos a Italia a recibir instrucción para el rescate de una serie de murales mesoamericanos.


Campo de experimentación

Varios especialistas del Centro Latinoamericano de Restauración Paul Coremans del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) viajaron a Europa a recibir capacitación sobre rescate pictórico, los cuales a su regreso ayudaron in situ en las labores arqueológicas en Las Higueras.

En este sitio arqueológico, emplazado en el municipio de Vega de Alatorre, en Veracruz, se excavó el Edificio 1 por poseer pintura mural, efectuándose diversas calas o excavaciones menores en distintos puntos para conocer cronologías por medio de cerámicas y ocarinas.

Simultáneamente, con la Universidad Veracruzana (UV) y bajo la supervisión de Sergio Arturo Montero en su Taller de Pintura Mural, se llevaron a cabo los trabajos de conservación del Departamento de Catálogo y Restauración del Patrimonio Artístico (DCRPA) del INAH.

Cabe mencionar que Alfredo Mello y Yolanda Santaella, del DCRPA, posteriormente capacitan a Juan Sánchez Bonilla y Mario Pelayo, ambos de la UV, para continuar dichas labores en tierras veracruzanas.

Todo lo anterior convirtió a Las Higueras, en palabras del arqueólogo y exdirector del Museo de Antropología de Xalapa, Rubén Morante López, en “un campo de experimentación para las técnicas del rescate y restauración mexicanas e italianas”.

Metodología idónea

En la Biblioteca del Instituto de Antropología de la UV, en Xalapa, existen varios artículos inéditos sobre Las Higueras, provenientes del arqueólogo Ramón Arellanos Melgarejo (pionero de la arqueología subacuática veracruzana), así como varios recorridos arqueológicos en Informes Técnicos que él llevó a cabo junto con Ponciano Ortiz Ceballos, entre 1975 y 1976.

Afortunadamente, el equipo a cargo resolvió varias particularidades presentadas en la excavación y, mediante la adecuación de la técnica italiana stacco a masello de desprendimiento de murales frescos pompeyanos, realizó eficazmente el desprendimiento y posterior conservación de los murales epiclásicos mesoamericanos de Las Higueras, comprobando con ello que utilizó la metodología idónea.

En estos murales (que se ubican temporalmente entre el 600 y 900 a.C., parte correspondiente del Clásico Tardío y Epiclásico de Mesoamérica), encontramos procesiones de carácter religioso, representaciones de mitos locales como el del dios Tajín apresado en el fondo del mar, en el muro oeste, o las Cihuateteotl, mujeres muertas en parto que custodian al sol en su viaje al inframundo, en el talud oeste. Por ello son tan importantes, nos habla de una sociedad que tuvo vida.


*Arqueóloga e historiadora de arte amerindio.

Correo: anaelglez@comunidad.unam.mx



¿No es la experiencia del arte, entre todo lo que nos sale al encuentro en la naturaleza y en la historia, aquello que nos habla del modo más inmediato y que respira una enigmática familiaridad que alcanza a todo nuestro ser, como si no hubiese después de todo ninguna distancia entre ella y nosotros y todo encuentro con una obra de arte significara un encuentro con nosotros mismos?

Hans-Georg Gadamer


En el Viejo Mundo, los griegos y los romanos decoraban sus edificios con bellos encaustos, temples y frescos, siendo bañados y protegidos por capas ligeras de ceras para avivar su color, conservándolos y evitando pérdidas.

La presencia de pinturas murales greco-romanas en conjuntos arqueológicos como la necrópolis de El Fayún en Egipto, las ruinas de Herculano en Pompeya, el Palatino en Roma, entre otros, dio lugar a que se extrajeran, a lo largo de muchas décadas, más de mil fragmentos de monumentos procedentes de tales sitios.

Actualmente la mayoría de los fragmentos referidos son conservados en el Museo de Nápoles, principal centro de análisis e investigación del arte greco-romano, en donde, por ejemplo, se encuentra una escena muy famosa, “Ceres en su trono”, procedente de Pompeya.

Cerca del año 79 d.C. Pompeya, Herculano y otros lugares aledaños fueron arrasados por la explosión volcánica del Vesubio, hecho que, por un lado, complicó las labores de excavación arqueológica, pero por otro, especializó en el rescate pictórico a los arqueólogos italianos.

Debido a tan amplia experiencia en cuidado y desprendimiento de pintura mural al fresco, no se dudó en enviar especialistas mexicanos a Italia a recibir instrucción para el rescate de una serie de murales mesoamericanos.


Campo de experimentación

Varios especialistas del Centro Latinoamericano de Restauración Paul Coremans del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) viajaron a Europa a recibir capacitación sobre rescate pictórico, los cuales a su regreso ayudaron in situ en las labores arqueológicas en Las Higueras.

En este sitio arqueológico, emplazado en el municipio de Vega de Alatorre, en Veracruz, se excavó el Edificio 1 por poseer pintura mural, efectuándose diversas calas o excavaciones menores en distintos puntos para conocer cronologías por medio de cerámicas y ocarinas.

Simultáneamente, con la Universidad Veracruzana (UV) y bajo la supervisión de Sergio Arturo Montero en su Taller de Pintura Mural, se llevaron a cabo los trabajos de conservación del Departamento de Catálogo y Restauración del Patrimonio Artístico (DCRPA) del INAH.

Cabe mencionar que Alfredo Mello y Yolanda Santaella, del DCRPA, posteriormente capacitan a Juan Sánchez Bonilla y Mario Pelayo, ambos de la UV, para continuar dichas labores en tierras veracruzanas.

Todo lo anterior convirtió a Las Higueras, en palabras del arqueólogo y exdirector del Museo de Antropología de Xalapa, Rubén Morante López, en “un campo de experimentación para las técnicas del rescate y restauración mexicanas e italianas”.

Metodología idónea

En la Biblioteca del Instituto de Antropología de la UV, en Xalapa, existen varios artículos inéditos sobre Las Higueras, provenientes del arqueólogo Ramón Arellanos Melgarejo (pionero de la arqueología subacuática veracruzana), así como varios recorridos arqueológicos en Informes Técnicos que él llevó a cabo junto con Ponciano Ortiz Ceballos, entre 1975 y 1976.

Afortunadamente, el equipo a cargo resolvió varias particularidades presentadas en la excavación y, mediante la adecuación de la técnica italiana stacco a masello de desprendimiento de murales frescos pompeyanos, realizó eficazmente el desprendimiento y posterior conservación de los murales epiclásicos mesoamericanos de Las Higueras, comprobando con ello que utilizó la metodología idónea.

En estos murales (que se ubican temporalmente entre el 600 y 900 a.C., parte correspondiente del Clásico Tardío y Epiclásico de Mesoamérica), encontramos procesiones de carácter religioso, representaciones de mitos locales como el del dios Tajín apresado en el fondo del mar, en el muro oeste, o las Cihuateteotl, mujeres muertas en parto que custodian al sol en su viaje al inframundo, en el talud oeste. Por ello son tan importantes, nos habla de una sociedad que tuvo vida.


*Arqueóloga e historiadora de arte amerindio.

Correo: anaelglez@comunidad.unam.mx



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