/ martes 15 de octubre de 2019

Neblina morada/Joker, la risa como expiación

Joker no es una cinta de superhéroes ni se establece la lucha entre el bien y el mal, estamos ante un personaje complejo que evoluciona, muy maltratado por la vida

Todo lo que es profundo ama la máscara, escribió Nietzsche. Un clown usa una para resaltar lo cómico y diferenciarse de los demás. El payaso es un apóstata de la sociedad, lo ha sido desde el juglar, su ancestro, el bufón, y lo es con los comediantes que no usan maquillaje pero buscan lo mismo: hacer reír. Reviste una vocación difícil; ser gracioso es un don. No obstante, siempre serán vistos como curiosidades, excéntricos aquellos del oficio, el mismo Chaplin, acaso el más célebre cómico y gran histrión.

La nueva película de Joker (Todd Phillips, 2019) retoma varios mitos y se centra más que en el personaje del cómic, en una visión personal del psicótico villano; ha habido varios guasones en el cine, pero éste se diferencia en que hurga en el origen oscuro de un hombre maduro que vive con su madre enferma a la que cuida en un departamento paupérrimo y se gana la vida como payaso en fiestas y negocios. Su cotidianidad es dura: lo maltratan todo el tiempo y lo humillan. Hasta pubertos lo golpean.

Arthur es sumamente delgado. Y tiene el plan de hacerse comediante; su madre le enseñó a hacer reír a la gente, le dice “feliz” de apodo, es un solitario que va a la psicóloga social gratuita y que, de pronto, ante tanta injusticia, pierde su trabajo. Cree que su padre es Thomas Wayne, el magnate al que su madre escribe cartas para que se haga cargo de ellos (es maltratado una y otra vez). Se percata que no puede confiar en nadie.

ANÁLISIS CON SPOILER

Joker no es una cinta de superhéroes, aunque el personaje haya surgido de ahí. No se establece la lucha entre el bien y el mal, tampoco hay un héroe poderoso, ni la violencia permea espectacularmente la cinta, ésta es dosificada. Estamos ante un personaje complejo que evoluciona, muy maltratado por la vida y con un precario equilibrio mental y emocional al ser víctima de abusos durante su infancia por parte de su madre y padrastro.

La risa de nuestro personaje es desesperada, más que una enfermedad incontrolable, es un escape. Si no tuviésemos como referencia a El Guasón, este personaje podría ser un asesino cualquiera prohijado por un sistema inhumano. No obstante, ya era un psicópata en potencia.

Vemos en la cinta un personaje que recuerda al mismo Phoenix de En realidad nunca estuviste aquí de Lynne Ramsay, el sicario brutal que se ocupa de castigar a pederastas y salvar niñas, y que vive con su madre anciana y enferma también. Dos psicóticos, uno justiciero o antihéroe exmarine y suicida en potencia; éste, villano pero obligado por abusos desde la infancia, mentiras y violencia de todo tipo. Su trasfondo es una crítica al capitalismo indiferente y salvaje, donde los poderosos, léase ricos, abusan y poseen todo el poder, y los menesterosos son no sólo explotados, sino ignorados, en una trama antigua de lucha de clases. Él no quiere ser un líder, sólo busca que lo miren; ni su psiquiatra le hace caso, es como un fantasma. La trama se complica cuando el presentador de tv Murray Franklin (Robert de Niro), que lo ve en el bar donde hace comedia, lo exhibe y lo humilla al invitarlo a su programa en vivo a petición del público.

Mauricio García y Carlos Alberto Castillo invitan a asistir a la fiesta del cómic./Eduardo Murillo

Arthur (Joaquin Phoenix, magnífico) avanza en la cinta transformándose ante cada injusticia, y sabemos que se medica, que sufre alucinaciones. No puede relacionarse con nadie, salvo el enano de su trabajo al que salva al final, porque se identifica (en sufrir discriminación y burla a pesar de ser noble) como otro desecho humano. Hay un trasunto moral que se degrada por los hechos.

Cinta nietzscheana donde se plasma el mundo aparente sobre el mundo verdadero, aquel representado por Joker, más real que el otro. La sonrisa ensayada de Arthur solo adquiere verdad cuando al final la hace con sangre al ser aclamado por la multitud anárquica. Es una cadena de venganzas: mata uno a uno a quienes lo dañaron, ya sea con mentira, desprecio, burlas (su madre, su compañero de trabajo, novia, padre putativo); si su vida fue una tragedia y la cargaba en sus hombros, al tener la anagnórisis, se vuelve comedia y se disipa la culpa y la tristeza. Nunca es un criminal del todo; al perdonar al enano distingue entre el bien y el mal, es otro maltratado como él. No se vuelve loco, lo ha estado desde el inicio; se medica, ya estuvo en Arkham, la casa de la risa. Lo de su origen queda ambiguo: si bien Wayne culpa a su madre, ella le dice que la hicieron firmar papeles y esa es la prueba de la locura; además, él heredó sus alucinaciones, puede ser no adoptado y Wayne, que ya vimos aquí es malvado (a diferencia de todo el universo Gotham), sea su verdadero padre. Esto porque parece contada por Artur toda la historia y vemos su versión nada más. Hay una crítica al neoliberalismo que prohíja estos monstruos, “el sueño de la razón engendra monstruos”. En vez de llorar, ríe; la realidad es irrisoria.

Ser feliz, la encomienda de la madre/Foto: Cortesía


Es una cinta apocalíptica. El personaje pasa de la nobleza a la violencia psicópata y justiciera. Un anarquista. Se ubica en los años 70 u 80, una pátina vintage la permea. La escalera es como su vida: sube con el mundo a la espalda, y es la metáfora de su existencia difícil; al final ya liberado, la baja bailando. Un notable ejercicio de ritmo, fotografía, trabajo de arte. Innúmeros guiños a varias cintas y de la tradición de los joker, y al cómic. Batman aparece no como su némesis, sino como su antítesis: él, marginado, el otro millonario; él, despreciado; el otro, cuidado y amado. Y al verlo lo hace reír, dos hermanos apartados por la injusticia.

El actor adelgazó muchísimo para la cinta, su gestual sin camisa parece insecto, un faquirismo modélico. Me recuerda a Gregorio Samsa por varias razones. La crítica del argumento más que social es a la condición humana. La ironía de su madre al llamarlo feliz, en su insanía, y la paradoja de inculcarle hacer reír a la gente, otra paradoja. Pero el mundo es hostil e inhumano. Por ello al final desata el caos. Nietzsche otra vez. Sólo los seres fuertes son adictos al caos. Podríamos leerlo como la antítesis de Naranja mecánica (Kubrick). Allá quieren regenerar a un psicópata, aquí lo crean.

Joker es un justiciero distorsionado, y como Kolhass de Von Kleist, atrae la filiación de las masas. Varios olvidados de la crisis en Gotham se identifican con su rebeldía. Llamarlos payasos despectivamente es común en políticos con otros nombres acaso: terroristas, comunistas, anarquistas, apátridas,muertos de hambre y que propician obras como Los Miserables.

El Guasón se apropia del discurso del poder para revertírselos en su terreno, la tv, ¿quién es entonces el delirante: el que oprime, y discrimina e invisibiliza, o el que desenmascara a pesar de tener él una máscara? El Joker fascina porque remite al juglar, al clown, al comediante. Dice cosas como: “lo extraño es que no se dan cuenta que uno está enfermo y lo tratan como si nada”.

Creí que mi vida era una tragedia y me doy cuenta que es una comedia. Espero que mi muerte cuente más que mi vida.

Lo dejan solo: suprimen programas sociales que imposibilitan su terapia; su psicóloga no lo escucha; sus compañeros de trabajo lo traicionan ; su madre él cree que le ha mentido siempre; su padre, supuesto o no, lo golpea y niega; su ídolo comediante de tv se burla de él en cadena nacional. Pero él surge triunfante. No es una víctima. Nietzsche otra vez. La escena final podría ser cuando es aclamado por la multitud de payasos, pero al ir a dar al manicomio deja esa duda sobre si todo fue un delirio, al aparecer su psiquiatra que habían despedido, un deus ex machina. Es tan poderosa la cinta que ese genio del mal se gestó del dolor, y se descarta esta premisa.

Trasciende el cómic, va más allá del psicótico villano de pacotilla, o del nihilista de Heat Ledger de Nolan. Su némesis no es un murciélago oscuro igual de psicótico, sino un mundo decadente y condenado. El episodio de la muerte de los padres de Batman, y su encuentro con Bruce en su mansión, conectan ésta con aquella historia del caballero de la noche. Las múltiples referencias al cómic como: a Killing Joke, a The Further Adventures of The Joker y a Batman TAS con lo del comediante fracasado

2) Referencia a Killing Joke en varias líneas, una de ellas 'i had a bad day".

3) Referencias a The Dark Knight Returns en el show deMurray Franklin.

4) El camarín de Arthur es el 404, el número 404 es el primer capítulo de Batman año uno de Alan Moore.

5) El maquillaje de Arthur recuerda al del Joker en Dark Prince Charming, y el de la patrulla donde Joker ve el caos callejero, como Heat Ledger, entre otras.

La cinta es un entramado de atmósferas alucinantes; la fotografía es formidable. El pulso de la época es el del presente: ese de la indiferencia, el de la negación del otro, de la saña contra el débil, y de la venganza violenta como única salida. El turno del ofendido.

“¿De qué sirve que yo tenga razón? Tengo razón sobrada. Y el último que ría será el que ría mejor”. (Nietzsche en El Crepúsculo de los ídolos).

bardamu64@hotmail.com

Todo lo que es profundo ama la máscara, escribió Nietzsche. Un clown usa una para resaltar lo cómico y diferenciarse de los demás. El payaso es un apóstata de la sociedad, lo ha sido desde el juglar, su ancestro, el bufón, y lo es con los comediantes que no usan maquillaje pero buscan lo mismo: hacer reír. Reviste una vocación difícil; ser gracioso es un don. No obstante, siempre serán vistos como curiosidades, excéntricos aquellos del oficio, el mismo Chaplin, acaso el más célebre cómico y gran histrión.

La nueva película de Joker (Todd Phillips, 2019) retoma varios mitos y se centra más que en el personaje del cómic, en una visión personal del psicótico villano; ha habido varios guasones en el cine, pero éste se diferencia en que hurga en el origen oscuro de un hombre maduro que vive con su madre enferma a la que cuida en un departamento paupérrimo y se gana la vida como payaso en fiestas y negocios. Su cotidianidad es dura: lo maltratan todo el tiempo y lo humillan. Hasta pubertos lo golpean.

Arthur es sumamente delgado. Y tiene el plan de hacerse comediante; su madre le enseñó a hacer reír a la gente, le dice “feliz” de apodo, es un solitario que va a la psicóloga social gratuita y que, de pronto, ante tanta injusticia, pierde su trabajo. Cree que su padre es Thomas Wayne, el magnate al que su madre escribe cartas para que se haga cargo de ellos (es maltratado una y otra vez). Se percata que no puede confiar en nadie.

ANÁLISIS CON SPOILER

Joker no es una cinta de superhéroes, aunque el personaje haya surgido de ahí. No se establece la lucha entre el bien y el mal, tampoco hay un héroe poderoso, ni la violencia permea espectacularmente la cinta, ésta es dosificada. Estamos ante un personaje complejo que evoluciona, muy maltratado por la vida y con un precario equilibrio mental y emocional al ser víctima de abusos durante su infancia por parte de su madre y padrastro.

La risa de nuestro personaje es desesperada, más que una enfermedad incontrolable, es un escape. Si no tuviésemos como referencia a El Guasón, este personaje podría ser un asesino cualquiera prohijado por un sistema inhumano. No obstante, ya era un psicópata en potencia.

Vemos en la cinta un personaje que recuerda al mismo Phoenix de En realidad nunca estuviste aquí de Lynne Ramsay, el sicario brutal que se ocupa de castigar a pederastas y salvar niñas, y que vive con su madre anciana y enferma también. Dos psicóticos, uno justiciero o antihéroe exmarine y suicida en potencia; éste, villano pero obligado por abusos desde la infancia, mentiras y violencia de todo tipo. Su trasfondo es una crítica al capitalismo indiferente y salvaje, donde los poderosos, léase ricos, abusan y poseen todo el poder, y los menesterosos son no sólo explotados, sino ignorados, en una trama antigua de lucha de clases. Él no quiere ser un líder, sólo busca que lo miren; ni su psiquiatra le hace caso, es como un fantasma. La trama se complica cuando el presentador de tv Murray Franklin (Robert de Niro), que lo ve en el bar donde hace comedia, lo exhibe y lo humilla al invitarlo a su programa en vivo a petición del público.

Mauricio García y Carlos Alberto Castillo invitan a asistir a la fiesta del cómic./Eduardo Murillo

Arthur (Joaquin Phoenix, magnífico) avanza en la cinta transformándose ante cada injusticia, y sabemos que se medica, que sufre alucinaciones. No puede relacionarse con nadie, salvo el enano de su trabajo al que salva al final, porque se identifica (en sufrir discriminación y burla a pesar de ser noble) como otro desecho humano. Hay un trasunto moral que se degrada por los hechos.

Cinta nietzscheana donde se plasma el mundo aparente sobre el mundo verdadero, aquel representado por Joker, más real que el otro. La sonrisa ensayada de Arthur solo adquiere verdad cuando al final la hace con sangre al ser aclamado por la multitud anárquica. Es una cadena de venganzas: mata uno a uno a quienes lo dañaron, ya sea con mentira, desprecio, burlas (su madre, su compañero de trabajo, novia, padre putativo); si su vida fue una tragedia y la cargaba en sus hombros, al tener la anagnórisis, se vuelve comedia y se disipa la culpa y la tristeza. Nunca es un criminal del todo; al perdonar al enano distingue entre el bien y el mal, es otro maltratado como él. No se vuelve loco, lo ha estado desde el inicio; se medica, ya estuvo en Arkham, la casa de la risa. Lo de su origen queda ambiguo: si bien Wayne culpa a su madre, ella le dice que la hicieron firmar papeles y esa es la prueba de la locura; además, él heredó sus alucinaciones, puede ser no adoptado y Wayne, que ya vimos aquí es malvado (a diferencia de todo el universo Gotham), sea su verdadero padre. Esto porque parece contada por Artur toda la historia y vemos su versión nada más. Hay una crítica al neoliberalismo que prohíja estos monstruos, “el sueño de la razón engendra monstruos”. En vez de llorar, ríe; la realidad es irrisoria.

Ser feliz, la encomienda de la madre/Foto: Cortesía


Es una cinta apocalíptica. El personaje pasa de la nobleza a la violencia psicópata y justiciera. Un anarquista. Se ubica en los años 70 u 80, una pátina vintage la permea. La escalera es como su vida: sube con el mundo a la espalda, y es la metáfora de su existencia difícil; al final ya liberado, la baja bailando. Un notable ejercicio de ritmo, fotografía, trabajo de arte. Innúmeros guiños a varias cintas y de la tradición de los joker, y al cómic. Batman aparece no como su némesis, sino como su antítesis: él, marginado, el otro millonario; él, despreciado; el otro, cuidado y amado. Y al verlo lo hace reír, dos hermanos apartados por la injusticia.

El actor adelgazó muchísimo para la cinta, su gestual sin camisa parece insecto, un faquirismo modélico. Me recuerda a Gregorio Samsa por varias razones. La crítica del argumento más que social es a la condición humana. La ironía de su madre al llamarlo feliz, en su insanía, y la paradoja de inculcarle hacer reír a la gente, otra paradoja. Pero el mundo es hostil e inhumano. Por ello al final desata el caos. Nietzsche otra vez. Sólo los seres fuertes son adictos al caos. Podríamos leerlo como la antítesis de Naranja mecánica (Kubrick). Allá quieren regenerar a un psicópata, aquí lo crean.

Joker es un justiciero distorsionado, y como Kolhass de Von Kleist, atrae la filiación de las masas. Varios olvidados de la crisis en Gotham se identifican con su rebeldía. Llamarlos payasos despectivamente es común en políticos con otros nombres acaso: terroristas, comunistas, anarquistas, apátridas,muertos de hambre y que propician obras como Los Miserables.

El Guasón se apropia del discurso del poder para revertírselos en su terreno, la tv, ¿quién es entonces el delirante: el que oprime, y discrimina e invisibiliza, o el que desenmascara a pesar de tener él una máscara? El Joker fascina porque remite al juglar, al clown, al comediante. Dice cosas como: “lo extraño es que no se dan cuenta que uno está enfermo y lo tratan como si nada”.

Creí que mi vida era una tragedia y me doy cuenta que es una comedia. Espero que mi muerte cuente más que mi vida.

Lo dejan solo: suprimen programas sociales que imposibilitan su terapia; su psicóloga no lo escucha; sus compañeros de trabajo lo traicionan ; su madre él cree que le ha mentido siempre; su padre, supuesto o no, lo golpea y niega; su ídolo comediante de tv se burla de él en cadena nacional. Pero él surge triunfante. No es una víctima. Nietzsche otra vez. La escena final podría ser cuando es aclamado por la multitud de payasos, pero al ir a dar al manicomio deja esa duda sobre si todo fue un delirio, al aparecer su psiquiatra que habían despedido, un deus ex machina. Es tan poderosa la cinta que ese genio del mal se gestó del dolor, y se descarta esta premisa.

Trasciende el cómic, va más allá del psicótico villano de pacotilla, o del nihilista de Heat Ledger de Nolan. Su némesis no es un murciélago oscuro igual de psicótico, sino un mundo decadente y condenado. El episodio de la muerte de los padres de Batman, y su encuentro con Bruce en su mansión, conectan ésta con aquella historia del caballero de la noche. Las múltiples referencias al cómic como: a Killing Joke, a The Further Adventures of The Joker y a Batman TAS con lo del comediante fracasado

2) Referencia a Killing Joke en varias líneas, una de ellas 'i had a bad day".

3) Referencias a The Dark Knight Returns en el show deMurray Franklin.

4) El camarín de Arthur es el 404, el número 404 es el primer capítulo de Batman año uno de Alan Moore.

5) El maquillaje de Arthur recuerda al del Joker en Dark Prince Charming, y el de la patrulla donde Joker ve el caos callejero, como Heat Ledger, entre otras.

La cinta es un entramado de atmósferas alucinantes; la fotografía es formidable. El pulso de la época es el del presente: ese de la indiferencia, el de la negación del otro, de la saña contra el débil, y de la venganza violenta como única salida. El turno del ofendido.

“¿De qué sirve que yo tenga razón? Tengo razón sobrada. Y el último que ría será el que ría mejor”. (Nietzsche en El Crepúsculo de los ídolos).

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