/ lunes 10 de febrero de 2020

Palabra impresa/Tres gatos en la casa

Relato sobre los felinos, animales que forman parte de grandes historias de la literatura universal

Hay tres gatos en mi casa. No tienen nombre, pero hay tres gatos: la mamá gata y sus dos hijos, el mayor es blanco, bueno tiene unos pelos blancos y otros no tanto, entre beiges, pero predominan los tonos blancos. Está gordo, es grande y es muy quieto, también. Bueno, los tres se portan bien, son apacibles. La pequeña, que ya no lo es tanto, tiene la pelambre rayada, grises y negros, pero también tiene una mancha blanca.

La gata hija tiene la cola corta, cuando la veo y se la acaricio la mueve, yo creo que se pone contenta que le pase la mano por su lomo. ¿Por qué nacería con su cola corta? No me inquieta pero sí me lo he preguntado algunas veces.

A ella le gusta que la acaricie, como a su gato hermano y a su gata mamá. Los tres hacen bonita familia de gatos. La gata mayor se la pasa en la azotea, le gusta tirarse y estirarse sin tener límite alguno, se estira con tanto placer que hasta sus ojos cierra. A ella no la perturba ni el viento, parece no preocuparle cuando soplan las fuertes rachas del norte. Está quieta mirando todo cuanto sucede con las ramas de algunos árboles. Cuando sube hacia la azotea lo hace por el tronco rugoso de un árbol de nanche, se sujeta clavando las uñas entre las cortezas del palo, y como así la vieron sus gatos ellos también lo trepan y cuando tienen la necesidad de bajar lo hacen por una escalera.

Algunas veces se tiran al suelo buscando el calor que deja el sol en una banqueta de concreto, otras más buscan una de las sillas para dormir un rato...

Y así lo hacen, se encogen y no hay ruido que los despierte y si les pasas la mano sobre su lomo abren un poco los ojos y se entregan a las caricias. Así son ellos, no sé si esa misma conducta tienen los gatos que viven cerca. Ronronean, ronronean cuando ven que hay visitas sentadas en los sillones del corredor porque ya se tallan en los tobillos y en los pies de algunos de ellos.

Qué gato tan mansito. ¿Cómo se llama? Comentan y preguntan al mismo tiempo. Esos gatos son obedientes, no necesitaron de algún nombre para identificarlos, así se criaron y fueron creciendo.

Toman leche con pedazos de tortilla, comen las croquetas que mi mamá coloca cerca de la escalera, toman agua y no hacen ruido. Apacible vida es la del gato, se la pasan durmiendo, sólo escandalizan cuando una gata anda en celo, entonces sí en los tejados y azoteas hay ruidos y maullidos. Es peor que una serenata a medianoche.

Foto: Cortesía|José Cruz Domínguez



Hay tres gatos en mi casa. No tienen nombre, pero hay tres gatos: la mamá gata y sus dos hijos, el mayor es blanco, bueno tiene unos pelos blancos y otros no tanto, entre beiges, pero predominan los tonos blancos. Está gordo, es grande y es muy quieto, también. Bueno, los tres se portan bien, son apacibles. La pequeña, que ya no lo es tanto, tiene la pelambre rayada, grises y negros, pero también tiene una mancha blanca.

La gata hija tiene la cola corta, cuando la veo y se la acaricio la mueve, yo creo que se pone contenta que le pase la mano por su lomo. ¿Por qué nacería con su cola corta? No me inquieta pero sí me lo he preguntado algunas veces.

A ella le gusta que la acaricie, como a su gato hermano y a su gata mamá. Los tres hacen bonita familia de gatos. La gata mayor se la pasa en la azotea, le gusta tirarse y estirarse sin tener límite alguno, se estira con tanto placer que hasta sus ojos cierra. A ella no la perturba ni el viento, parece no preocuparle cuando soplan las fuertes rachas del norte. Está quieta mirando todo cuanto sucede con las ramas de algunos árboles. Cuando sube hacia la azotea lo hace por el tronco rugoso de un árbol de nanche, se sujeta clavando las uñas entre las cortezas del palo, y como así la vieron sus gatos ellos también lo trepan y cuando tienen la necesidad de bajar lo hacen por una escalera.

Algunas veces se tiran al suelo buscando el calor que deja el sol en una banqueta de concreto, otras más buscan una de las sillas para dormir un rato...

Y así lo hacen, se encogen y no hay ruido que los despierte y si les pasas la mano sobre su lomo abren un poco los ojos y se entregan a las caricias. Así son ellos, no sé si esa misma conducta tienen los gatos que viven cerca. Ronronean, ronronean cuando ven que hay visitas sentadas en los sillones del corredor porque ya se tallan en los tobillos y en los pies de algunos de ellos.

Qué gato tan mansito. ¿Cómo se llama? Comentan y preguntan al mismo tiempo. Esos gatos son obedientes, no necesitaron de algún nombre para identificarlos, así se criaron y fueron creciendo.

Toman leche con pedazos de tortilla, comen las croquetas que mi mamá coloca cerca de la escalera, toman agua y no hacen ruido. Apacible vida es la del gato, se la pasan durmiendo, sólo escandalizan cuando una gata anda en celo, entonces sí en los tejados y azoteas hay ruidos y maullidos. Es peor que una serenata a medianoche.

Foto: Cortesía|José Cruz Domínguez



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