/ lunes 27 de junio de 2022

Pasión, esfuerzo y compromiso, necesarios para ser editora de libros

Participan expertas en la “Mesa Virtual de Editoras Universitarias”

De las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado a 2022, el papel de las editoras de libros ha cambiado significativamente. Ahora, además del cuidado de la edición buscan una mayor cercanía con el autor, organizan presentaciones de libros y hasta participan en las mesas de diálogo. Se desempeñan como gestoras y promotoras, coinciden profesionales de la Universidad Veracruzana.

En la actividad “Mesa Virtual de Editoras Universitarias”, tres licenciadas en Letras ahondaron en una labor que, consideran, requiere pasión, esfuerzo y un gran compromiso, sí con ellas pero más con el libro, “porque es el protagonista”.


Magda Cabrera Hernández, Angélica Guerra Dauzón y Andrea Leticia Ramírez Campos, moderadas por Alma Espinosa Arroyo, perciben en esta labor, contrario a otras áreas, una mayor presencia de mujeres que de hombres. Magda Cabrera, quien cuenta con una trayectoria de 40 años, cree que se debe a que las mujeres tienden a ser más detallistas, pacientes, dedicadas y comprometidas. “Sobre todo pacientes, pues hay párrafos que lees no una sino hasta diez veces, hasta encontrar la mejor manera de que sea entendido por cualquier lector”.

A pesar de lo observado, las editoras lamentan que en los puestos directivos aún falte mucho camino por andar. En el caso de la Editorial de la Universidad Veracruzana, solo la escritora e investigadora Celia del Palacio ha ocupado ese puesto —aclaran no es exclusivo de este sello sino una constante en todo el país—.

Al hacer un recuento de cómo ha evolucionado el trabajo de las personas dedicadas a la edición, hablaron de su incursión en un mundo en el cual les tocó corregir y hacer marcas en rollos de papel de 15 centímetros de ancho por varios metros de largo.

Ellas tenían una formación académica pero que no las preparaba para la edición; aprendían con la práctica y en trabajo colaborativo. Ante estas experiencias, celebran hayan llegado cursos y talleres, y ahora, en la Facultad de Letras Españolas de la UV, ya haya una profesionalización.

Para las tres editoras, su trabajo es un privilegio, porque además de percibir un salario adquieren conocimiento. Contribuir en el proceso de hacer un libro —dicen— es ponerle alas a su labor, pues puede llegar a lugares insospechados.

De las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado a 2022, el papel de las editoras de libros ha cambiado significativamente. Ahora, además del cuidado de la edición buscan una mayor cercanía con el autor, organizan presentaciones de libros y hasta participan en las mesas de diálogo. Se desempeñan como gestoras y promotoras, coinciden profesionales de la Universidad Veracruzana.

En la actividad “Mesa Virtual de Editoras Universitarias”, tres licenciadas en Letras ahondaron en una labor que, consideran, requiere pasión, esfuerzo y un gran compromiso, sí con ellas pero más con el libro, “porque es el protagonista”.


Magda Cabrera Hernández, Angélica Guerra Dauzón y Andrea Leticia Ramírez Campos, moderadas por Alma Espinosa Arroyo, perciben en esta labor, contrario a otras áreas, una mayor presencia de mujeres que de hombres. Magda Cabrera, quien cuenta con una trayectoria de 40 años, cree que se debe a que las mujeres tienden a ser más detallistas, pacientes, dedicadas y comprometidas. “Sobre todo pacientes, pues hay párrafos que lees no una sino hasta diez veces, hasta encontrar la mejor manera de que sea entendido por cualquier lector”.

A pesar de lo observado, las editoras lamentan que en los puestos directivos aún falte mucho camino por andar. En el caso de la Editorial de la Universidad Veracruzana, solo la escritora e investigadora Celia del Palacio ha ocupado ese puesto —aclaran no es exclusivo de este sello sino una constante en todo el país—.

Al hacer un recuento de cómo ha evolucionado el trabajo de las personas dedicadas a la edición, hablaron de su incursión en un mundo en el cual les tocó corregir y hacer marcas en rollos de papel de 15 centímetros de ancho por varios metros de largo.

Ellas tenían una formación académica pero que no las preparaba para la edición; aprendían con la práctica y en trabajo colaborativo. Ante estas experiencias, celebran hayan llegado cursos y talleres, y ahora, en la Facultad de Letras Españolas de la UV, ya haya una profesionalización.

Para las tres editoras, su trabajo es un privilegio, porque además de percibir un salario adquieren conocimiento. Contribuir en el proceso de hacer un libro —dicen— es ponerle alas a su labor, pues puede llegar a lugares insospechados.

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