/ viernes 6 de diciembre de 2019

Sinfoniando y de concierto/¿Por qué todavía escuchamos a los clásicos?

Importante, dialogar sobre lo que hace que ciertas obras trasciendan su entorno temporal, que sigan interpretándose e interesando a diversos públicos

Buenos días, amable lector. Entrando ya en la etapa final de este 2019 quisiera extenderle una cordial invitación para que nos acompañe en el cuarto programa de la presente temporada de la Orquesta Sinfónica ISMEV, Sala Anexa de Tlaqná. La cita es para el domingo 8 de diciembre a las 13 horas. Como abrebocas, el programa gira en torno al concepto de lo clásico en la música. Una directora huésped, la maestra Sandra Cepero, nos presentará dos obras de eminentes compositores vieneses y un estreno en territorio mexicano de una compositora uruguaya. Créame que vale la pena considerar el vernos este domingo.

Entrando ahora sí en materia, empecemos como los filósofos adeptos al ejercicio mayéutico, preguntándonos: ¿Qué es lo clásico en la música? ¿Es acaso otra manera de referirnos a lo que todos declaran música clásica? Y si es así, ¿por qué entonces hay compositores clásicos, latinoamericanos, y además vivos?

Para que no nos extendamos mucho, definamos rápidamente: los músicos que vivieron en el periodo Clásico son aquellos que vivieron en Viena al final del siglo XVIII: Mozart, Haydn, Beethoven, y sus contemporáneos. A veces usamos también la frase música clásica para referirnos a todos los géneros que se han desarrollado desde el periodo Clásico (incluyendo lo sinfónico, operático, de cámara, solista, etc…) en esa expresión particular.

Lo que realmente me interesa, más allá de generar alguna polémica, es dialogar sobre lo que hace que ciertas obras trasciendan su entorno temporal, que sigan interpretándose e interesando diversos públicos generación tras generación, impermeables casi al constante cambio del gusto. En otras palabras, ¿qué hace que ciertas obras sobrevivan en detrimento de otras? ¿Por qué todavía escuchamos a los clásicos?

Parafraseando al gran escritor Ítalo Calvino en su ensayo sobre clásicos en la literatura, he aquí algunos puntos para identificar esas obras que seguramente la humanidad seguirá disfrutando más allá de nuestro alcance cronológico.

1. Las clásicas son esas obras a las cuales nos referimos con afecto y familiaridad (la 5ª de Beethoven..., la 9ª de Dvorak...), obras seminales que demarcan épocas e impulsan la historia hacia adelante.

2. Llamemos clásicas a las obras que constituyen una riqueza para quien las ha escuchado y ama, pero también constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de percibirlas por primera vez en las mejores condiciones para saborearlas.

3. Las clásicas son obras que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. (“El Barbero de Sevilla…”).

4. Toda audición de un clásico constituye tanto descubrimiento como la primera.

5. Una obra clásica es una pieza que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

Foto: Cortesía|ISMEV


6. Clásica es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra misma se sacude continuamente de encima. Siempre suena fresca, inmediata.

7. Las clásicas son obras que cuanto más cree uno conocerlas por recomendación ajena, tanto más nuevas, inesperadas, inéditas resultan al escucharlas en vivo.

8. Tienes tu propio clásico cuando encuentras uno que no puede serte indiferente, uno que continuamente te sirve para definirte a ti mismo en relación y a veces en contraste con él.

9. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone. Es decir, nos parece relevante incluso dos siglos después, sacudiéndose como definición de ruido.

Immanuel Kant lo expresa bastante bien: “Si voy a un concierto, ¿qué beneficio real encuentro? Mi amor por la música es un amor desinteresado, y es este amor precisamente el que me eleva, me hace mejor. El precio del conocimiento es el esfuerzo personal, no es posible comprarlo, hay que merecerlo, conquistarlo”.

Las obras clásicas son aquellas entonces que nos recompensan abundantemente por ése esfuerzo, la atención prestada, la búsqueda constante.

Si acaso, a estas alturas, alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo, bien me permito seguir la sugerencia de Calvino y citar a Ciorán (ninguno de los dos todavía clásicos): «Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. “¿De qué te va a servir?”, le preguntaron. “Para saberla antes de morir”».

Buenos días, amable lector. Entrando ya en la etapa final de este 2019 quisiera extenderle una cordial invitación para que nos acompañe en el cuarto programa de la presente temporada de la Orquesta Sinfónica ISMEV, Sala Anexa de Tlaqná. La cita es para el domingo 8 de diciembre a las 13 horas. Como abrebocas, el programa gira en torno al concepto de lo clásico en la música. Una directora huésped, la maestra Sandra Cepero, nos presentará dos obras de eminentes compositores vieneses y un estreno en territorio mexicano de una compositora uruguaya. Créame que vale la pena considerar el vernos este domingo.

Entrando ahora sí en materia, empecemos como los filósofos adeptos al ejercicio mayéutico, preguntándonos: ¿Qué es lo clásico en la música? ¿Es acaso otra manera de referirnos a lo que todos declaran música clásica? Y si es así, ¿por qué entonces hay compositores clásicos, latinoamericanos, y además vivos?

Para que no nos extendamos mucho, definamos rápidamente: los músicos que vivieron en el periodo Clásico son aquellos que vivieron en Viena al final del siglo XVIII: Mozart, Haydn, Beethoven, y sus contemporáneos. A veces usamos también la frase música clásica para referirnos a todos los géneros que se han desarrollado desde el periodo Clásico (incluyendo lo sinfónico, operático, de cámara, solista, etc…) en esa expresión particular.

Lo que realmente me interesa, más allá de generar alguna polémica, es dialogar sobre lo que hace que ciertas obras trasciendan su entorno temporal, que sigan interpretándose e interesando diversos públicos generación tras generación, impermeables casi al constante cambio del gusto. En otras palabras, ¿qué hace que ciertas obras sobrevivan en detrimento de otras? ¿Por qué todavía escuchamos a los clásicos?

Parafraseando al gran escritor Ítalo Calvino en su ensayo sobre clásicos en la literatura, he aquí algunos puntos para identificar esas obras que seguramente la humanidad seguirá disfrutando más allá de nuestro alcance cronológico.

1. Las clásicas son esas obras a las cuales nos referimos con afecto y familiaridad (la 5ª de Beethoven..., la 9ª de Dvorak...), obras seminales que demarcan épocas e impulsan la historia hacia adelante.

2. Llamemos clásicas a las obras que constituyen una riqueza para quien las ha escuchado y ama, pero también constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de percibirlas por primera vez en las mejores condiciones para saborearlas.

3. Las clásicas son obras que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. (“El Barbero de Sevilla…”).

4. Toda audición de un clásico constituye tanto descubrimiento como la primera.

5. Una obra clásica es una pieza que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

Foto: Cortesía|ISMEV


6. Clásica es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra misma se sacude continuamente de encima. Siempre suena fresca, inmediata.

7. Las clásicas son obras que cuanto más cree uno conocerlas por recomendación ajena, tanto más nuevas, inesperadas, inéditas resultan al escucharlas en vivo.

8. Tienes tu propio clásico cuando encuentras uno que no puede serte indiferente, uno que continuamente te sirve para definirte a ti mismo en relación y a veces en contraste con él.

9. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone. Es decir, nos parece relevante incluso dos siglos después, sacudiéndose como definición de ruido.

Immanuel Kant lo expresa bastante bien: “Si voy a un concierto, ¿qué beneficio real encuentro? Mi amor por la música es un amor desinteresado, y es este amor precisamente el que me eleva, me hace mejor. El precio del conocimiento es el esfuerzo personal, no es posible comprarlo, hay que merecerlo, conquistarlo”.

Las obras clásicas son aquellas entonces que nos recompensan abundantemente por ése esfuerzo, la atención prestada, la búsqueda constante.

Si acaso, a estas alturas, alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo, bien me permito seguir la sugerencia de Calvino y citar a Ciorán (ninguno de los dos todavía clásicos): «Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. “¿De qué te va a servir?”, le preguntaron. “Para saberla antes de morir”».

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