El jugador Miguel Cortés Ronzón, de reconocida y afamada dinastía futbolera y lucha olímpica, cumplió hoy un mes de su partida, dejando un hueco imposible de llenar.
El Conejo, como le decían al otrora jugador del popular barrio de El Dique, se desempeñaba en la defensa central y era una muralla impasable, aguerrido, no artero ni malintencionado, siempre fue al balón y nunca se amilanó a la hora de disputar el balón.
Tuvo muchas anécdotas, pero siempre contaba aquella cuando debutó a los 15 años de edad con el equipo de sus amores en una final del Ferrocarrilero, comentó que debió jugar porque no se completaban “tuve que alinear, pero definimos el campeonato en los penaltis, por fortuna tiré uno y lo metí”.
Quien conoció al buen Cone lo definía como un jugador técnico y entrón, con pegada fuerte en ambas piernas y pases kilométricos, incluso sin temor a equivocarse algunos afirmaban que tenía el estilo de Rafael Márquez.
Miguel Cortés, quien nació un 15 de junio de 1953, tenía 65 años al momento de su partida, y le sobreviven su esposa Rosalba Ceballos Hernández, y sus hijos Nubia Monserrat y Miguel Cortés Hernández, además de sus nietos, la pequeña Michelle y Miguel Cortés Ibarra.
Esta tarde sus familiares le ofrecerán una misa en la iglesia de El Dique a las seis de la tarde.