Xalapa, Ver.- Se llamaba Juan, le decían el Cuetero, era futbolista, defensa lateral, pura garra y corazón.
Juan defendía los colores del Dukla San Bruno, el equipo de mayor tradición en ese barrio.
El Cuetero, apodado así porque se sostenía de la fabricación de la pirotecnia, vivía en una de las tantas calles cercanas al ahora extinto campo de futbol. Encabezaba una familia de seis, él, su esposa y cuatro hijos pequeños.
Su procedencia era como la de muchas otras familias que vinieron de congregaciones cercanas a establecerse en esta ciudad, que en la década de los 70 brindaba un mundo mejor de oportunidades en cuanto a condiciones de trabajo se refería.
Durante su estancia en esta ciudad se dio tiempo para jugar algunos años con el Dukla San Bruno, que fue campeón varias veces en la Liga Xalapeña, que daba cabida a la categoría Segunda Fuerza.
Quienes lo conocieron comentan que el Cuetero no era un virtuoso con el balón ni un crack en potencia, pero la garra, el coraje y la enjundia que le ponía en cada partido sustituía todo eso, hasta su altura porque era bajito, de allí que su posición fue por siempre la de carrilero por la derecha.
Juan y su familia llevaban una vida normal, como la de cualquier otra de la capital, sin embargo, un día la tragedia llamó a su puerta.
Juan, dedicado al arte de hacer cohetes se encontraba una tarde de ese 1977 en su casa; comentan que se había encerrado prácticamente a “piedra y lodo” porque desgraciadamente días antes los amantes de lo ajeno les hicieron una visita.
Cuentan los vecinos de Juan que ese fatal día la tranquilidad en esa colonia se vio empañada. Una fuerte explosión hizo que la tierra temblara. “Sentimos que la tierra se cimbró, por lo que salimos a ver qué pasaba, pero no se veía nada a simple vista, por lo que corrimos a la vuelta de la esquina y vinos la tragedia”, dijo don Joaquín, un vecino de una de las calles donde se registró el lamentable accidente.
“Nos asomamos por curiosidad… pero lo que vimos fue horroroso”, dijo al describir la escena de terror que vio al ver reducido todo a cenizas, que en ese cuartito de 4 por 4 nada quedó… Juan y su familia perecieron instantáneamente.
Nadie se explica cómo sucedieron los hechos, pero entre los cadáveres hallaron el de un chico de por allí cerca que trabajaba con ellos, y del que se comentó supuestamente pudo causar el siniestro. “Al joven le gustaba fumar, pudo ser él”, agregó don Joaquín.
“En esa casa vivía, la verdad no recuerdo su nombre porque de eso ya tiene muchísimos años, sólo sé que rentaba una casita allí en el 320”, comentó por su parte una de las vecinas que vivieron de cerca esa tragedia.
Hoy, quienes conocieron ese caso prefieren olvidarlo. En sus mentes quedaron grabados los trágicos momentos que vivieron Juan y su familia, de hecho, se dijo en su momento que fueron siete las víctimas, aunque poco después se supo que fueron ocho porque en esos momentos la esposa del Cuetero esperaba un bebé.
A lo largo de la historia de San Bruno se han contado muchos cuentos, mitos y leyendas, pero también es cierto que ha sido un barrio azotado por hechos trágicos que han consternado a la ciudadanía y que va desde los crímenes cometidos contra los obreros de la exfábrica de hilados y tejidos, conocidos hoy como los Mártires del 28 de agosto hasta el caso que hoy nos ocupa.