/ miércoles 30 de enero de 2019

Una generación diferente

La popular secundaria del turno vespertino cumplirá 40 años

Los chamacos estaban ansiosos por salir al receso y ver la lista de la selección de la escuela que participaría en un torneo de futbol que en ese entonces organizaba la Dirección General de Educación Física del Estado.

Las miradas de todos estaban puestas en el profesor Ignacio González Flores, el Tiburón, quien en el pizarrón que estaba en la pared junto a la entrada de la secundaria Julio Zárate (Federal 2) apuntaba a los buenos, los elegidos, los que defenderían los colores de la institución.

Al toque de la chicharra que anunciaba unos minutos de “recreo” todos corrieron para ver si aparecían en la lista. Las pruebas se habían dado unas semanas atrás y caras de esperanza se veían en algunos cuando se buscaron en la misma… muchos estaban contentos, otros no tanto, sus rostros de frustración se notaron al no ver sus nombres en el equipo que representaría a la gloriosa escuela.

Esa selección se integró en ese entonces con chicos que eran dueños de un futbol diferente, pero vistoso a la época, fue la primera generación del turno vespertino de esa secundaria, elementos especiales por cuyas venas corría sangre llena de garra, de coraje, que no bajaban la cabeza ante las injusticias y casi siempre salieron victoriosos en todos los sentidos, en el deporte, en el estudio, en la vida… en sus broncas.

El deporte en esa institución que encabezaba el director Luis Macías Lobato, por allá de 1976, era una prioridad, claro que todo iba de la mano del estudio, pues una de las filosofías era que los alumnos deberían recibir las enseñanzas debidas que utilizarían como armas en el futuro, como decían antes para defenderse en la vida, tener una carrera y ser alguien en la vida o que les diera siquiera para ganarse unos centavos.

El equipo de futbol estaba compuesto por verdaderos guerreros, jugadores que no se achicaban ante nadie ni ante nada, que dejaban todo en el campo, como el portero banderillense apodado la Zorra Ortiz, y qué decir de los defensores Lorenzo Martínez, Ignacio Solano, Gustavo Halcón Ruiz, y José Luis Villanueva, así como Martín Zavaleta, el Spencer Noé Cortés, el Cucaracho Joaquín Viveros, el Pelón Rodolfo y el veloz Guillermo Giraldi, además del habilidoso Eusebio Moreno, el Chebo, todos ellos una garantía en el cuadro que dirigía el mismo profe Nacho, quien tuvo la visión de integrar un equipo con jóvenes de ambos turnos.

LAS BRONCAS

Hablar de sus broncas es ocupar un espacio mayor, porque ¡ah jijos cómo les gustaba darse de moquetes con quien fuera!, eran hasta cierto grado algo rebeldes, como en cierta ocasión cuando el equipo enfrentó a su similar de la secundaria Antonio María de Rivera, el choque se dio en el Antonio M. Quirasco, por su cercanía era casa de los segundos.

Para no alargarnos tanto, les comentaré que el resultado favoreció a la Federal Dos, pero terminando el partido se armó la rebambaramba, pues los jugadores y porristas de la Antonio mostraron su impotencia y se fueron sobre sus verdugos, por fortuna todo quedó en un susto y una corretiza por algunas cuadras aledañas al estadio.

Lo malo de todo esto que esos recuerdos no se olvidaron en muchos de sus protagonistas, y con el tiempo, sin buscarlo se las cobrarían cuando unos 40 jóvenes de la misma Antonio María de Rivera subieron a la Federal Dos para hacerles una “cordial visita”, pues ya había cuentas pendientes y era el momento de ajustarlas.

Así es que esa tarde de abril de 1977, en el lugar que usaban de reposo los alumnos de la Julio Zárate, el parque denominado Paseo de Las Palmas, del fraccionamiento Veracruz, llegó el grupo de rijosos… el silencio se generalizó porque se veían agresivos, como queriendo buscar pleito: iban encabezados por un sujeto que vestía un overol azul, no llevaba camisa, mostrando en su cuerpo el trabajo de muchas horas en el gimnasio de lucha olímpica, el deporte de moda en el barrio de El Dique.

Al ver, sentir y oler el miedo, el líder de los visitantes incómodos empezó a envalentonarse y a molestar a los alumnos de la Federal Dos, de hecho se dirigió a uno que vio a modo y le arrebató unos lentes de marca que llevaba puestos… el chavo por temor a ser golpeado no dijo nada, sólo miraba a su alrededor a ver quién le hacia el fuerte… nada, nadie llegó, hasta que apareció la figura del Chebo Moreno, quien con cinturón en una mano le dijo al broncudo: “Regrésale sus lentes…” El hombre quien decía ser primo de un legendario del barrio de El Dique dio unos pasos para atrás… no se arrugó, estaba acostumbrado a pelear, llevaba tatuada en su piel y en su rostro las huellas de muchas batallas callejeras. En segundos al lugar llegó el líder de la secundaria, Lorenzo Martínez Bravo, quien fiel a su apellido y al barrio donde procedía, la colonia Obrero Campesina, se enfrentó al jefe de la otra escuela… el tiro estaba cantado, los dos se prepararon y como perros de pelea se abalanzaron, ambos eran conocedores de la lucha olímpica, se pudo ver a la hora del agarre, fueron unos minutos de intensas llaves y contra llaves, pero finalmente el Lencho superó a un rival que, al verse superado, les gritó a sus amigos que se metieran, pero para qué lo hicieron pues en ese momento les cayeron encima todos los de la Federal Dos, por lo que salieron corriendo dejando a su “amigo” en medio de una jauría de lobos que desquitaron en él todo su coraje, pero gracias a su fortaleza, y todo molido por los golpes se pudo escabullir entre un mar de piernas que lo pateaban a su paso en su desesperada y loca escapada.

LA FEMENIL

En el plantel también había equipos de basquetbol, en ambas ramas, pero eran las chicas quienes eran de armas tomar, eran delicadas como una flor, pero también bravas como leonas, pues en cierta ocasión en un partido amistoso celebrado en la cancha de la escuela Carlos A. Carrillo enfrentaron a otro equipo, por cierto, de mayor calidad, por lo que sus integrantes se daban vida paseando a sus rivales, llegando incluso a la burla.

Ante tanto baile, la grandota Sara Graciela Cuevas no lo soportó y cuando pudo le metió una zancadilla a una jugadora del otro equipo, pero ésta cayó mal lastimándose un brazo, cosa que molestó a una de sus compañeras que le decían la Gorda, famosa porque retaba a cualquiera, una chica que si no se intimidaba ante los hombres mucho menos ante las mujeres, y con ese cartel de miedo se presentó muy enojada con estas palabras “por qué le pegaste hija de tu pin… mad...”… y sin decir agua va se fue encima sobre la Chela, quien tras varios minutos que se hicieron interminables salió victoriosa, mientras que su rival se retiró llorando por los golpes recibidos, pero más por el dolor de la impotencia por no desquitar su coraje y salir derrotada, humillada.

La generación de 1976-1979 fue sin lugar a dudas privilegiada, fue la que creció con la música de los Bee Gees y bailó e imitó los pasos de John Travolta con su Saturday Nigth y Vaselina, que la tecnología se la dejó a otros con los años, es ésa que armaba un baile en la explanada de la escuela con tan sólo unos cuantos discos, de los de 45 revoluciones, los chiquitos, que hoy ya forman parte de una colección sagrada porque se extinguió con el tiempo, son de esa camada cuya juventud era bendita, como bendita su rebeldía, y benditos sus ciclos, pero sobre todo bendita tú Federal Dos, bendita tú…

Los chamacos estaban ansiosos por salir al receso y ver la lista de la selección de la escuela que participaría en un torneo de futbol que en ese entonces organizaba la Dirección General de Educación Física del Estado.

Las miradas de todos estaban puestas en el profesor Ignacio González Flores, el Tiburón, quien en el pizarrón que estaba en la pared junto a la entrada de la secundaria Julio Zárate (Federal 2) apuntaba a los buenos, los elegidos, los que defenderían los colores de la institución.

Al toque de la chicharra que anunciaba unos minutos de “recreo” todos corrieron para ver si aparecían en la lista. Las pruebas se habían dado unas semanas atrás y caras de esperanza se veían en algunos cuando se buscaron en la misma… muchos estaban contentos, otros no tanto, sus rostros de frustración se notaron al no ver sus nombres en el equipo que representaría a la gloriosa escuela.

Esa selección se integró en ese entonces con chicos que eran dueños de un futbol diferente, pero vistoso a la época, fue la primera generación del turno vespertino de esa secundaria, elementos especiales por cuyas venas corría sangre llena de garra, de coraje, que no bajaban la cabeza ante las injusticias y casi siempre salieron victoriosos en todos los sentidos, en el deporte, en el estudio, en la vida… en sus broncas.

El deporte en esa institución que encabezaba el director Luis Macías Lobato, por allá de 1976, era una prioridad, claro que todo iba de la mano del estudio, pues una de las filosofías era que los alumnos deberían recibir las enseñanzas debidas que utilizarían como armas en el futuro, como decían antes para defenderse en la vida, tener una carrera y ser alguien en la vida o que les diera siquiera para ganarse unos centavos.

El equipo de futbol estaba compuesto por verdaderos guerreros, jugadores que no se achicaban ante nadie ni ante nada, que dejaban todo en el campo, como el portero banderillense apodado la Zorra Ortiz, y qué decir de los defensores Lorenzo Martínez, Ignacio Solano, Gustavo Halcón Ruiz, y José Luis Villanueva, así como Martín Zavaleta, el Spencer Noé Cortés, el Cucaracho Joaquín Viveros, el Pelón Rodolfo y el veloz Guillermo Giraldi, además del habilidoso Eusebio Moreno, el Chebo, todos ellos una garantía en el cuadro que dirigía el mismo profe Nacho, quien tuvo la visión de integrar un equipo con jóvenes de ambos turnos.

LAS BRONCAS

Hablar de sus broncas es ocupar un espacio mayor, porque ¡ah jijos cómo les gustaba darse de moquetes con quien fuera!, eran hasta cierto grado algo rebeldes, como en cierta ocasión cuando el equipo enfrentó a su similar de la secundaria Antonio María de Rivera, el choque se dio en el Antonio M. Quirasco, por su cercanía era casa de los segundos.

Para no alargarnos tanto, les comentaré que el resultado favoreció a la Federal Dos, pero terminando el partido se armó la rebambaramba, pues los jugadores y porristas de la Antonio mostraron su impotencia y se fueron sobre sus verdugos, por fortuna todo quedó en un susto y una corretiza por algunas cuadras aledañas al estadio.

Lo malo de todo esto que esos recuerdos no se olvidaron en muchos de sus protagonistas, y con el tiempo, sin buscarlo se las cobrarían cuando unos 40 jóvenes de la misma Antonio María de Rivera subieron a la Federal Dos para hacerles una “cordial visita”, pues ya había cuentas pendientes y era el momento de ajustarlas.

Así es que esa tarde de abril de 1977, en el lugar que usaban de reposo los alumnos de la Julio Zárate, el parque denominado Paseo de Las Palmas, del fraccionamiento Veracruz, llegó el grupo de rijosos… el silencio se generalizó porque se veían agresivos, como queriendo buscar pleito: iban encabezados por un sujeto que vestía un overol azul, no llevaba camisa, mostrando en su cuerpo el trabajo de muchas horas en el gimnasio de lucha olímpica, el deporte de moda en el barrio de El Dique.

Al ver, sentir y oler el miedo, el líder de los visitantes incómodos empezó a envalentonarse y a molestar a los alumnos de la Federal Dos, de hecho se dirigió a uno que vio a modo y le arrebató unos lentes de marca que llevaba puestos… el chavo por temor a ser golpeado no dijo nada, sólo miraba a su alrededor a ver quién le hacia el fuerte… nada, nadie llegó, hasta que apareció la figura del Chebo Moreno, quien con cinturón en una mano le dijo al broncudo: “Regrésale sus lentes…” El hombre quien decía ser primo de un legendario del barrio de El Dique dio unos pasos para atrás… no se arrugó, estaba acostumbrado a pelear, llevaba tatuada en su piel y en su rostro las huellas de muchas batallas callejeras. En segundos al lugar llegó el líder de la secundaria, Lorenzo Martínez Bravo, quien fiel a su apellido y al barrio donde procedía, la colonia Obrero Campesina, se enfrentó al jefe de la otra escuela… el tiro estaba cantado, los dos se prepararon y como perros de pelea se abalanzaron, ambos eran conocedores de la lucha olímpica, se pudo ver a la hora del agarre, fueron unos minutos de intensas llaves y contra llaves, pero finalmente el Lencho superó a un rival que, al verse superado, les gritó a sus amigos que se metieran, pero para qué lo hicieron pues en ese momento les cayeron encima todos los de la Federal Dos, por lo que salieron corriendo dejando a su “amigo” en medio de una jauría de lobos que desquitaron en él todo su coraje, pero gracias a su fortaleza, y todo molido por los golpes se pudo escabullir entre un mar de piernas que lo pateaban a su paso en su desesperada y loca escapada.

LA FEMENIL

En el plantel también había equipos de basquetbol, en ambas ramas, pero eran las chicas quienes eran de armas tomar, eran delicadas como una flor, pero también bravas como leonas, pues en cierta ocasión en un partido amistoso celebrado en la cancha de la escuela Carlos A. Carrillo enfrentaron a otro equipo, por cierto, de mayor calidad, por lo que sus integrantes se daban vida paseando a sus rivales, llegando incluso a la burla.

Ante tanto baile, la grandota Sara Graciela Cuevas no lo soportó y cuando pudo le metió una zancadilla a una jugadora del otro equipo, pero ésta cayó mal lastimándose un brazo, cosa que molestó a una de sus compañeras que le decían la Gorda, famosa porque retaba a cualquiera, una chica que si no se intimidaba ante los hombres mucho menos ante las mujeres, y con ese cartel de miedo se presentó muy enojada con estas palabras “por qué le pegaste hija de tu pin… mad...”… y sin decir agua va se fue encima sobre la Chela, quien tras varios minutos que se hicieron interminables salió victoriosa, mientras que su rival se retiró llorando por los golpes recibidos, pero más por el dolor de la impotencia por no desquitar su coraje y salir derrotada, humillada.

La generación de 1976-1979 fue sin lugar a dudas privilegiada, fue la que creció con la música de los Bee Gees y bailó e imitó los pasos de John Travolta con su Saturday Nigth y Vaselina, que la tecnología se la dejó a otros con los años, es ésa que armaba un baile en la explanada de la escuela con tan sólo unos cuantos discos, de los de 45 revoluciones, los chiquitos, que hoy ya forman parte de una colección sagrada porque se extinguió con el tiempo, son de esa camada cuya juventud era bendita, como bendita su rebeldía, y benditos sus ciclos, pero sobre todo bendita tú Federal Dos, bendita tú…

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