/ domingo 24 de marzo de 2019

Juana, la alfarera que asegura que esta actividad es también un proceso espiritual

En una ceremonia pide permiso a la madre tierra para sustraer la arena con la que preparará el barro

Papantla, Ver.- Con casi 50 años trabajando el barro, Juana Vázquez Hernández, artesana de la comunidad de El Tajín, no se imagina la vida sin tener entre las manos la sensación y frialdad de éste. La creación de objetos es para ella la mayor herencia que recibió de sus abuelos, quienes a su vez fueron sus padres, ya que quedó huérfana siendo apenas una niña y fue criada por ellos.

Entrevistada mientras moldea algunas piezas que después se pondrán a la venta en la Casa de la Alfarería Tradicional Totonaca, la mujer de 59 años explica que la alfarería implica no sólo un proceso físico, sino también uno espiritual, ya que antes de convertirse en barro, la arena se tiene que sacar con el permiso de la madre naturaleza.

Hay que realizar una ceremonia para pedirle permiso a la madre tierra que es de donde se saca la arena y se lava en el río (...) Ya el resto es saber cómo preparar el barro, limpiarlo y tenerlo listo para modelarlo que es para lo que hay que tener talento

El barro puede durar toda la vida y prueba de ello es que aún se conservan ollas y vasijas de épocas prehispánicas / Foto: René Corrales

Dio a conocer que al principio el barro lo usaba para hacer muñecas, platos, tazas, con los que jugaba, ya que las condiciones económicas de su familia no le permitían estrenar juguetes. Sin embargo, reconoce que con los años sus creaciones fueron cambiando hasta el grado de hacer ella misma las ollas, comales, platos y vasos que se usan en su casa, además de convertirse en una fuente de ingresos propios.

Yo hacía todo lo que ocupaba en la cocina, desde los platos hasta mis ollas y todo lo que se necesita para tener una casa propia cuando me fui con mi marido (...) Pero después me di cuenta que la gente se interesaba en mis piezas y fue ahí cuando empecé a vender

Sin dejar de mover las manos, Vázquez Hernández señala que existen varios tipos de barro y que cada uno requiere de una forma de trabajo diferente y de procesos de cocción específicos, sin embargo, al final todos pueden servir para lo mismo. Platicó que estos conocimientos se los ha ido compartiendo a sus hijas y nietas, quienes también están interesadas en la alfarería tradicional. “Ellas ya son talleristas aquí en Cumbre Tajín, también y poco a poco han ido haciéndose mejores en sus piezas e incluso se les ocurren otras cosas que a mí no”, reconoce la mujer.

Al principio el barro lo usaba para hacer muñecas, platos y tazas, con los que jugaba / Foto: René Corrales

RESURGIMIENTO DE LA ALFARERÍA TRADICIONAL

Juana Vázquez Hernández, quien dirige actualmente la Casa de la Alfarería Tradicional Totonaca en la Cumbre Tajín, asegura que de unos años a la fecha el barro ha tenido un resurgimiento no sólo con objetos ornamentales, sino también en su uso utilitario. Explicó que cada vez son más las nuevas generaciones de mujeres, tanto de los entornos rurales como urbanos, que buscan tener en su cocina trastes de barro para la preparación de los alimentos.

La alfarera destacó que además de las ventajas económicas que tienen las ollas y vajillas de barro en comparación con otros materiales, la mayor es el aspecto de la salud, ya que bien preparadas las ollas de barro no despiden ninguna sustancia tóxica a diferencia de materiales como aluminio, peltre o plástico. “El barro puede durar toda la vida y prueba de ello es que aún se conservan ollas y vasijas de épocas prehispánicas. Lo único es que hay que tener cuidado porque si se cae se rompe, pero bien cuidado es el mejor material”, destacó.

Foto: René Corrales

Rodeada de niños, jóvenes y adultos que toman el taller, Vázquez Hernández asegura que el interés de las nuevas generaciones por aprender a trabajar el barro le da optimismo, ya que considera que no será una tradición más perdida. “A la gente que llega le llama mucho la atención conocer no sólo cómo se hacen las piezas, sino también los usos que puede dársele al barro”.

Papantla, Ver.- Con casi 50 años trabajando el barro, Juana Vázquez Hernández, artesana de la comunidad de El Tajín, no se imagina la vida sin tener entre las manos la sensación y frialdad de éste. La creación de objetos es para ella la mayor herencia que recibió de sus abuelos, quienes a su vez fueron sus padres, ya que quedó huérfana siendo apenas una niña y fue criada por ellos.

Entrevistada mientras moldea algunas piezas que después se pondrán a la venta en la Casa de la Alfarería Tradicional Totonaca, la mujer de 59 años explica que la alfarería implica no sólo un proceso físico, sino también uno espiritual, ya que antes de convertirse en barro, la arena se tiene que sacar con el permiso de la madre naturaleza.

Hay que realizar una ceremonia para pedirle permiso a la madre tierra que es de donde se saca la arena y se lava en el río (...) Ya el resto es saber cómo preparar el barro, limpiarlo y tenerlo listo para modelarlo que es para lo que hay que tener talento

El barro puede durar toda la vida y prueba de ello es que aún se conservan ollas y vasijas de épocas prehispánicas / Foto: René Corrales

Dio a conocer que al principio el barro lo usaba para hacer muñecas, platos, tazas, con los que jugaba, ya que las condiciones económicas de su familia no le permitían estrenar juguetes. Sin embargo, reconoce que con los años sus creaciones fueron cambiando hasta el grado de hacer ella misma las ollas, comales, platos y vasos que se usan en su casa, además de convertirse en una fuente de ingresos propios.

Yo hacía todo lo que ocupaba en la cocina, desde los platos hasta mis ollas y todo lo que se necesita para tener una casa propia cuando me fui con mi marido (...) Pero después me di cuenta que la gente se interesaba en mis piezas y fue ahí cuando empecé a vender

Sin dejar de mover las manos, Vázquez Hernández señala que existen varios tipos de barro y que cada uno requiere de una forma de trabajo diferente y de procesos de cocción específicos, sin embargo, al final todos pueden servir para lo mismo. Platicó que estos conocimientos se los ha ido compartiendo a sus hijas y nietas, quienes también están interesadas en la alfarería tradicional. “Ellas ya son talleristas aquí en Cumbre Tajín, también y poco a poco han ido haciéndose mejores en sus piezas e incluso se les ocurren otras cosas que a mí no”, reconoce la mujer.

Al principio el barro lo usaba para hacer muñecas, platos y tazas, con los que jugaba / Foto: René Corrales

RESURGIMIENTO DE LA ALFARERÍA TRADICIONAL

Juana Vázquez Hernández, quien dirige actualmente la Casa de la Alfarería Tradicional Totonaca en la Cumbre Tajín, asegura que de unos años a la fecha el barro ha tenido un resurgimiento no sólo con objetos ornamentales, sino también en su uso utilitario. Explicó que cada vez son más las nuevas generaciones de mujeres, tanto de los entornos rurales como urbanos, que buscan tener en su cocina trastes de barro para la preparación de los alimentos.

La alfarera destacó que además de las ventajas económicas que tienen las ollas y vajillas de barro en comparación con otros materiales, la mayor es el aspecto de la salud, ya que bien preparadas las ollas de barro no despiden ninguna sustancia tóxica a diferencia de materiales como aluminio, peltre o plástico. “El barro puede durar toda la vida y prueba de ello es que aún se conservan ollas y vasijas de épocas prehispánicas. Lo único es que hay que tener cuidado porque si se cae se rompe, pero bien cuidado es el mejor material”, destacó.

Foto: René Corrales

Rodeada de niños, jóvenes y adultos que toman el taller, Vázquez Hernández asegura que el interés de las nuevas generaciones por aprender a trabajar el barro le da optimismo, ya que considera que no será una tradición más perdida. “A la gente que llega le llama mucho la atención conocer no sólo cómo se hacen las piezas, sino también los usos que puede dársele al barro”.

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