/ sábado 6 de octubre de 2018

Doña Magdalena Segura de Palmeros, 87 años de vida y 50 de pastelera

"Yo no fui a ninguna escuela, siempre aprendí viendo"

Nunca estudió gastronomía o repostería, pero hacer pasteles se convirtió en su vida y ahora no imagina poder hacer una cosa distinta. Magdalena Segura de Palmeros –como le gusta ser llamada, pues es viuda– tiene ahora 87 años y está por cumplir 50 años con la pastelería "Palmeros", ubicada muy cerca de la Técnica 3 de donde han salido muchos de sus clientes; una de las más reconocidas de la ciudad.

"Para mí, mi vida es esto, me gustan mucho los pasteles, la repostería es lo que más me gusta. De muy pequeña me gustaba hacer las cosas y después cuando mis hijos estaban pequeños yo les hacía sus pasteles. Yo no aprendí nada, no fui a ninguna escuela, siempre aprendí viendo", recordó.

Aunque un poco cansada por una reciente operación en sus ojos, con una sonrisa y amabilidad inusual, platicó que al empezar a hacer pasteles, sus familiares y conocidos comenzaron a disfrutar de sus delicias y empezó a preparar más. Elaboraba el pan, pero no sabía decorar por lo que únicamente lo hacía con fruta.

Ante la demanda, que cada vez fue mayor, empezó a comprar libros para especializarse y ponerle su toque a cada producto que preparaba y le salió muy bien.

"Esto es muy hogareño, es de la casa y de esto he vivido. Tengo dos hijos, soy viuda. Mis hijos son médicos y aquí estoy, trabajando", agregó.

La pastelería –por muchos conocida– empezó a funcionar en la calle Revolución en el centro de Xalapa y unos años más tarde se fue a la calle San Roque número 51, en la que lleva ya 35 años y donde ahora vive y además trabaja.

"Tenía más tiendas, pero ahorita está difícil y el personal también tiene uno que hacerlo a su manera y es difícil. Ahora sólo los que están aquí y tienen muchos años trabajando conmigo, 30, 28 años, de toda la vida. Son seis personas y ellos hacen los panes, rellenos y decoran porque yo ya no entro a la cocina (por lo menos por ahora)", dijo.

Recientemente fue operada de los ojos, lo que le impide en este momento trabajar con normalidad aunque se resiste a dejar la pastelería, pese a que ya le es difícil distinguir números o letras y por lo que está a la espera de una segunda operación.

Aunque por esa razón sus hijos le han insistido en que cierre, se niega a hacerlo pues asegura que la mantiene ocupada y feliz por lo que no concibe su vida ya de otra manera.

"Les digo que es mi vida ¿qué voy a hacer? ¿Estarme apretando las manos o qué hago? No, me gusta estar aquí y explicarle (a los trabajadores) cómo hacer las cosas. Yo siempre he estado aquí en la cocina o despachando", abundó.

EL SECRETO

Los productos que doña Magdalena usa para la repostería son de primera calidad, sin conservadores, con productos del día y totalmente artesanal –lo que presume con toda razón–.

Dice orgullosa que sus productos son caseros a diferencia de los lugares donde compran todo preparado, pues ya hasta el huevo viene en polvo y las claras líquidas.

"A mí me gusta la mantequilla, el huevo que sea fresco, antes me gustaba con huevo de rancho, de la serranía que es totalmente diferente, pero ahora ya ni las gallinas ponen como se dice, entonces a veces los vamos campechaneando. Hacemos galletas, pasteles, anteriormente también hacía banquetes, pero ya lo hice a un lado, me gusta más lo dulce que lo salado, para mí es más sabroso", añadió.

Dijo que aunque hay cada vez más pastelerías "todo depende que cómo le guste comer a la gente porque hay personas que sabemos comer y otras que no", eso ha hecho que por la buena calidad con la que trabaja no pierda sus clientes.

Entre sus recuerdos está que el primer pastel se lo hizo a su hijo, quien ahora tiene 60 años y desde entonces se ha mantenido en la preferencia de los xalapeños, incluso, refirió, que uno de sus clientes más asiduos viene del Palacio de Gobierno.

Sin embargo, admite que las ventas han bajado por lo que incluso tuvo que cerrar una sucursal en el puerto de Veracruz y dos más en Xalapa, ubicadas en Araucarias y Primo Verdad, lo que también está relacionado con lo poco confiable que han resultado algunos de sus empleados.

La pastelería Palmeros abre todos los días desde las 9:00 y hasta las 21 horas, excepto los domingos que cierran a las 15 horas, pero no hay día que no trabaje a pesar de ser su propia jefa.

"Para mí es mi vida. Mi hijo me decía 'cierra, vendemos aquí te vas conmigo te compras una casita', y le digo que ni Dios lo quiera, me muero", dice convencida.

La particularidad de los pasteles de Magdalena hace que haya personas que lleguen de México y hasta Estados Unidos a comprarle pasteles. El más solicitado es el "tradicional" tipo casero, el que las abuelitas hacían en casa, dice.

"Van rellenos de nuez con chabacano, almendra con ciruela pasa y coco con piña. Hacemos también pays y galletas. Tenemos variedad, de todo lo que quieran sólo que al público solo sobre pedido", refirió al revelar que un día llegan a vender hasta 15 pasteles, siendo la Navidad la temporada más alta por las tradicionales roscas rellenas de mazapán de almendra con mermelada de chabacano.

Recientemente la historia de Magdalena fue contemplada en el libro "La cocina de Xalapa, vida cotidiana del siglo XX”, de la antropóloga Raquel Torres Cerdán, lo que asegura la llena de felicidad y satisfacción por todo el reconocimiento que ha obtenido de su gente.

Nunca estudió gastronomía o repostería, pero hacer pasteles se convirtió en su vida y ahora no imagina poder hacer una cosa distinta. Magdalena Segura de Palmeros –como le gusta ser llamada, pues es viuda– tiene ahora 87 años y está por cumplir 50 años con la pastelería "Palmeros", ubicada muy cerca de la Técnica 3 de donde han salido muchos de sus clientes; una de las más reconocidas de la ciudad.

"Para mí, mi vida es esto, me gustan mucho los pasteles, la repostería es lo que más me gusta. De muy pequeña me gustaba hacer las cosas y después cuando mis hijos estaban pequeños yo les hacía sus pasteles. Yo no aprendí nada, no fui a ninguna escuela, siempre aprendí viendo", recordó.

Aunque un poco cansada por una reciente operación en sus ojos, con una sonrisa y amabilidad inusual, platicó que al empezar a hacer pasteles, sus familiares y conocidos comenzaron a disfrutar de sus delicias y empezó a preparar más. Elaboraba el pan, pero no sabía decorar por lo que únicamente lo hacía con fruta.

Ante la demanda, que cada vez fue mayor, empezó a comprar libros para especializarse y ponerle su toque a cada producto que preparaba y le salió muy bien.

"Esto es muy hogareño, es de la casa y de esto he vivido. Tengo dos hijos, soy viuda. Mis hijos son médicos y aquí estoy, trabajando", agregó.

La pastelería –por muchos conocida– empezó a funcionar en la calle Revolución en el centro de Xalapa y unos años más tarde se fue a la calle San Roque número 51, en la que lleva ya 35 años y donde ahora vive y además trabaja.

"Tenía más tiendas, pero ahorita está difícil y el personal también tiene uno que hacerlo a su manera y es difícil. Ahora sólo los que están aquí y tienen muchos años trabajando conmigo, 30, 28 años, de toda la vida. Son seis personas y ellos hacen los panes, rellenos y decoran porque yo ya no entro a la cocina (por lo menos por ahora)", dijo.

Recientemente fue operada de los ojos, lo que le impide en este momento trabajar con normalidad aunque se resiste a dejar la pastelería, pese a que ya le es difícil distinguir números o letras y por lo que está a la espera de una segunda operación.

Aunque por esa razón sus hijos le han insistido en que cierre, se niega a hacerlo pues asegura que la mantiene ocupada y feliz por lo que no concibe su vida ya de otra manera.

"Les digo que es mi vida ¿qué voy a hacer? ¿Estarme apretando las manos o qué hago? No, me gusta estar aquí y explicarle (a los trabajadores) cómo hacer las cosas. Yo siempre he estado aquí en la cocina o despachando", abundó.

EL SECRETO

Los productos que doña Magdalena usa para la repostería son de primera calidad, sin conservadores, con productos del día y totalmente artesanal –lo que presume con toda razón–.

Dice orgullosa que sus productos son caseros a diferencia de los lugares donde compran todo preparado, pues ya hasta el huevo viene en polvo y las claras líquidas.

"A mí me gusta la mantequilla, el huevo que sea fresco, antes me gustaba con huevo de rancho, de la serranía que es totalmente diferente, pero ahora ya ni las gallinas ponen como se dice, entonces a veces los vamos campechaneando. Hacemos galletas, pasteles, anteriormente también hacía banquetes, pero ya lo hice a un lado, me gusta más lo dulce que lo salado, para mí es más sabroso", añadió.

Dijo que aunque hay cada vez más pastelerías "todo depende que cómo le guste comer a la gente porque hay personas que sabemos comer y otras que no", eso ha hecho que por la buena calidad con la que trabaja no pierda sus clientes.

Entre sus recuerdos está que el primer pastel se lo hizo a su hijo, quien ahora tiene 60 años y desde entonces se ha mantenido en la preferencia de los xalapeños, incluso, refirió, que uno de sus clientes más asiduos viene del Palacio de Gobierno.

Sin embargo, admite que las ventas han bajado por lo que incluso tuvo que cerrar una sucursal en el puerto de Veracruz y dos más en Xalapa, ubicadas en Araucarias y Primo Verdad, lo que también está relacionado con lo poco confiable que han resultado algunos de sus empleados.

La pastelería Palmeros abre todos los días desde las 9:00 y hasta las 21 horas, excepto los domingos que cierran a las 15 horas, pero no hay día que no trabaje a pesar de ser su propia jefa.

"Para mí es mi vida. Mi hijo me decía 'cierra, vendemos aquí te vas conmigo te compras una casita', y le digo que ni Dios lo quiera, me muero", dice convencida.

La particularidad de los pasteles de Magdalena hace que haya personas que lleguen de México y hasta Estados Unidos a comprarle pasteles. El más solicitado es el "tradicional" tipo casero, el que las abuelitas hacían en casa, dice.

"Van rellenos de nuez con chabacano, almendra con ciruela pasa y coco con piña. Hacemos también pays y galletas. Tenemos variedad, de todo lo que quieran sólo que al público solo sobre pedido", refirió al revelar que un día llegan a vender hasta 15 pasteles, siendo la Navidad la temporada más alta por las tradicionales roscas rellenas de mazapán de almendra con mermelada de chabacano.

Recientemente la historia de Magdalena fue contemplada en el libro "La cocina de Xalapa, vida cotidiana del siglo XX”, de la antropóloga Raquel Torres Cerdán, lo que asegura la llena de felicidad y satisfacción por todo el reconocimiento que ha obtenido de su gente.

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