/ viernes 15 de mayo de 2020

Es más evidente la desigualdad educativa con el coronavirus

Maestros veracruzanos, en su día, nos narran su experiencia y las complicaciones que enfrentan en zonas marginadas

Si para los alumnos de la ciudad tener acceso a internet o la televisión puede ser complicado, en zonas marginadas del estado la cuarentena por el Covid-19 significó un cese casi total en la vida académica de los menores y jóvenes; muchos de ellos lograban escapar por algunas horas de las condiciones de precariedad de su entorno acudiendo a sus escuelas, pero con la pandemia en el país son arrojados de vuelta a la dinámica de la sobrevivencia, acentuando las desigualdades sociales y económicas.

Para Fabiola, docente de telebachillerato en una comunidad de alta marginación en Tehuipango, en la zona de las Altas Montañas, su mayor preocupación es que después de la emergencia sus muchachos no regresen a las aulas. “Si en la ciudad muchos están sufriendo porque se quedaron sin empleo, pues ya te imaginarás en una zona rural: muchos de mis alumnos se fueron a trabajar a los campos agrícolas, porque el campo se considera una actividad esencial, así que no ha sido suspendida; entonces se fueron al norte del país: Sonora, Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas… con la finalidad de tener un dinero y poder subsistir en sus comunidades”.

Indica que de los 112 alumnos que tiene registrado el telebachillerato en el que labora, sólo con 40 ha logrado comunicación para dar seguimiento a los contenidos educativos, por lo que se estima que el resto se esté dedicando a trabajar.

En la comunidad carecen de agua potable; los estudiantes no tienen computadora ni internet, lo que sí tienen es celular, pero juntar para la recarga y poder comunicarse es para ellos muy complicado.

Entiendo su situación y yo soy quien les llama, me la paso haciendo recargas a mi celular para tratar de localizarlos y poder darles actividades, instrucciones, que me puedan preguntar sus dudas; en esta etapa se pierde la noción del tiempo, no importa la hora, a veces me he sorprendido a las 10 de la noche hablando con un alumno para darle actividades porque fue a la única hora que pude localizarlo.

En aquella zona los cuadernillos de actividades que imprimió la Secretaría de Educación de Veracruz llegaron el 27 de abril, y tal como estaba previsto fueron repartidos por los agentes municipales. La presión para los maestros ha sido juntar las evidencia de que los alumnos están trabajando, lo que es complicado por las condiciones de comunicación. Para Fabiola su prioridad es que los jóvenes estudien y lean lo que puedan, pero que no pierdan el hábito y el gusto por aprender, y eso los motive a regresar a las aulas cuando concluya la emergencia.

Lo principal es que los menores estén bien

En una situación similar se encuentra Andrés, docente de primer grado en una secundaria técnica en Córdoba; para él ha sido difícil el contacto con sus alumnos; su escuela se ubica en una zona marginada de la ciudad, donde el acceso a internet o computadora es muy difícil. Los padres hacen un esfuerzo para, al menos una vez a la semana, buscar cómo contactarse y acceder a las actividades del maestro o para plantearle sus dudas de lo encargado.

“Mi prioridad es que estén bien, que ellos estén tranquilos, que no se presionen; decidí no avanzar en nuevos temas porque no tengo contacto con todos los alumnos; así que retomé el cuadernillo de actividades de la Secretaría de sexto de primaria para repasar con ellos; que lo que ya vimos no se les olvide, que afiancen lo que no les había quedado muy claro; los muchachos que pueden un poco más, se acercan por separado y entonces les dejo otras actividades”, señaló el docente.

Andrés no cuenta con internet en su casa, él debe salir cada mañana a buscar un lugar para conectarse y poder estar al tanto de sus alumnos.

Mencionó que por las condiciones de la zona, son pocos los padres de familia que están al tanto de las actividades de sus hijos. “Me pongo en su lugar: si yo que soy el maestro, no tengo internet, pues entonces ellos… creo que en este periodo hay que ser flexibles y que ellos no pierdan el hábito de estudiar; no están preparados para ser autodidactas, así que uno tiene que tomar eso en consideración”, agregó.

En El Zapotal, una pequeña comunidad rural perteneciente a Acajete, la población también es clasificada como marginada, pese a estar a hora y media de Xalapa: no hay internet ni conectividad, las casas no cuentan con computadoras y unas cuantas con televisor. Ahí el maestro Jorge David Perez Iriarte atiende una primaria unitaria —es decir, un docente para los seis grados—, señala que con la aplicación de la cuarentena no ha logrado tener comunicación con sus alumnos, sabe que los cuadernillos aún no han llegado, y sólo ha mantenido comunicación intermitente con algunos padres de familia.

Señaló que ante este panorama la prioridad debe ser resguardarse, que este periodo de emergencia sanitaria debe verse como una situación extraordinaria para lo que no se estaba preparado, por lo que más allá de buscar que los estudiantes no “pierdan el ciclo”, hay que preocuparse por fortalecerlos emocionalmente e ir delineando los mecanismos académicos para regularizarlos una vez que termine la etapa de confinamiento.

Si para los alumnos de la ciudad tener acceso a internet o la televisión puede ser complicado, en zonas marginadas del estado la cuarentena por el Covid-19 significó un cese casi total en la vida académica de los menores y jóvenes; muchos de ellos lograban escapar por algunas horas de las condiciones de precariedad de su entorno acudiendo a sus escuelas, pero con la pandemia en el país son arrojados de vuelta a la dinámica de la sobrevivencia, acentuando las desigualdades sociales y económicas.

Para Fabiola, docente de telebachillerato en una comunidad de alta marginación en Tehuipango, en la zona de las Altas Montañas, su mayor preocupación es que después de la emergencia sus muchachos no regresen a las aulas. “Si en la ciudad muchos están sufriendo porque se quedaron sin empleo, pues ya te imaginarás en una zona rural: muchos de mis alumnos se fueron a trabajar a los campos agrícolas, porque el campo se considera una actividad esencial, así que no ha sido suspendida; entonces se fueron al norte del país: Sonora, Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas… con la finalidad de tener un dinero y poder subsistir en sus comunidades”.

Indica que de los 112 alumnos que tiene registrado el telebachillerato en el que labora, sólo con 40 ha logrado comunicación para dar seguimiento a los contenidos educativos, por lo que se estima que el resto se esté dedicando a trabajar.

En la comunidad carecen de agua potable; los estudiantes no tienen computadora ni internet, lo que sí tienen es celular, pero juntar para la recarga y poder comunicarse es para ellos muy complicado.

Entiendo su situación y yo soy quien les llama, me la paso haciendo recargas a mi celular para tratar de localizarlos y poder darles actividades, instrucciones, que me puedan preguntar sus dudas; en esta etapa se pierde la noción del tiempo, no importa la hora, a veces me he sorprendido a las 10 de la noche hablando con un alumno para darle actividades porque fue a la única hora que pude localizarlo.

En aquella zona los cuadernillos de actividades que imprimió la Secretaría de Educación de Veracruz llegaron el 27 de abril, y tal como estaba previsto fueron repartidos por los agentes municipales. La presión para los maestros ha sido juntar las evidencia de que los alumnos están trabajando, lo que es complicado por las condiciones de comunicación. Para Fabiola su prioridad es que los jóvenes estudien y lean lo que puedan, pero que no pierdan el hábito y el gusto por aprender, y eso los motive a regresar a las aulas cuando concluya la emergencia.

Lo principal es que los menores estén bien

En una situación similar se encuentra Andrés, docente de primer grado en una secundaria técnica en Córdoba; para él ha sido difícil el contacto con sus alumnos; su escuela se ubica en una zona marginada de la ciudad, donde el acceso a internet o computadora es muy difícil. Los padres hacen un esfuerzo para, al menos una vez a la semana, buscar cómo contactarse y acceder a las actividades del maestro o para plantearle sus dudas de lo encargado.

“Mi prioridad es que estén bien, que ellos estén tranquilos, que no se presionen; decidí no avanzar en nuevos temas porque no tengo contacto con todos los alumnos; así que retomé el cuadernillo de actividades de la Secretaría de sexto de primaria para repasar con ellos; que lo que ya vimos no se les olvide, que afiancen lo que no les había quedado muy claro; los muchachos que pueden un poco más, se acercan por separado y entonces les dejo otras actividades”, señaló el docente.

Andrés no cuenta con internet en su casa, él debe salir cada mañana a buscar un lugar para conectarse y poder estar al tanto de sus alumnos.

Mencionó que por las condiciones de la zona, son pocos los padres de familia que están al tanto de las actividades de sus hijos. “Me pongo en su lugar: si yo que soy el maestro, no tengo internet, pues entonces ellos… creo que en este periodo hay que ser flexibles y que ellos no pierdan el hábito de estudiar; no están preparados para ser autodidactas, así que uno tiene que tomar eso en consideración”, agregó.

En El Zapotal, una pequeña comunidad rural perteneciente a Acajete, la población también es clasificada como marginada, pese a estar a hora y media de Xalapa: no hay internet ni conectividad, las casas no cuentan con computadoras y unas cuantas con televisor. Ahí el maestro Jorge David Perez Iriarte atiende una primaria unitaria —es decir, un docente para los seis grados—, señala que con la aplicación de la cuarentena no ha logrado tener comunicación con sus alumnos, sabe que los cuadernillos aún no han llegado, y sólo ha mantenido comunicación intermitente con algunos padres de familia.

Señaló que ante este panorama la prioridad debe ser resguardarse, que este periodo de emergencia sanitaria debe verse como una situación extraordinaria para lo que no se estaba preparado, por lo que más allá de buscar que los estudiantes no “pierdan el ciclo”, hay que preocuparse por fortalecerlos emocionalmente e ir delineando los mecanismos académicos para regularizarlos una vez que termine la etapa de confinamiento.

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