/ martes 10 de marzo de 2020

La antigua calera de Banderilla, sólo un lejano recuerdo de bonanza

La fábrica de cal era una fuente directa de empleos desde 1942, señala cronista

La antigua calera de Banderilla es más que un simple recuerdo para los habitantes de ese lugar y para quienes en su momento dedicaron agotadoras horas de labores para la extracción de piedra y su procesamiento.

Aunque en la actualidad el terreno de esa fábrica es ocupado por un moderno auditorio, lo cierto es que para muchos siempre estarán presentes las calderas, los hornos, las máquinas y aquel silbato que puntualmente sonaba a las 13, 14, 18 y 21 horas, además de la una de la madrugada, para anunciar el inicio y fin de la jornada diaria.

La cronista de Banderilla, Irma Yolanda Hernández Jiménez, dice que, de acuerdo con la historia, la fábrica comenzó a funcionar entre 1942 y 1945 con al menos 30 trabajadores, que se desempeñaban como fogoneros, libertadores de cal, empacadores, responsables de las calderas, cargadores y estibadores, entre otros, que incluso provenían de comunidades cercanas a Banderilla.

La fábrica de cal fue un proyecto impulsado por una familia originaria de Santander, España, representada por Marcelino y Manuel García Salmones, junto con su primo José María Pardo, que encontraron en la vecina población el lugar ideal, junto a las vías del tren, para instalarla.

Además, los bancos de piedra de Jilopepec y Coacoatzintla fueron fundamentales para impulsar el proyecto, que dio origen a lo que de manera inicial tuvo el nombre comercial de “Calera Veracruzana S.A.” y más tarde “Cales de Banderilla”. Para los lugareños la fábrica siempre fue identificada simplemente como La Calera.

Principal fuente de economía

Durante muchos años, la calera impulsó la actividad económica de Banderilla y la región, pues además de los empleos directos de forma indirecta se generaban otras actividades laborales. Diariamente llegaban personas a vender alimentos a los trabajadores, entre otros objetos, lo que representaba la fluidez económica en beneficio de cientos de familias, de acuerdo con la cronista y también directora de la Casa de la Cultura de aquel municipio.

Sin embargo, “no todo fue miel sobre hojuelas”, pues a finales de los años 90 la empresa comenzó a tener dificultades económicas y los trabajadores se fueron a huelga ante la falta de pago.

La espera y la lucha laboral fue muy prolongada. Esa parte de la historia de la caldera es triste para los habitantes de Banderilla, quienes recuerdan una serie de protestas obreras frustradas e ilusiones y esperanzas de desarrollo truncas.

Por mucho tiempo la fachada de la calera en esta ciudad exhibió una bandera negra con rojo, que con el paso de los años se fue deteriorando hasta convertirse en un trapo, decolorado y rasgado que, al igual que los obreros, se mantuvo hasta el último día del conflictos sindical, “allá por los inicios de los años 2000”.

Historias llenas de nostalgia

Abundio Sánchez dedicó 25 años de su vida a trabajar en la calera. Actualmente se dedica a la peluquería y recuerda con nostalgia aquellos buenos tiempos que “ahora solamente son historias para contar”.

Para él, la calera no cerró por falta de recursos económicos, pues asegura que “diariamente se cargaban furgones y tráileres que eran comercializados y trasladados a otros estados, incluso al puerto de Veracruz”, para ser embarcados y distribuidos en Centroamérica, lo que desde su punto de vista representaba buenas ventas e ingresos económicos.

El conflicto lo recuerda con mucha tristeza, pues “allá por los 90” los trabajadores fueron notificados de que la planta iba a cerrar y que difícilmente les tocaría liquidación porque no había recursos.

En la calera había tres turnos y en cada uno trabajaban 16 empleados, además de que había contratos temporales y otros empleos indirectos, como los transportistas, que en total representaban varias familias que se quedaron sin una fuente de ingresos.

Sin dejar de realizar un corte a uno de sus clientes, en una peluquería aledaña a las instalaciones de la la calera, sostuvo que no todos los trabajadores fueron indemnizados y que por ello recurrieron a la huelga.

Aunque no recordó la fecha exacta del inicio del movimiento y de su culminación, señala que “terminó como por los inicios de los años 2000, cuando intervino el ayuntamiento para adquirir el terreno y con ello liquidar a los empleados”.

La Calera, emblema del pueblo

Arnoldo Romero Hernández, encargado de la radio comunitaria de la Casa de la Cultura de Banderilla, señaló que a pesar de que la superficie de la calera es ocupada en la actualidad por un moderno auditorio, para los habitantes de ese municipio “siempre será La Calera”.

Abundó que también se tiene la idea de plasmar una cronología por medio de un mural en las instalaciones para que la gente pueda conocer el inicio “de aquel gigante blanco, lo que pasó y en lo que se convirtió. “La Calera es un emblema de Banderilla”.

Hasta hace algunos años aún se conservaba el silbato de la calera, que a muchos hacia correr, pues algunos de esos pitidos eran casi a la par con la entrada y salida de las escuelas.

Sin embargo, sostuvo que “una administración municipal” lo desechó como fierro viejo, a pesar de que hubo la intención de conservarlo como un monumento o al menos llevarlo a la Casa de la Cultura de Banderilla.

La calera no será olvidada, su recuerdo no va a morir, porque aunque ahora ya es un espacio moderno, la remembranza de Banderilla siempre se va a referir a ella como La Calera.

De fábrica de cal a un moderno auditorio

En diciembre de 2019, el actual gobierno municipal de Banderilla inauguró el auditorio y centro deportivo “La Calera”, obra que inició en 2015 y que estuvo detenida a causa de algunas cuestiones administrativas durante varios años. La inversión fue de aproximadamente 50 millones de pesos de recursos federales, según un reporte del ayuntamiento.

Durante la pasada administración local, parte de las instalaciones de La Calera se utilizaron para albergar al Instituto Municipal de las Mujeres, sin embargo, al no ser consideradas como aptas tuvieron que cambiar de sede.

El auditorio cuenta con modernas instalaciones y conserva el nombre de la antigua fábrica, además de una vieja caldera, pues para los habitantes de Banderilla nunca dejará de ser La Calera.

Aunque se solicitó al ayuntamiento información precisa sobre las fechas y las acciones que se desarrollaron para el rescate de La Calera y la construcción del actual auditorio, no se obtuvo respuesta.

La antigua calera de Banderilla es más que un simple recuerdo para los habitantes de ese lugar y para quienes en su momento dedicaron agotadoras horas de labores para la extracción de piedra y su procesamiento.

Aunque en la actualidad el terreno de esa fábrica es ocupado por un moderno auditorio, lo cierto es que para muchos siempre estarán presentes las calderas, los hornos, las máquinas y aquel silbato que puntualmente sonaba a las 13, 14, 18 y 21 horas, además de la una de la madrugada, para anunciar el inicio y fin de la jornada diaria.

La cronista de Banderilla, Irma Yolanda Hernández Jiménez, dice que, de acuerdo con la historia, la fábrica comenzó a funcionar entre 1942 y 1945 con al menos 30 trabajadores, que se desempeñaban como fogoneros, libertadores de cal, empacadores, responsables de las calderas, cargadores y estibadores, entre otros, que incluso provenían de comunidades cercanas a Banderilla.

La fábrica de cal fue un proyecto impulsado por una familia originaria de Santander, España, representada por Marcelino y Manuel García Salmones, junto con su primo José María Pardo, que encontraron en la vecina población el lugar ideal, junto a las vías del tren, para instalarla.

Además, los bancos de piedra de Jilopepec y Coacoatzintla fueron fundamentales para impulsar el proyecto, que dio origen a lo que de manera inicial tuvo el nombre comercial de “Calera Veracruzana S.A.” y más tarde “Cales de Banderilla”. Para los lugareños la fábrica siempre fue identificada simplemente como La Calera.

Principal fuente de economía

Durante muchos años, la calera impulsó la actividad económica de Banderilla y la región, pues además de los empleos directos de forma indirecta se generaban otras actividades laborales. Diariamente llegaban personas a vender alimentos a los trabajadores, entre otros objetos, lo que representaba la fluidez económica en beneficio de cientos de familias, de acuerdo con la cronista y también directora de la Casa de la Cultura de aquel municipio.

Sin embargo, “no todo fue miel sobre hojuelas”, pues a finales de los años 90 la empresa comenzó a tener dificultades económicas y los trabajadores se fueron a huelga ante la falta de pago.

La espera y la lucha laboral fue muy prolongada. Esa parte de la historia de la caldera es triste para los habitantes de Banderilla, quienes recuerdan una serie de protestas obreras frustradas e ilusiones y esperanzas de desarrollo truncas.

Por mucho tiempo la fachada de la calera en esta ciudad exhibió una bandera negra con rojo, que con el paso de los años se fue deteriorando hasta convertirse en un trapo, decolorado y rasgado que, al igual que los obreros, se mantuvo hasta el último día del conflictos sindical, “allá por los inicios de los años 2000”.

Historias llenas de nostalgia

Abundio Sánchez dedicó 25 años de su vida a trabajar en la calera. Actualmente se dedica a la peluquería y recuerda con nostalgia aquellos buenos tiempos que “ahora solamente son historias para contar”.

Para él, la calera no cerró por falta de recursos económicos, pues asegura que “diariamente se cargaban furgones y tráileres que eran comercializados y trasladados a otros estados, incluso al puerto de Veracruz”, para ser embarcados y distribuidos en Centroamérica, lo que desde su punto de vista representaba buenas ventas e ingresos económicos.

El conflicto lo recuerda con mucha tristeza, pues “allá por los 90” los trabajadores fueron notificados de que la planta iba a cerrar y que difícilmente les tocaría liquidación porque no había recursos.

En la calera había tres turnos y en cada uno trabajaban 16 empleados, además de que había contratos temporales y otros empleos indirectos, como los transportistas, que en total representaban varias familias que se quedaron sin una fuente de ingresos.

Sin dejar de realizar un corte a uno de sus clientes, en una peluquería aledaña a las instalaciones de la la calera, sostuvo que no todos los trabajadores fueron indemnizados y que por ello recurrieron a la huelga.

Aunque no recordó la fecha exacta del inicio del movimiento y de su culminación, señala que “terminó como por los inicios de los años 2000, cuando intervino el ayuntamiento para adquirir el terreno y con ello liquidar a los empleados”.

La Calera, emblema del pueblo

Arnoldo Romero Hernández, encargado de la radio comunitaria de la Casa de la Cultura de Banderilla, señaló que a pesar de que la superficie de la calera es ocupada en la actualidad por un moderno auditorio, para los habitantes de ese municipio “siempre será La Calera”.

Abundó que también se tiene la idea de plasmar una cronología por medio de un mural en las instalaciones para que la gente pueda conocer el inicio “de aquel gigante blanco, lo que pasó y en lo que se convirtió. “La Calera es un emblema de Banderilla”.

Hasta hace algunos años aún se conservaba el silbato de la calera, que a muchos hacia correr, pues algunos de esos pitidos eran casi a la par con la entrada y salida de las escuelas.

Sin embargo, sostuvo que “una administración municipal” lo desechó como fierro viejo, a pesar de que hubo la intención de conservarlo como un monumento o al menos llevarlo a la Casa de la Cultura de Banderilla.

La calera no será olvidada, su recuerdo no va a morir, porque aunque ahora ya es un espacio moderno, la remembranza de Banderilla siempre se va a referir a ella como La Calera.

De fábrica de cal a un moderno auditorio

En diciembre de 2019, el actual gobierno municipal de Banderilla inauguró el auditorio y centro deportivo “La Calera”, obra que inició en 2015 y que estuvo detenida a causa de algunas cuestiones administrativas durante varios años. La inversión fue de aproximadamente 50 millones de pesos de recursos federales, según un reporte del ayuntamiento.

Durante la pasada administración local, parte de las instalaciones de La Calera se utilizaron para albergar al Instituto Municipal de las Mujeres, sin embargo, al no ser consideradas como aptas tuvieron que cambiar de sede.

El auditorio cuenta con modernas instalaciones y conserva el nombre de la antigua fábrica, además de una vieja caldera, pues para los habitantes de Banderilla nunca dejará de ser La Calera.

Aunque se solicitó al ayuntamiento información precisa sobre las fechas y las acciones que se desarrollaron para el rescate de La Calera y la construcción del actual auditorio, no se obtuvo respuesta.

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