/ domingo 12 de abril de 2020

La cuarentena es un lujo que no todos los xalapeños se pueden dar

Justino, Ernesto y Esteban trabajan en las calles del primer cuadro de la ciudad y saben muy bien que si el coronavirus no los mata, el hambre si

Es Jueves Santo. Son las 8:40 de la noche y ya han pasado algunas patrullas pidiendo a los xalapeños desde sus altavoces que se resguarden en sus casas.

En la calle Zamora, casi con Enríquez, me encuentro a don Justino Neri Mexicano, un hombre maduro, con 37 años vendiendo dulces, chicles y golosinas en este puesto.

Él, como miles de mexicanos, no puede irse a su casa a pasar la cuarentena viendo la televisión, con wifi y Netflix. “Yo voy al día, jefe”, me dice. “Y con estas ventas que están tan bajas, ¿cómo voy a sobrevivir?, ¿de dónde me voy a mantener?, si saco apenas 50 o 100 pesos”.

Sabe que se arriesga, sobre todo cuando en Xalapa pasemos a la fase tres y aumenten los contagios comunitarios. Con dos hijos y su esposa enferma, don Justino no tiene de otra. Sin embargo, dice que es creyente, que todos los días se encomienda a Dios y que hoy, cuando pase Jesús por la calle donde él se ha ganado la vida, en el recorrido que organizó la Iglesia Católica, con el Santísimo Sacramento, le pedirá salud, trabajo y felicidad.

“Yo siempre me pongo en las manos de Dios. Todos los días le pido que no me falte casa, vestido y sustento”, me dice, mientras va levantando el puesto de dulces, para retirarse a casa.

II

En el corazón de Xalapa la vida bulle y el reto es uno solo: sobrevivir. Así me lo dice Ernesto Trujillo, un joven que invita a los transeúntes a tomarse una fotografía por cinco pesos. “Aguanté una semana guardado, pero está cabrón. Aquí mi dilema era uno solo: o me quedo en casa o me muero de hambre, no había de otra y aquí estoy”, me comenta sonriente, de buen ánimo, como si nos conociéramos de años.

Me muestra sus fotos. Son buenas, bien iluminadas. Cada persona se lleva 4 o 5 y se las mando por correo electrónico en alta calidad, me dice. También me muestra su equipo, una lámpara profesional y una cámara que cuida con recelo.

Ernesto trabaja de 8 a 10 de la noche en la calle Enríquez y aunque han pasado personas y le han dicho que no se arriesgue, que se vaya a su casa, él sabe que no puede, porque tiene que comer. “Aquí saco para comer. No me da para más, pero eso ya es bastante”, expresa. Me revela que cada noche escucha a Hugo López Gatell, el súper subsecretario de Salud que lleva en la palma de la mano todos los datos del avance de la pandemia en el país.

Todas las noches lo escucho y me gustaría quedarme en casa, como me lo pide, pero no puedo. Cuando llegué al extremo de comer una vez al día dije, no, esto no puede seguir así y me vine a tomar fotosErnesto Trujillo

“Y mira, aquí me la paso, saco para comer y platico con Esteban”, me dice, señalando a un compañero vendedor ambulante que está a su lado.

III

Esteban Bravo tiene 33 años de comerciante y 20 elaborando artesanía. Vendía en Los Lagos, pero el Ayuntamiento le quitó su fuente de trabajo, bajo el argumento de un “reordenamiento”.

A las autoridades les vale nuestra situación. Uno vive al día. Ellos tienen su sueldo asegurado. Este fin de semana cerraron Los Lagos y cuando les preguntamos ‘y nosotros qué vamos a hacer’, nos dijeron: ‘ese no es nuestro problema, es de ustedes’. Así que tengo que salir a buscarleEsteban Bravo

Me cuenta que hace unos días, una persona que manejaba un Honda Acort, se detuvo en Enríquez y le dijo a él y a Trujillo que se fueran a sus casas, por el peligro del coronavirus.

“Nos habló fuerte, como dándonos una orden, con mucha seguridad. El tipo venía en un carrazo, bien vestido, bien protegido. Seguramente tiene un buen trabajo y un buen sueldo y puede quedarse en su casa. Nosotros no. Nosotros tenemos que salir a darle, para la papa”, me anota.

Esteban se queja de la insensibilidad de las autoridades, que dan despensas solo para controlar a los manifestantes. “Yo no soy de despensas, yo soy de oportunidades para trabajar y ganarme mi dinero”.

El vendedor de artesanías sabe del riesgo que implica andar en la calle, pero, reitera, no hay de otra. “Si no me mata el coronavirus me va a matar el hambre”, puntualiza, mostrando el drama de miles de xalapeños, veracruzanos y mexicanos en este 2020, el año de la gran pandemia del coronavirus (Covid-19).

Es Jueves Santo. Son las 8:40 de la noche y ya han pasado algunas patrullas pidiendo a los xalapeños desde sus altavoces que se resguarden en sus casas.

En la calle Zamora, casi con Enríquez, me encuentro a don Justino Neri Mexicano, un hombre maduro, con 37 años vendiendo dulces, chicles y golosinas en este puesto.

Él, como miles de mexicanos, no puede irse a su casa a pasar la cuarentena viendo la televisión, con wifi y Netflix. “Yo voy al día, jefe”, me dice. “Y con estas ventas que están tan bajas, ¿cómo voy a sobrevivir?, ¿de dónde me voy a mantener?, si saco apenas 50 o 100 pesos”.

Sabe que se arriesga, sobre todo cuando en Xalapa pasemos a la fase tres y aumenten los contagios comunitarios. Con dos hijos y su esposa enferma, don Justino no tiene de otra. Sin embargo, dice que es creyente, que todos los días se encomienda a Dios y que hoy, cuando pase Jesús por la calle donde él se ha ganado la vida, en el recorrido que organizó la Iglesia Católica, con el Santísimo Sacramento, le pedirá salud, trabajo y felicidad.

“Yo siempre me pongo en las manos de Dios. Todos los días le pido que no me falte casa, vestido y sustento”, me dice, mientras va levantando el puesto de dulces, para retirarse a casa.

II

En el corazón de Xalapa la vida bulle y el reto es uno solo: sobrevivir. Así me lo dice Ernesto Trujillo, un joven que invita a los transeúntes a tomarse una fotografía por cinco pesos. “Aguanté una semana guardado, pero está cabrón. Aquí mi dilema era uno solo: o me quedo en casa o me muero de hambre, no había de otra y aquí estoy”, me comenta sonriente, de buen ánimo, como si nos conociéramos de años.

Me muestra sus fotos. Son buenas, bien iluminadas. Cada persona se lleva 4 o 5 y se las mando por correo electrónico en alta calidad, me dice. También me muestra su equipo, una lámpara profesional y una cámara que cuida con recelo.

Ernesto trabaja de 8 a 10 de la noche en la calle Enríquez y aunque han pasado personas y le han dicho que no se arriesgue, que se vaya a su casa, él sabe que no puede, porque tiene que comer. “Aquí saco para comer. No me da para más, pero eso ya es bastante”, expresa. Me revela que cada noche escucha a Hugo López Gatell, el súper subsecretario de Salud que lleva en la palma de la mano todos los datos del avance de la pandemia en el país.

Todas las noches lo escucho y me gustaría quedarme en casa, como me lo pide, pero no puedo. Cuando llegué al extremo de comer una vez al día dije, no, esto no puede seguir así y me vine a tomar fotosErnesto Trujillo

“Y mira, aquí me la paso, saco para comer y platico con Esteban”, me dice, señalando a un compañero vendedor ambulante que está a su lado.

III

Esteban Bravo tiene 33 años de comerciante y 20 elaborando artesanía. Vendía en Los Lagos, pero el Ayuntamiento le quitó su fuente de trabajo, bajo el argumento de un “reordenamiento”.

A las autoridades les vale nuestra situación. Uno vive al día. Ellos tienen su sueldo asegurado. Este fin de semana cerraron Los Lagos y cuando les preguntamos ‘y nosotros qué vamos a hacer’, nos dijeron: ‘ese no es nuestro problema, es de ustedes’. Así que tengo que salir a buscarleEsteban Bravo

Me cuenta que hace unos días, una persona que manejaba un Honda Acort, se detuvo en Enríquez y le dijo a él y a Trujillo que se fueran a sus casas, por el peligro del coronavirus.

“Nos habló fuerte, como dándonos una orden, con mucha seguridad. El tipo venía en un carrazo, bien vestido, bien protegido. Seguramente tiene un buen trabajo y un buen sueldo y puede quedarse en su casa. Nosotros no. Nosotros tenemos que salir a darle, para la papa”, me anota.

Esteban se queja de la insensibilidad de las autoridades, que dan despensas solo para controlar a los manifestantes. “Yo no soy de despensas, yo soy de oportunidades para trabajar y ganarme mi dinero”.

El vendedor de artesanías sabe del riesgo que implica andar en la calle, pero, reitera, no hay de otra. “Si no me mata el coronavirus me va a matar el hambre”, puntualiza, mostrando el drama de miles de xalapeños, veracruzanos y mexicanos en este 2020, el año de la gran pandemia del coronavirus (Covid-19).

Local

Pese a donaciones, Banco de Alimentos no logra abastecer a familias xalapeñas

Señalan que los alimentos deben cuidarse y evitar el desperdicio, pues pueden ser de gran apoyo para los más necesitados

Local

Sin créditos ni apoyos: productores de caña denuncian abandono total

Señalan que el tema es crítico, porque no hay créditos para fertilizar las tierras

Salud

Deben aprender lo mismo; colectivo pide equidad en educación sexual para personas sordas

Consideran que hace falta que los maestros les den el mismo trato y no les pasen la información resumida o acortada

Ecología

¿Avistamiento de mantarrayas y delfines es normal? Experto dice que habría más

Menciona que cabe la posibilidad de que se capten otras especies nadando cerca del puerto de Veracruz

Cultura

Coatepecano Fer Alcántara anuncia presentación de su primer disco, fecha y horario

El concierto tendrá música rock, pop y románticas, entre la armonía de guitarras, baterías y otros instrumentos

Deportes

¡Semillero de talento! 14 corredores representarán a Veracruz en Macro Regional de Mérida

Lograron avanzar al Macro Regional 7 mujeres y 7 hombres, un récord interno que estableció el equipo