/ lunes 26 de abril de 2021

Para mujeres, funciones de cuidadoras; hay retroceso

La investigadora Karina Batthyány dijo que hacen falta las políticas públicas para las cuales se necesita dinero porque sin éste no se pueden impulsar

Debido a la pandemia se ha registrado un retroceso de cuando menos diez años respecto a la sociedad del cuidado, donde se recargó sobre las mujeres la obligación de brindar los cuidados a tres sectores: los niños, los adultos mayores que así lo requieren y las personas con alguna discapacidad, asentó Karina Batthyány, profesora titular del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias de Sociales de la Universidad de la República, en Uruguay.

Al abrir el 4º Congreso Internacional sobre Género y Espacio 2021 (CIGE) este lunes 19, la investigadora dijo que hacen falta las políticas públicas para las cuales se necesita dinero porque sin éste no se pueden impulsar porque “sin recursos ninguna política pública avanza”.

Para incidir en los cambios que se requiere en la sociedad, se deben hacer campañas a través de las que la población empiece a cuestionarse sobre los roles que actualmente desarrollan los hombres y mujeres ya sea al interior del hogar o afuera, porque antes en los libros de texto era común ver que las labores de casa eran responsabilidad de las mujeres y la de traer el dinero a casa, la de los varones, pero eso ha cambiado gracias a los avances que se han registrado en la materia.

Reiteró que el cuidado con pago o sin él, familiar o extrafamiliar ha sido en su mayoría realizado por mujeres, es una tarea que ha sido feminizada por lo que se requiere pensar el concepto de cuidado desde una política pública, donde se le ve como un asunto privado lo que se refleja en las desigualdades, ya que el tema no se considera como asunto de la agenda pública, por lo que existe una gran desigualdad al interior del hogar porque el trabajo del cuidador no se distribuye de manera equitativa potenciando brechas de desigualdad social. “Es una protección social que desprotege”, asentó.

En ese sentido se plantea la necesidad de impulsar una política de cuidado que permitiría avanzar hacia una sociedad del cuidado más equitativa y justa. Una de ellas e la política del tiempo en la que entrarían las licencias laborales para el cuidado de las que existen muy pocas en las naciones de Latinoamérica; otra política es la de servicios para asegurar que las necesidades de cuidado puedan ser mercantiles, servicios estatales como las guarderías y estancias para adultos mayores o las comunitarias que se dan al interior de los barrios o colonias.

Precisó que ella agregaría dos más: las políticas culturales de redistribución de roles que exoneran a los varones de ser cuidadores y las políticas de empleo o formación, desafío que en la experiencia latinoamericana es mayor a la de países de Europa.

Como es un tema en construcción y novedoso el principio es ponerse de acuerdo y no permitir que aparezcan sesgos maternalistas que no ayudarían en la construcción de lo que se requiere, por el contrario impedirían las modificaciones, advirtió.

La construcción del discurso común debe ser consensuada, además es muy importante la comunicación entre el sector académico, los organismos sociales que están empujando los cambios y quienes están en el campo de las políticas públicas, así como los recursos porque sin éstos ninguna política avanza y sin cuidados no hay vida, sentenció.

Debido a la pandemia se ha registrado un retroceso de cuando menos diez años respecto a la sociedad del cuidado, donde se recargó sobre las mujeres la obligación de brindar los cuidados a tres sectores: los niños, los adultos mayores que así lo requieren y las personas con alguna discapacidad, asentó Karina Batthyány, profesora titular del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias de Sociales de la Universidad de la República, en Uruguay.

Al abrir el 4º Congreso Internacional sobre Género y Espacio 2021 (CIGE) este lunes 19, la investigadora dijo que hacen falta las políticas públicas para las cuales se necesita dinero porque sin éste no se pueden impulsar porque “sin recursos ninguna política pública avanza”.

Para incidir en los cambios que se requiere en la sociedad, se deben hacer campañas a través de las que la población empiece a cuestionarse sobre los roles que actualmente desarrollan los hombres y mujeres ya sea al interior del hogar o afuera, porque antes en los libros de texto era común ver que las labores de casa eran responsabilidad de las mujeres y la de traer el dinero a casa, la de los varones, pero eso ha cambiado gracias a los avances que se han registrado en la materia.

Reiteró que el cuidado con pago o sin él, familiar o extrafamiliar ha sido en su mayoría realizado por mujeres, es una tarea que ha sido feminizada por lo que se requiere pensar el concepto de cuidado desde una política pública, donde se le ve como un asunto privado lo que se refleja en las desigualdades, ya que el tema no se considera como asunto de la agenda pública, por lo que existe una gran desigualdad al interior del hogar porque el trabajo del cuidador no se distribuye de manera equitativa potenciando brechas de desigualdad social. “Es una protección social que desprotege”, asentó.

En ese sentido se plantea la necesidad de impulsar una política de cuidado que permitiría avanzar hacia una sociedad del cuidado más equitativa y justa. Una de ellas e la política del tiempo en la que entrarían las licencias laborales para el cuidado de las que existen muy pocas en las naciones de Latinoamérica; otra política es la de servicios para asegurar que las necesidades de cuidado puedan ser mercantiles, servicios estatales como las guarderías y estancias para adultos mayores o las comunitarias que se dan al interior de los barrios o colonias.

Precisó que ella agregaría dos más: las políticas culturales de redistribución de roles que exoneran a los varones de ser cuidadores y las políticas de empleo o formación, desafío que en la experiencia latinoamericana es mayor a la de países de Europa.

Como es un tema en construcción y novedoso el principio es ponerse de acuerdo y no permitir que aparezcan sesgos maternalistas que no ayudarían en la construcción de lo que se requiere, por el contrario impedirían las modificaciones, advirtió.

La construcción del discurso común debe ser consensuada, además es muy importante la comunicación entre el sector académico, los organismos sociales que están empujando los cambios y quienes están en el campo de las políticas públicas, así como los recursos porque sin éstos ninguna política avanza y sin cuidados no hay vida, sentenció.

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