/ jueves 11 de junio de 2020

Tiene 71 años, es albañil y todavía carga bultos

"Así pienso seguir hasta que ya no aguante el bulto de cemento de 50 kilos, que cada vez pesa menos", asegura Maximino, quien desde los 8 años buscaba en las obras la oportunidad de trabajar

Xalapa, Ver.- A los 8 años, Maximino Juárez Zamora ya buscaba el pan en las obras de albañilería, a donde se iba acompañando a los maestros poblanos de los que aprendió el oficio. Hoy, a sus 71 años sigue activo y asegura que así seguirá hasta que ya no aguante el bulto de cemento que pesa 50 kilos y que él se echa al hombro con una facilidad asombrosa.

De los grandes maestros de albañilería de la colonia Francisco I. Madero, Juan Rodríguez, Ramón y Gonzalo González, así como Regino Salazar y Clemente Hernández, entre otros, aprendió no sólo el oficio del cual se siente muy orgulloso, sino la honradez, ya que le dijeron “en la casa donde trabajas uno nunca se encuentra algo. Todo ahí tiene dueño”, lo que le ha servido en la vida para vivir tranquilo y con la conciencia limpia, ya que tuvo patrones que le dejaban la caja fuerte abierta con fajos de billetes, así como alguna joya mal puesta por ahí. El dueño de una conocida empresa que le dejaba la caja fuerte abierta le decía “cómo eres pendejo, yo ya habría agarrado un fajo y me hubiera ido”, a lo que él le contestaba “prefiero ser libre que esconderme toda la vida”.

A lo largo de su trayectoria le tocó participar en la construcción del mercado Jáuregui, en los cines Variedades y Pepe, en el edificio de Sears, Chedraui centro, Plaza Krystal, donde recuerda que varios compañeros suyos murieron cuando se les vino abajo una parte de la loza. También participó en la construcción de la Escuela Normal Veracruzana en 1967, donde trabajó un año completo; en El Ágora de la Ciudad, en la segunda parte del Museo de Antropología, en el último nivel del edificio de Radio Mundial y en la unidad habitacional del Fovissste, donde tuvo bajo su responsabilidad 25 casas, en el hospital 11 del IMSS y en Finanzas, entre otros.

Maximino Juárez sólo estudió tres años de la instrucción primaria a los 12 años en las escuelas nocturnas Manuel de Boza y Revolución de Xalapa, ya que tenía que trabajar para ayudar en el sustento familiar. Oriundo de Teziutlán, Puebla, llegó a Xalapa a los ocho años de edad con su madre Rita Zamora y su hermanita Victoria. Su hermano mayor prefirió quedarse en Teziutlán con una de sus tías. Su padre era chofer de un camión repartidor de fruta que viajaba a Estados Unidos, del cual no volvieron a saber hasta muchos años después. En la colonia Francisco I. Madero su mamá encontró trabajo despachando petróleo, pero lo que ganaba no alcanzaba, por eso él empezó a irse con vecinos suyos y a los 16 años se había convertido en un albañil completo con los conocimientos que sus maestros poblanos —que son tan buenos como si hubieran aprendido en escuela—le heredaron.

Con 60 años en la albañilería, ya no tiene que buscar trabajo, le llega gracias a las recomendaciones que hacen sus clientes; y es tanto que se da el lujo de elegir. Eso lo mantiene activo, ya que si se sienta, se entume, dice. “Mi diversión es mi trabajo, sueño con él; si me encargan algo difícil, lo estudio hasta que sé cómo lo voy a hacer. Así pienso seguir hasta que ya no aguante yo el bulto de cemento de 50 kilos, que cada vez pesa menos, asegura, pues su experiencia le dice que le han quitado como dos kilos , aunque cada día es más caro.

Xalapa, Ver.- A los 8 años, Maximino Juárez Zamora ya buscaba el pan en las obras de albañilería, a donde se iba acompañando a los maestros poblanos de los que aprendió el oficio. Hoy, a sus 71 años sigue activo y asegura que así seguirá hasta que ya no aguante el bulto de cemento que pesa 50 kilos y que él se echa al hombro con una facilidad asombrosa.

De los grandes maestros de albañilería de la colonia Francisco I. Madero, Juan Rodríguez, Ramón y Gonzalo González, así como Regino Salazar y Clemente Hernández, entre otros, aprendió no sólo el oficio del cual se siente muy orgulloso, sino la honradez, ya que le dijeron “en la casa donde trabajas uno nunca se encuentra algo. Todo ahí tiene dueño”, lo que le ha servido en la vida para vivir tranquilo y con la conciencia limpia, ya que tuvo patrones que le dejaban la caja fuerte abierta con fajos de billetes, así como alguna joya mal puesta por ahí. El dueño de una conocida empresa que le dejaba la caja fuerte abierta le decía “cómo eres pendejo, yo ya habría agarrado un fajo y me hubiera ido”, a lo que él le contestaba “prefiero ser libre que esconderme toda la vida”.

A lo largo de su trayectoria le tocó participar en la construcción del mercado Jáuregui, en los cines Variedades y Pepe, en el edificio de Sears, Chedraui centro, Plaza Krystal, donde recuerda que varios compañeros suyos murieron cuando se les vino abajo una parte de la loza. También participó en la construcción de la Escuela Normal Veracruzana en 1967, donde trabajó un año completo; en El Ágora de la Ciudad, en la segunda parte del Museo de Antropología, en el último nivel del edificio de Radio Mundial y en la unidad habitacional del Fovissste, donde tuvo bajo su responsabilidad 25 casas, en el hospital 11 del IMSS y en Finanzas, entre otros.

Maximino Juárez sólo estudió tres años de la instrucción primaria a los 12 años en las escuelas nocturnas Manuel de Boza y Revolución de Xalapa, ya que tenía que trabajar para ayudar en el sustento familiar. Oriundo de Teziutlán, Puebla, llegó a Xalapa a los ocho años de edad con su madre Rita Zamora y su hermanita Victoria. Su hermano mayor prefirió quedarse en Teziutlán con una de sus tías. Su padre era chofer de un camión repartidor de fruta que viajaba a Estados Unidos, del cual no volvieron a saber hasta muchos años después. En la colonia Francisco I. Madero su mamá encontró trabajo despachando petróleo, pero lo que ganaba no alcanzaba, por eso él empezó a irse con vecinos suyos y a los 16 años se había convertido en un albañil completo con los conocimientos que sus maestros poblanos —que son tan buenos como si hubieran aprendido en escuela—le heredaron.

Con 60 años en la albañilería, ya no tiene que buscar trabajo, le llega gracias a las recomendaciones que hacen sus clientes; y es tanto que se da el lujo de elegir. Eso lo mantiene activo, ya que si se sienta, se entume, dice. “Mi diversión es mi trabajo, sueño con él; si me encargan algo difícil, lo estudio hasta que sé cómo lo voy a hacer. Así pienso seguir hasta que ya no aguante yo el bulto de cemento de 50 kilos, que cada vez pesa menos, asegura, pues su experiencia le dice que le han quitado como dos kilos , aunque cada día es más caro.

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