/ viernes 8 de diciembre de 2017

Ya no hay garzas en el Santuario; muerte, sí

"No tenemos paz"; vecinos temen ser víctimas de la inseguridad

Xalapa, Ver.- Han pasado dos días desde que se encontró el cuerpo de Magaly en el Santuario de las Garzas y desde entonces el desconcierto, la indignación, el coraje y la tristeza se han adueñado del lugar.

Los vecinos de la zona viven con el temor de perder a una hija, una hermana, una sobrina, una tía o una madre porque la inseguridad, al igual que el pasto característico del lugar, crece cada día.

En apariencia este espacio cubierto de vegetación parece tranquilo, pues a pesar de los hechos delictivos registrados las personas no han perdido la amabilidad y la cortesía al saludar.

La neblina propia del mes de diciembre ensombrece el espacio y parece acompañar al miedo que invade a todo aquel que lo atraviesa para poder acudir a la escuela o el trabajo.

Ocho han sido las mujeres que se han encontrado en el sitio sin que a la fecha se sepa quién o quiénes son los responsables de estos actos que no sólo generan indignación, sino que ponen en alerta a todo aquel que vive cerca del Santuario.

Dieciséis años han pasado desde que se encontró el cuerpo de la primera mujer violentada y a la fecha nada ha cambiado: ni la inseguridad ni el temor ni las ganas de correr cuando las lámparas del camino se funden, ni el terror que se genera con la noticia de que otro cuerpo sin vida apareció sin que alguien haya podido evitar su muerte.

Reyna, Manuela, Karina, Laura, Gabriela y Magaly fueron víctimas de la inseguridad, de la falta de vigilancia y del desinterés por detener los feminicidios en el Santuario de las Garzas.

Los vecinos permanecen alertas, pero ni su vigilancia ni mantener los ojos abiertos ni el exigir a las autoridades que se actúe al respecto pudo impedir que Magaly fuera parte de esta lista que “a gritos” piden que se detenga.

“Ya no sabemos qué hacer; ni un solo día tenemos paz. Nos sentimos intranquilos, nos sentimos inseguros, nos sentimos tristes porque es una mujer más, un asesinato más que se comete en las áreas cercanas a donde vivimos”, comentó Fernando Gómez, vecino de la zona.

El camino para ingresar al lugar es sombrío, como si advirtiera a las mujeres que recorrerlo de noche, solas o todos los días a la misma hora las pone en peligro porque en cualquier momento podrían ser víctimas de la inseguridad.

En ocasiones las lámparas que sirven como “remiendo” para el temor se funden, lo que causa que los transeúntes vayan de prisa, corran, eviten voltear o perder el tiempo mientras cruzan por la zona.

“Apenas compusieron las lámparas, pero uno tiene miedo de pasar por ahí porque es una oscuridad tremenda, parece boca de lobo. Lo peor es que la vigilancia de los policías es mínima; no te ayudan en nada”, expuso Santiago Hernández.

Para algunos es increíble que estando a cien metros del Seminario Mayor suceda este tipo de actos, porque lo que quieren creer es que el o los asesinos son ajenos al sitio, ya que casi todos los vecinos se conocen y no pueden comprender cómo es que en la zona se presentan hechos delictivos de tal magnitud.

El cercado que separa al Santuario del terreno del Seminario Mayor está derribado en algunas zonas, mientras que en otra existen huecos, por lo que, de acuerdo con los vecinos, los delincuentes se podrían “colar”.

Los adultos, sobre todo aquellos mayores de cincuenta años, recuerdan que esta zona de ocho hectáreas era un lugar tranquilo, donde se podía pasear con toda tranquilidad, disfrutar un día de campo, una “cascarita” o ir de la mano con la pareja.

El nombre de Santuario de las Garzas, según lo comentaron, surgió por la presencia de estas aves en la zona, mismas que formaban parte del paisaje que se podía disfrutar a cualquier hora del día sin temor a ser víctima de la inseguridad.

Con el paso de los años las calles, las viviendas y el crecimiento de los comercios provocó que las garzas migraran y nunca más volvieran al lugar.

“Aquí todos nos conocemos. Este lugar ha ido creciendo poco a poco; han llegado familias y otras se han ido por el miedo de que alguna de las mujeres cercanas pueda ser la siguiente víctima. Antes todo era distinto: podías andar libremente sin que nadie te atacara, sin que siquiera te vieran feo, paseabas con la novia, con los hijos, con los adultos mayores y había respeto; ahora lo único que vemos es la presencia de la maldad que nos rodea”, dijo Valeria Domínguez, vecina de la zona desde hace más de cuatro décadas.

Para todos los que habitan en la cercanía del lugar es urgente que se incremente la seguridad, pues aunque existe una caseta de vigilancia, en la que dos policías permanecen, es insuficiente para lograr la protección que toda mujer, hombre, adolescente, niño o adulto mayor requiere.

Y es que en varias ocasiones han exigido a las autoridades seguridad en el sitio, sin obtener respuestas claras y específicas.

Los vecinos de todas las edades quieren seguridad y la garantía de que sin importar los pasos que den para recorrer la zona llegarán a su destino a salvo.

Para ellos lo triste es que los reflectores, tanto de las autoridades como de los medios de comunicación, aparecen sólo cuando la tragedia forma parte de la zona, cuando una mujer es encontrada sin vida, cuando los responsables de garantizar la seguridad saben que han fallado en esa encomienda.

Con el caso de Magaly quieren cerrar el ciclo de violencia que se ha vivido en los últimos dieciséis años. Buscan que la seguridad sea diaria y no sólo cuando se conoce un feminicidio, pero por encima de todo exigen que el reconocimiento de “zona muerte” que tiene el espacio se limpie y recupere el nombre de Santuario.

LOS CASOS

En este lugar, localizado en la zona Oeste de Xalapa, fue encontrada Ruth Magaly Hernández Marín, una joven de 19 años que había sido reportada como desaparecida desde el pasado 22 de noviembre.

Fueron dos menores que paseaban en la cercanía del Seminario Mayor las que encontraron el cuerpo de la joven que fue buscada por su familia día con día.

Ruth Magaly es la octava mujer violentada, asesinada y que se encontró en el Santuario de las Garzas.

El primer caso de feminicidio que se conoció en el lugar fue el de Reyna García Alarcón, una comerciante que fue encontrada sin vida en 2001.

En 2004 fue reportado el asesinato de Manuela Asención de la Cruz. Para el año 2007 se presentó el feminicidio de Karina Cabrera Ramírez, quien apenas contaba con 17 años de edad.

Laura Jennifer García Ávila, una joven de 13 años de edad, fue localizada en el Santuario en 2009.

En 2011 se conoció el caso de Gabriela Arlene Benítez, quien tenía 17 años; en ese mismo año se reportó el hallazgo de otro cuerpo de una mujer de la que no se entregaron más datos.

Mientras que en 2015 se dio a conocer el caso de una mujer con una edad aproximada de 55 años y por el cual la FGE inició la Carpeta de Investigación 1037/2015.

Xalapa, Ver.- Han pasado dos días desde que se encontró el cuerpo de Magaly en el Santuario de las Garzas y desde entonces el desconcierto, la indignación, el coraje y la tristeza se han adueñado del lugar.

Los vecinos de la zona viven con el temor de perder a una hija, una hermana, una sobrina, una tía o una madre porque la inseguridad, al igual que el pasto característico del lugar, crece cada día.

En apariencia este espacio cubierto de vegetación parece tranquilo, pues a pesar de los hechos delictivos registrados las personas no han perdido la amabilidad y la cortesía al saludar.

La neblina propia del mes de diciembre ensombrece el espacio y parece acompañar al miedo que invade a todo aquel que lo atraviesa para poder acudir a la escuela o el trabajo.

Ocho han sido las mujeres que se han encontrado en el sitio sin que a la fecha se sepa quién o quiénes son los responsables de estos actos que no sólo generan indignación, sino que ponen en alerta a todo aquel que vive cerca del Santuario.

Dieciséis años han pasado desde que se encontró el cuerpo de la primera mujer violentada y a la fecha nada ha cambiado: ni la inseguridad ni el temor ni las ganas de correr cuando las lámparas del camino se funden, ni el terror que se genera con la noticia de que otro cuerpo sin vida apareció sin que alguien haya podido evitar su muerte.

Reyna, Manuela, Karina, Laura, Gabriela y Magaly fueron víctimas de la inseguridad, de la falta de vigilancia y del desinterés por detener los feminicidios en el Santuario de las Garzas.

Los vecinos permanecen alertas, pero ni su vigilancia ni mantener los ojos abiertos ni el exigir a las autoridades que se actúe al respecto pudo impedir que Magaly fuera parte de esta lista que “a gritos” piden que se detenga.

“Ya no sabemos qué hacer; ni un solo día tenemos paz. Nos sentimos intranquilos, nos sentimos inseguros, nos sentimos tristes porque es una mujer más, un asesinato más que se comete en las áreas cercanas a donde vivimos”, comentó Fernando Gómez, vecino de la zona.

El camino para ingresar al lugar es sombrío, como si advirtiera a las mujeres que recorrerlo de noche, solas o todos los días a la misma hora las pone en peligro porque en cualquier momento podrían ser víctimas de la inseguridad.

En ocasiones las lámparas que sirven como “remiendo” para el temor se funden, lo que causa que los transeúntes vayan de prisa, corran, eviten voltear o perder el tiempo mientras cruzan por la zona.

“Apenas compusieron las lámparas, pero uno tiene miedo de pasar por ahí porque es una oscuridad tremenda, parece boca de lobo. Lo peor es que la vigilancia de los policías es mínima; no te ayudan en nada”, expuso Santiago Hernández.

Para algunos es increíble que estando a cien metros del Seminario Mayor suceda este tipo de actos, porque lo que quieren creer es que el o los asesinos son ajenos al sitio, ya que casi todos los vecinos se conocen y no pueden comprender cómo es que en la zona se presentan hechos delictivos de tal magnitud.

El cercado que separa al Santuario del terreno del Seminario Mayor está derribado en algunas zonas, mientras que en otra existen huecos, por lo que, de acuerdo con los vecinos, los delincuentes se podrían “colar”.

Los adultos, sobre todo aquellos mayores de cincuenta años, recuerdan que esta zona de ocho hectáreas era un lugar tranquilo, donde se podía pasear con toda tranquilidad, disfrutar un día de campo, una “cascarita” o ir de la mano con la pareja.

El nombre de Santuario de las Garzas, según lo comentaron, surgió por la presencia de estas aves en la zona, mismas que formaban parte del paisaje que se podía disfrutar a cualquier hora del día sin temor a ser víctima de la inseguridad.

Con el paso de los años las calles, las viviendas y el crecimiento de los comercios provocó que las garzas migraran y nunca más volvieran al lugar.

“Aquí todos nos conocemos. Este lugar ha ido creciendo poco a poco; han llegado familias y otras se han ido por el miedo de que alguna de las mujeres cercanas pueda ser la siguiente víctima. Antes todo era distinto: podías andar libremente sin que nadie te atacara, sin que siquiera te vieran feo, paseabas con la novia, con los hijos, con los adultos mayores y había respeto; ahora lo único que vemos es la presencia de la maldad que nos rodea”, dijo Valeria Domínguez, vecina de la zona desde hace más de cuatro décadas.

Para todos los que habitan en la cercanía del lugar es urgente que se incremente la seguridad, pues aunque existe una caseta de vigilancia, en la que dos policías permanecen, es insuficiente para lograr la protección que toda mujer, hombre, adolescente, niño o adulto mayor requiere.

Y es que en varias ocasiones han exigido a las autoridades seguridad en el sitio, sin obtener respuestas claras y específicas.

Los vecinos de todas las edades quieren seguridad y la garantía de que sin importar los pasos que den para recorrer la zona llegarán a su destino a salvo.

Para ellos lo triste es que los reflectores, tanto de las autoridades como de los medios de comunicación, aparecen sólo cuando la tragedia forma parte de la zona, cuando una mujer es encontrada sin vida, cuando los responsables de garantizar la seguridad saben que han fallado en esa encomienda.

Con el caso de Magaly quieren cerrar el ciclo de violencia que se ha vivido en los últimos dieciséis años. Buscan que la seguridad sea diaria y no sólo cuando se conoce un feminicidio, pero por encima de todo exigen que el reconocimiento de “zona muerte” que tiene el espacio se limpie y recupere el nombre de Santuario.

LOS CASOS

En este lugar, localizado en la zona Oeste de Xalapa, fue encontrada Ruth Magaly Hernández Marín, una joven de 19 años que había sido reportada como desaparecida desde el pasado 22 de noviembre.

Fueron dos menores que paseaban en la cercanía del Seminario Mayor las que encontraron el cuerpo de la joven que fue buscada por su familia día con día.

Ruth Magaly es la octava mujer violentada, asesinada y que se encontró en el Santuario de las Garzas.

El primer caso de feminicidio que se conoció en el lugar fue el de Reyna García Alarcón, una comerciante que fue encontrada sin vida en 2001.

En 2004 fue reportado el asesinato de Manuela Asención de la Cruz. Para el año 2007 se presentó el feminicidio de Karina Cabrera Ramírez, quien apenas contaba con 17 años de edad.

Laura Jennifer García Ávila, una joven de 13 años de edad, fue localizada en el Santuario en 2009.

En 2011 se conoció el caso de Gabriela Arlene Benítez, quien tenía 17 años; en ese mismo año se reportó el hallazgo de otro cuerpo de una mujer de la que no se entregaron más datos.

Mientras que en 2015 se dio a conocer el caso de una mujer con una edad aproximada de 55 años y por el cual la FGE inició la Carpeta de Investigación 1037/2015.

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