/ sábado 11 de mayo de 2024

Edgar Morin y la educación

A finales del siglo pasado, la palabra futuro había perdido gran parte de su fuerza comunicativa. Se había caído en el error de hacer del futuro un tiempo ideal en el cual alcanzaremos el mejor de los mundos y por el cual valía la pena abandonarlo todo, hasta el presente. Decía la filósofa María Zambrano “no hay sacrificio que el hombre de hoy deje de ofrecer al futuro” Pero a la realidad no se le puede proponer indefinidamente a riesgo de que se nos vaya de las manos sin darnos cuenta.

El futuro implica empeñarnos por conseguir que los cambios construyan una realidad diferente. En este caso, ¿Cuál es el futuro de la educación? La pregunta es muy difícil de contestar, porque no hay una única respuesta válida sino una multitud de enfoques y propuestas diferentes y no necesariamente incompatibles.

Sobre esta problemática abordaremos a Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, quien nació en 1921, con un amplio reconocimiento internacional por su obra académica y social quien ha desarrollado una serie de ideas fundamentales a lo largo de su carrera sobre la educación.

En su libro editado por la UNESCO “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” encontramos una obra que, a pesar de haber sido publicada hace más de veinte años, sigue vigente hoy en día ya que no se trata de un manual de instrucciones a seguir, ni de un compendio de soluciones a los problemas que enfrenta la educación. Se trata de un libro que pretende “exponer problemas centrales o fundamentales que permanecen por completo ignorados u olvidados y que son necesarios para enseñar en el próximo siglo” (Morin, 1999). Esos problemas que hemos ignorado por décadas y que todavía hoy están presentes.

En Los siete saberes Morín ofrece diversas aportaciones que constituyen una valiosa contribución para reflexionar sobre cómo educar para un mundo sostenible, esto es: Enfrentar las cegueras del conocimiento: El error y la ilusión. Es necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano; Alimentar los principios de un conocimiento pertinente.

Establecer el vínculo entre las partes y el todo, aprehender los objetos en sus contextos; Enseñar la condición humana. El ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico (estructuras y ámbitos de acción, en Habermas). Aprehender lo que significa ser humano, su identidad compleja y su identidad común; Enseñar la identidad terrena. El destino planetario del género humano. Los humanos vivimos un destino común; Enfrentar las incertidumbres.

Las mismas que han aparecido en las ciencias físicas, biológicas e históricas. Abandonar los conceptos deterministas de la historia humana, asumir lo inesperado y poder afrontarlo; Enseñar la comprensión. Es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación humana y necesita una reforma de las mentalidades. De allí la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus raíces y cultivar la ética del género humano. Que la ética asuma la humanidad como comunidad planetaria y tome conciencia de nuestra Tierra-Patria.

Al configurar algunas de las principales ideas aparece el: El Pensamiento complejo; ahí Morín propone un enfoque interdisciplinario que busca comprender la realidad en su totalidad, considerando las conexiones y relaciones entre diferentes aspectos. Su “pensamiento complejo” se basa en la idea de que los fenómenos no pueden ser comprendidos de manera aislada, sino que deben ser analizados en su contexto global.

Interconexión y recursividad: Morin destaca la importancia de comprender las relaciones entre los elementos de un sistema. La recursividad se refiere a la retroalimentación constante entre los componentes, lo que genera cambios y adaptaciones en el sistema. La Ética de la complejidad: Propone una ética que reconozca la diversidad, la incertidumbre y la ambigüedad inherentes a la vida humana. La ética de la complejidad busca la coexistencia pacífica y la comprensión mutua entre culturas y personas.

También plantea una Educación transformadora: Morin ha reflexionado sobre la educación como un proceso que debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos. Aboga por una educación que fomente la creatividad, la autonomía y la conciencia crítica. Y plantea la Ecología de la mente: Inspirado en las ideas de Gregory Bateson, Morin explora la relación entre la mente humana y el entorno.

Considera que la ecología de la mente es fundamental para abordar los desafíos globales, como el cambio climático y la sostenibilidad. En resumen, Edgar Morin promueve una visión holística y profunda de la realidad, buscando trascender las divisiones disciplinarias y comprender la complejidad inherente a la vida y la sociedad.

Las ideas que argumento aquí -dice Morin- no son sólo las que yo poseo, sobre todo son las que me poseen. El problema clave es instaurar la convivencia con nuestras ideas, así como con nuestros mitos y detectar el mentirse a sí mismo. Necesitamos civilizar nuestras teorías y hacerlas aptas para auto reformarse.

Insiste sobre la pertinencia en el conocimiento: El conocimiento del mundo se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo. Es el problema universal para todo ciudadano del nuevo milenio: ¿Cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y cómo articularla y organizarla? ¿Cómo percibir y concebir el contexto, lo global, la relación todo-partes, lo multidimensional, lo complejo? La educación del futuro deberá estar universalmente centrada en la condición humana. Conocer lo humano es situarlo en el universo y a la vez separarlo de él.

Los progresos concomitantes de la cosmología, las ciencias de la tierra, la ecología, la biología, la prehistoria, han modificado las ideas sobre el Universo, la Tierra, la Vida y el Hombre mismo. Es imposible concebir la unidad compleja de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo que concibe nuestra humanidad de manera insular, por fuera del cosmos que le rodea, de la materia física y del espíritu del cual estamos constituidos, comenta González German.

Al referirse a Enseñar la Condición humana expresa: La mundialización es uno de los problemas de nuestro tiempo y la educación debe trabajar con un pensamiento policéntrico para la identidad y la conciencia terrenal. Se está en La era planetaria: El mundo se vuelve cada vez más un todo. Morin señala aspectos de la mundialización que nosotros llamamos globalización.

El desarrollo está en un punto insostenible. Es necesaria una noción más rica y compleja del desarrollo, que sea no sólo material, sino también intelectual, afectivo, moral. Las armas nucleares y los nuevos peligros: La dominación desenfrenada de la naturaleza por la técnica conduce a la humanidad al suicidio. Si la modernidad se defiende como fe incondicional en el progreso, en la técnica, en la ciencia y en el desarrollo económico, entonces esta modernidad está muerta. Se puede avanzar en la noción Tierra-Patria. Por esto es necesario aprender a estar ahí, en el planeta: aprender a vivir, a compartir, a comunicarse y a comulgar.

Finalmente, Morín comenta: "Cuanto más técnica se vuelve la política, más retrocede la competencia democrática, en la máquina donde ciencia, técnica y burocracia están íntimamente asociadas y reinan los expertos en todos los campos. Hay la reducción de lo político a lo técnico y a lo económico y de éste al crecimiento. La regeneración democrática supone la regeneración del civismo, de la solidaridad y la responsabilidad, hacia el desarrollo de la antropo-ética".

A finales del siglo pasado, la palabra futuro había perdido gran parte de su fuerza comunicativa. Se había caído en el error de hacer del futuro un tiempo ideal en el cual alcanzaremos el mejor de los mundos y por el cual valía la pena abandonarlo todo, hasta el presente. Decía la filósofa María Zambrano “no hay sacrificio que el hombre de hoy deje de ofrecer al futuro” Pero a la realidad no se le puede proponer indefinidamente a riesgo de que se nos vaya de las manos sin darnos cuenta.

El futuro implica empeñarnos por conseguir que los cambios construyan una realidad diferente. En este caso, ¿Cuál es el futuro de la educación? La pregunta es muy difícil de contestar, porque no hay una única respuesta válida sino una multitud de enfoques y propuestas diferentes y no necesariamente incompatibles.

Sobre esta problemática abordaremos a Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, quien nació en 1921, con un amplio reconocimiento internacional por su obra académica y social quien ha desarrollado una serie de ideas fundamentales a lo largo de su carrera sobre la educación.

En su libro editado por la UNESCO “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” encontramos una obra que, a pesar de haber sido publicada hace más de veinte años, sigue vigente hoy en día ya que no se trata de un manual de instrucciones a seguir, ni de un compendio de soluciones a los problemas que enfrenta la educación. Se trata de un libro que pretende “exponer problemas centrales o fundamentales que permanecen por completo ignorados u olvidados y que son necesarios para enseñar en el próximo siglo” (Morin, 1999). Esos problemas que hemos ignorado por décadas y que todavía hoy están presentes.

En Los siete saberes Morín ofrece diversas aportaciones que constituyen una valiosa contribución para reflexionar sobre cómo educar para un mundo sostenible, esto es: Enfrentar las cegueras del conocimiento: El error y la ilusión. Es necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano; Alimentar los principios de un conocimiento pertinente.

Establecer el vínculo entre las partes y el todo, aprehender los objetos en sus contextos; Enseñar la condición humana. El ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico (estructuras y ámbitos de acción, en Habermas). Aprehender lo que significa ser humano, su identidad compleja y su identidad común; Enseñar la identidad terrena. El destino planetario del género humano. Los humanos vivimos un destino común; Enfrentar las incertidumbres.

Las mismas que han aparecido en las ciencias físicas, biológicas e históricas. Abandonar los conceptos deterministas de la historia humana, asumir lo inesperado y poder afrontarlo; Enseñar la comprensión. Es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación humana y necesita una reforma de las mentalidades. De allí la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus raíces y cultivar la ética del género humano. Que la ética asuma la humanidad como comunidad planetaria y tome conciencia de nuestra Tierra-Patria.

Al configurar algunas de las principales ideas aparece el: El Pensamiento complejo; ahí Morín propone un enfoque interdisciplinario que busca comprender la realidad en su totalidad, considerando las conexiones y relaciones entre diferentes aspectos. Su “pensamiento complejo” se basa en la idea de que los fenómenos no pueden ser comprendidos de manera aislada, sino que deben ser analizados en su contexto global.

Interconexión y recursividad: Morin destaca la importancia de comprender las relaciones entre los elementos de un sistema. La recursividad se refiere a la retroalimentación constante entre los componentes, lo que genera cambios y adaptaciones en el sistema. La Ética de la complejidad: Propone una ética que reconozca la diversidad, la incertidumbre y la ambigüedad inherentes a la vida humana. La ética de la complejidad busca la coexistencia pacífica y la comprensión mutua entre culturas y personas.

También plantea una Educación transformadora: Morin ha reflexionado sobre la educación como un proceso que debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos. Aboga por una educación que fomente la creatividad, la autonomía y la conciencia crítica. Y plantea la Ecología de la mente: Inspirado en las ideas de Gregory Bateson, Morin explora la relación entre la mente humana y el entorno.

Considera que la ecología de la mente es fundamental para abordar los desafíos globales, como el cambio climático y la sostenibilidad. En resumen, Edgar Morin promueve una visión holística y profunda de la realidad, buscando trascender las divisiones disciplinarias y comprender la complejidad inherente a la vida y la sociedad.

Las ideas que argumento aquí -dice Morin- no son sólo las que yo poseo, sobre todo son las que me poseen. El problema clave es instaurar la convivencia con nuestras ideas, así como con nuestros mitos y detectar el mentirse a sí mismo. Necesitamos civilizar nuestras teorías y hacerlas aptas para auto reformarse.

Insiste sobre la pertinencia en el conocimiento: El conocimiento del mundo se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo. Es el problema universal para todo ciudadano del nuevo milenio: ¿Cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y cómo articularla y organizarla? ¿Cómo percibir y concebir el contexto, lo global, la relación todo-partes, lo multidimensional, lo complejo? La educación del futuro deberá estar universalmente centrada en la condición humana. Conocer lo humano es situarlo en el universo y a la vez separarlo de él.

Los progresos concomitantes de la cosmología, las ciencias de la tierra, la ecología, la biología, la prehistoria, han modificado las ideas sobre el Universo, la Tierra, la Vida y el Hombre mismo. Es imposible concebir la unidad compleja de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo que concibe nuestra humanidad de manera insular, por fuera del cosmos que le rodea, de la materia física y del espíritu del cual estamos constituidos, comenta González German.

Al referirse a Enseñar la Condición humana expresa: La mundialización es uno de los problemas de nuestro tiempo y la educación debe trabajar con un pensamiento policéntrico para la identidad y la conciencia terrenal. Se está en La era planetaria: El mundo se vuelve cada vez más un todo. Morin señala aspectos de la mundialización que nosotros llamamos globalización.

El desarrollo está en un punto insostenible. Es necesaria una noción más rica y compleja del desarrollo, que sea no sólo material, sino también intelectual, afectivo, moral. Las armas nucleares y los nuevos peligros: La dominación desenfrenada de la naturaleza por la técnica conduce a la humanidad al suicidio. Si la modernidad se defiende como fe incondicional en el progreso, en la técnica, en la ciencia y en el desarrollo económico, entonces esta modernidad está muerta. Se puede avanzar en la noción Tierra-Patria. Por esto es necesario aprender a estar ahí, en el planeta: aprender a vivir, a compartir, a comunicarse y a comulgar.

Finalmente, Morín comenta: "Cuanto más técnica se vuelve la política, más retrocede la competencia democrática, en la máquina donde ciencia, técnica y burocracia están íntimamente asociadas y reinan los expertos en todos los campos. Hay la reducción de lo político a lo técnico y a lo económico y de éste al crecimiento. La regeneración democrática supone la regeneración del civismo, de la solidaridad y la responsabilidad, hacia el desarrollo de la antropo-ética".