/ lunes 3 de febrero de 2020

Recordar y olvidar

En el primer tomo de la colección de Neurociencia y psicología de Emse y Salvat en Barcelona —que puede usted encontrar en los expendios de revistas—, titulado “Somos nuestra historia” y escrito por Emilio García, investigador y profesor de Neuropsicología de la Universidad Complutense de Madrid, se explica que el cerebro se metamorfosea de forma continua pues incesantemente adquiere, recolecta y recobra información sobre uno mismo y sobre el medio físico y social que le rodea.

Somos nuestra memoria, con cuya influencia percibimos, nos movemos, hablamos, nos emocionamos, sentimos, planificamos y proyectamos. Influye en nuestras decisiones e incluso definen nuestra identidad. Nuestra memoria es “un complejo y frágil proceso cerebral que construye, almacena y recupera recuerdos en constante evolución”.

Cuando se vive una experiencia emocionante, cualquier cosa significativa de las muchas que continuamente ocurren, “todas nuestras percepciones activan con especial intensidad patrones concretos de actividad en nuestro cerebro”. Esto “desencadena un disparo neuronal” al que se puede agregar música y percepciones del ambiente. Una melodía en un instante intenso y romántico desencadena una descarga neuronal; igual una emoción fuerte positiva o negativa puede asociarse al entorno ambiental, a un color, a un olor o sabor, a una melodía, a una palabra, a una fecha, a una sensación táctil.

La red receptora de estos estímulos se irá reproduciendo una y otra vez en nuestro cerebro, y con el tiempo se irá enriqueciendo con experiencias similares e incluso se irá ligeramente distorsionando, según el sentir de cada quien, impulsada por las sensaciones y actitudes comunes que la persona asume de ordinario, su visión esperanzadora o destructiva de la vida, lo que hubiese deseado entonces o desea ahora, las tendencias hacia la autodestrucción, autocompasión, narcisismo, etcétera.

Las memorias rehacen el pasado, moldeado a lo largo del tiempo por las diferentes “revisitaciones”. Si el recuerdo es fijo y no se altera en las evocaciones, puede producir recuerdos dolorosos como obsesiones, fijaciones, o alguna forma de remembranzas angustiosas. Por ello, la complejidad de la vida requiere de diversos sistemas de memoria. Por ejemplo: en el aprendizaje de las matemáticas, las ciencias, la historia, el arte y el lenguaje, es diferente el tipo de memoria usado y es acorde con las habilidades especiales del pensamiento individual.

“La memoria que registra y elabora los conocimientos sobre el mundo natural y social es distinta de la memoria de nosotros mismos”. El libro en cuestión aborda los diversos sistemas de memoria, su funcionamiento y las consecuencias de las alteraciones que puede sufrir, y analiza los distintos tipos de memoria.

La memoria filogenética es aquella “propia de nuestra especie, que viene registrada en los genes” de la raza humana. Al nacer sabemos cómo parpadear, cómo succionar el alimento de la madre o de un biberón, y es el origen de nuestra memoria personal, que se complementa con la estimulación ambiental, la cultura y la educación. “Todo en la vida es memoria, salvo el delgado filo del presente”, aseveró Michel Gazzaniga.

gnietoa@hotmail.com

En el primer tomo de la colección de Neurociencia y psicología de Emse y Salvat en Barcelona —que puede usted encontrar en los expendios de revistas—, titulado “Somos nuestra historia” y escrito por Emilio García, investigador y profesor de Neuropsicología de la Universidad Complutense de Madrid, se explica que el cerebro se metamorfosea de forma continua pues incesantemente adquiere, recolecta y recobra información sobre uno mismo y sobre el medio físico y social que le rodea.

Somos nuestra memoria, con cuya influencia percibimos, nos movemos, hablamos, nos emocionamos, sentimos, planificamos y proyectamos. Influye en nuestras decisiones e incluso definen nuestra identidad. Nuestra memoria es “un complejo y frágil proceso cerebral que construye, almacena y recupera recuerdos en constante evolución”.

Cuando se vive una experiencia emocionante, cualquier cosa significativa de las muchas que continuamente ocurren, “todas nuestras percepciones activan con especial intensidad patrones concretos de actividad en nuestro cerebro”. Esto “desencadena un disparo neuronal” al que se puede agregar música y percepciones del ambiente. Una melodía en un instante intenso y romántico desencadena una descarga neuronal; igual una emoción fuerte positiva o negativa puede asociarse al entorno ambiental, a un color, a un olor o sabor, a una melodía, a una palabra, a una fecha, a una sensación táctil.

La red receptora de estos estímulos se irá reproduciendo una y otra vez en nuestro cerebro, y con el tiempo se irá enriqueciendo con experiencias similares e incluso se irá ligeramente distorsionando, según el sentir de cada quien, impulsada por las sensaciones y actitudes comunes que la persona asume de ordinario, su visión esperanzadora o destructiva de la vida, lo que hubiese deseado entonces o desea ahora, las tendencias hacia la autodestrucción, autocompasión, narcisismo, etcétera.

Las memorias rehacen el pasado, moldeado a lo largo del tiempo por las diferentes “revisitaciones”. Si el recuerdo es fijo y no se altera en las evocaciones, puede producir recuerdos dolorosos como obsesiones, fijaciones, o alguna forma de remembranzas angustiosas. Por ello, la complejidad de la vida requiere de diversos sistemas de memoria. Por ejemplo: en el aprendizaje de las matemáticas, las ciencias, la historia, el arte y el lenguaje, es diferente el tipo de memoria usado y es acorde con las habilidades especiales del pensamiento individual.

“La memoria que registra y elabora los conocimientos sobre el mundo natural y social es distinta de la memoria de nosotros mismos”. El libro en cuestión aborda los diversos sistemas de memoria, su funcionamiento y las consecuencias de las alteraciones que puede sufrir, y analiza los distintos tipos de memoria.

La memoria filogenética es aquella “propia de nuestra especie, que viene registrada en los genes” de la raza humana. Al nacer sabemos cómo parpadear, cómo succionar el alimento de la madre o de un biberón, y es el origen de nuestra memoria personal, que se complementa con la estimulación ambiental, la cultura y la educación. “Todo en la vida es memoria, salvo el delgado filo del presente”, aseveró Michel Gazzaniga.

gnietoa@hotmail.com