/ miércoles 6 de octubre de 2021

Síndrome de María Estuardo y adaptación

Durante los años de 1371 hasta 1603 tuvo vigencia en Europa la llamada Casa de los Estuardo, en ese tiempo nace María Estuardo, también conocida como María I, reina de Escocia desde los 6 días de nacida y, años después, a muy temprana edad también, reina de Francia, dos reinados en muy poco tiempo de vida, lo cual para la época era incluso extraordinario, pero permitido.

Durante la adolescencia consideró, junto con su séquito y circunstancia, que también podría, por supuesto por derecho divino, aspirar a ser reina de Inglaterra. ¿Su final?, por considerar que conspiró en contra de la corona inglesa fue decapitada apenas a los 44 años.

En política, como en cualquier otra circunstancia de nuestra existencia, es necesario entender la adaptación como un valor elemental, o incluso como un valor entendido para la eficacia, no solo presencial, sino de eficiencia social en función de lo que se busca de este noble oficio.

Entender que existe el Síndrome de María Estuardo, que hace pensar que por pertenecer a cierta casta o grupo se les puede considerar naturales para el acceso a un concepto, que incluso se ha adaptado también, que es el poder y que ahora lo identificamos como el servicio.

Igualmente en aquellos años era un gesto común entre la realeza obsequiar al gobernante, caballos, joyas, propiedades, armas, telas preciosas y todo aquel material que le hiciera sentir al emperador aún más poderoso, sin embargo, amén de esto, un personaje que supo adaptarse a sus circunstancias decidió, al no poseer de grandes riquezas, ofrecer a su príncipe sus ideas y talentos consagrados en un modesto manual: El Príncipe, su autor: Nicolás Maquiavelo, joya que en una de sus páginas reza así:

“...Un príncipe no debe entonces tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que le compete a quien manda...” Buscando adaptación, eso le sugería el autor del manual a Lorenzo de Médici “El magnífico”, le dijo con claridad -sic- “... es lo único que compete a quien manda...”.

Todas las mañanas muy temprano, en su primer acto de gobierno, en cada uno de sus libros, desde hace décadas que comenzó su lucha, Andrés Manuel López Obrador ha generado una capacidad de adaptación a la política nacional, hasta volverse él mismo la adaptación de sus ideas a la agenda nacional: primero los pobres, con el pueblo todo sin el pueblo nada, solo el pueblo puede salvar al pueblo, y solo el pueblo organizado puede salvar a la nación.

No son ideas populistas, son conceptos elementales de adaptación política a una realidad que es indispensable atender. Incrustar estos conceptos en la clase política es un verdadero desafío, el mismo AMLO hizo la explicación de que no es el poder, si no el servicio: El poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás; es decir, le da dinamismo al poder, movilidad, razón y fundamento, que no es otra cosa que estar enfocado en lo único que le compete a la clase gobernante: la gente, los ciudadanos, que el gobernante esté al ras del suelo, que no solo se reúna con los poderosos, con los potentados, con lo que representan apenas el 2% de afortunados que lo tienen todo.

Dignifiquemos la política otorgándole ética a cada paso, humildad a las acciones y gestos de gobierno.

El ciudadano en su trinchera se adaptó, ya lo refrendó dos veces en 2018 y en 2021, el Presidente de la República tiene décadas adaptándose a tal grado que se volvió la adaptación propia de la política mexicana que hoy marca una pauta de austeridad, de sobriedad, de clase política cercana a los más necesitados, pero en medio hay un clase política que necesita entender los mensajes que de ambos lados o alturas le llegan, y que son indispensables cumplir como engranajes de una transformación que exige adaptación de todos sus actores políticos, no solo para la sobrevivencia de ellos mismos, sino para la consolidación total de una transformación que no puede darse el lujo de quedarse a medias.

El extraordinario intelectual uruguayo Eduardo Galeno, que siempre nadó contracorriente, pero que en todo momento, acción, palabra escrita o hablada, dignificó el sentir que hoy muchos expresan, cerca o lejos de sus conceptos, decía: “Libre es el que es capaz todavía de elegir la defensa de su dignidad en un mundo donde quieras o no, en algún momento tendrás que tomar partido entre los indignos y los indignados.”

Me quedo del lado de los indignados, pero aun así ayudo a esta transformación, sirvo, me asumo como un soldado que ayuda a su general, transformando la indignación en ejemplo y acción, en resultado y la construcción de un mejor mañana, porque lo que hacemos hoy no es para nosotros, eso sería egoísta, hoy trabajamos para los que vienen después de nosotros, eso también lo decía uno que era de Uruguay.

(*) Diputado federal. Morena.

Durante los años de 1371 hasta 1603 tuvo vigencia en Europa la llamada Casa de los Estuardo, en ese tiempo nace María Estuardo, también conocida como María I, reina de Escocia desde los 6 días de nacida y, años después, a muy temprana edad también, reina de Francia, dos reinados en muy poco tiempo de vida, lo cual para la época era incluso extraordinario, pero permitido.

Durante la adolescencia consideró, junto con su séquito y circunstancia, que también podría, por supuesto por derecho divino, aspirar a ser reina de Inglaterra. ¿Su final?, por considerar que conspiró en contra de la corona inglesa fue decapitada apenas a los 44 años.

En política, como en cualquier otra circunstancia de nuestra existencia, es necesario entender la adaptación como un valor elemental, o incluso como un valor entendido para la eficacia, no solo presencial, sino de eficiencia social en función de lo que se busca de este noble oficio.

Entender que existe el Síndrome de María Estuardo, que hace pensar que por pertenecer a cierta casta o grupo se les puede considerar naturales para el acceso a un concepto, que incluso se ha adaptado también, que es el poder y que ahora lo identificamos como el servicio.

Igualmente en aquellos años era un gesto común entre la realeza obsequiar al gobernante, caballos, joyas, propiedades, armas, telas preciosas y todo aquel material que le hiciera sentir al emperador aún más poderoso, sin embargo, amén de esto, un personaje que supo adaptarse a sus circunstancias decidió, al no poseer de grandes riquezas, ofrecer a su príncipe sus ideas y talentos consagrados en un modesto manual: El Príncipe, su autor: Nicolás Maquiavelo, joya que en una de sus páginas reza así:

“...Un príncipe no debe entonces tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que le compete a quien manda...” Buscando adaptación, eso le sugería el autor del manual a Lorenzo de Médici “El magnífico”, le dijo con claridad -sic- “... es lo único que compete a quien manda...”.

Todas las mañanas muy temprano, en su primer acto de gobierno, en cada uno de sus libros, desde hace décadas que comenzó su lucha, Andrés Manuel López Obrador ha generado una capacidad de adaptación a la política nacional, hasta volverse él mismo la adaptación de sus ideas a la agenda nacional: primero los pobres, con el pueblo todo sin el pueblo nada, solo el pueblo puede salvar al pueblo, y solo el pueblo organizado puede salvar a la nación.

No son ideas populistas, son conceptos elementales de adaptación política a una realidad que es indispensable atender. Incrustar estos conceptos en la clase política es un verdadero desafío, el mismo AMLO hizo la explicación de que no es el poder, si no el servicio: El poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás; es decir, le da dinamismo al poder, movilidad, razón y fundamento, que no es otra cosa que estar enfocado en lo único que le compete a la clase gobernante: la gente, los ciudadanos, que el gobernante esté al ras del suelo, que no solo se reúna con los poderosos, con los potentados, con lo que representan apenas el 2% de afortunados que lo tienen todo.

Dignifiquemos la política otorgándole ética a cada paso, humildad a las acciones y gestos de gobierno.

El ciudadano en su trinchera se adaptó, ya lo refrendó dos veces en 2018 y en 2021, el Presidente de la República tiene décadas adaptándose a tal grado que se volvió la adaptación propia de la política mexicana que hoy marca una pauta de austeridad, de sobriedad, de clase política cercana a los más necesitados, pero en medio hay un clase política que necesita entender los mensajes que de ambos lados o alturas le llegan, y que son indispensables cumplir como engranajes de una transformación que exige adaptación de todos sus actores políticos, no solo para la sobrevivencia de ellos mismos, sino para la consolidación total de una transformación que no puede darse el lujo de quedarse a medias.

El extraordinario intelectual uruguayo Eduardo Galeno, que siempre nadó contracorriente, pero que en todo momento, acción, palabra escrita o hablada, dignificó el sentir que hoy muchos expresan, cerca o lejos de sus conceptos, decía: “Libre es el que es capaz todavía de elegir la defensa de su dignidad en un mundo donde quieras o no, en algún momento tendrás que tomar partido entre los indignos y los indignados.”

Me quedo del lado de los indignados, pero aun así ayudo a esta transformación, sirvo, me asumo como un soldado que ayuda a su general, transformando la indignación en ejemplo y acción, en resultado y la construcción de un mejor mañana, porque lo que hacemos hoy no es para nosotros, eso sería egoísta, hoy trabajamos para los que vienen después de nosotros, eso también lo decía uno que era de Uruguay.

(*) Diputado federal. Morena.