Doña Margarita Pérez Jácome de Acosta es uno de los rostros de sociedad en Coatepec directamente ligados por los flancos maternos, con uno de los más laureados nombres femeninos de arraigo internacional, como lo es el de la poeta María Enriqueta, que personalmente trató en vida y de quien tiene varias anécdotas por documentar, algunas compartidas a esta sección de Diario de Xalapa.
En su residencia, donde nació y vive, hay recuerdos imborrables de nuestra entrevistada hacia quienes son parte fundamental de su vida: su hijas –con diplomas en el extranjero que avalan su educación—, y sus nietos afincados en el noreste del país, con quienes recorre mundo, uno de los hobbies de nuestra convidada que también siente especial interés por la poesía, de la que deja testimonio al recitar Mi Testamento y Mira Amigo Mío, de la ilustre escritora, de quien evoca que el 13 de mayo de 1948 regresó a México, trayendo los restos mortales del amado compañero de su vida, que trasladó después a Saltillo. “En esa ocasión mis padres y yo la recibiríamos, pero regresamos a Xalapa porque la embarcación permaneció fondeada debido al mal clima imperante durante 3 días”. Como ésta hay más anécdotas sobre la excelsa poeta: la inauguración que hizo de la primera Feria del Café, y la reunión en la que por última vez (septiembre de 1955) se vio rodeada del cariño de sus paisanos cuando pasó algunos días en el domicilio del coatepecano doctor don Rafael Sánchez, sito en la céntrica calle Jiménez del Campillo. Referirse a quien contrajo nupcias con el ameritado escritor, licenciado don Carlos Pereyra en Nuevo Laredo, le es muy significativo a la señora Pérez Jácome: “En este feliz matrimonio también se unieron espíritus afines, ya que ambos dedicaron su vida a su fecunda labor literaria. Coatepec correspondió siempre al cariño de ella al nombrarla Hija Predilecta (1923), habiéndose fijado una placa conmemorativa en la casa en que nació. En el parque Hldalgo se inauguró (1934) el monumento con su efigie en bronce”, refiere para luego finalizar diciendo que María Enriqueta volcó su ternura maternal en sus libros Rosas de la Infancia herencia a los niños de habla hispana. “A los mayores les dejó revelada la verdad de la vida en sus hermosas novelas y en sus versos dejó para todos, la exquisita y candorosa transparencia de su alma”.