Halo, mujer de miel

Eres vigilante eterna de los misterios nocturnos

María del Carmen Delfín

  · lunes 7 de enero de 2019

Foto: Cortesía

Hija adoptiva del planeta, cómplice de enamorados, amiga de los nostálgicos, regazo donde el poeta abriga los sentimientos, guía de navegantes y viajeros, piedra sagrada pilar de la cosmogonía ancestral, arete de perla colgando entre las estrellas, matrona que decide el arribo a este mundo, símbolo femenino en el universo. Eres vigilante eterna de los misterios nocturnos, azul, de sangre, del lobo, de la cosecha, del amor; las leyendas dicen que en tu ombligo habita un conejo, que podemos comerte pues eres de miel o tal vez de queso.

Luna, mueves mareas, decides nuestra alegría y nuestra tristeza, tu influencia controla el ritmo de la naturaleza, en el calendario astrológico defines la personalidad en tus doce gajos o signos zodiacales. Habitas en las pieles como diminuto punto exaltante del erotismo, de la genética viva, referente de identidad, causante del deseo de contarlos cada uno esparcidos en los cuerpos.

Mujer, de miel, de polvo cósmico, de la roca que forma este astro, tu fortaleza te mantiene firme, sin claudicar, tu dulzura y halo azul atraen como el de Selene, tu caminar por la vida te ha llevado a recorrer mil órbitas volviendo a tu punto inicial, al origen de tu creación, a tu íntimo universo.

Ciclos que coinciden, luna y mujer, mujer y luna, veintiocho días para renovarse, cuatro fases que se repiten emulando las estaciones, flores y perfumes de primavera en tu infancia que madura dando frutos en el cálido verano, grandeza alcanzada tras el camino recorrido donde las hojas otoñales arrebujan tu paso, y al fin la nívea presencia colma tus cabellos, en el pergamino de tu cuerpo queda guardada la sabiduría.

Luna nueva invisible ante mis ojos, aparentas no estar pero existes en el lado oscuro, apareces creciente y yo contigo en ese proceso evoluciono y me reinvento, llena y luminosa te apropias de la noche que me cobija con tu halo, y yo, plena como tu imagen me fundo en el infinito cuando penetras en mis ojos bañando mi esencia. Cansada menguas tu figura, quizás me contagia esa imagen y calmo mis ímpetus, siento imperdonable el reposo, al igual que tú, me oculto para surgir renovada al inicio de otro ciclo.