Neblina morada / Trotsky y su némesis

La figura emblemática de Trotsky crece con el tiempo y la de Stalin declina

Irving Ramírez

  · martes 23 de abril de 2019

II PARTE

¿Qué hubiese pasado si la carta que dejó Lenin antes de morir se hubiera abierto ante el congreso del partido y se acataba que fuese el judío quien tomara las riendas de la revolución? Pero el giorgiano maquinó para que no la abrieran hasta después de su muerte ya con Nikita Krushov en el poder.

La segunda oportunidad de librarse del dictador fue cuando murió su esposa de un balazo (no se sabe si de suicidio o éste la asesinó), que él puso su renuncia ante los jerarcas del partido y no la aceptaron. Obsesionado con su enemigo, lo persiguió por años, aún en el exilio, hasta asesinarlo.

Eran opuestos en todo: uno nacido en el Cáucaso, con una infancia de maltrato por el padre, y el otro hijo de un campesino judío; uno tímido y calculador, y en las intrigas soterradas, y el otro una celebridad por su capacidad oratoria y organizativa además de su inteligencia superior y cultura.

Uno, ortodoxo, y el otro heterodoxo. Uno violento y paranoide, y el otro hasta ingenuo y polemista. Sin duda, Stalin a pesar de sus crímenes hizo crecer esa nación, la más grande del mundo en su momento, hasta volverla una potencia. Su idea distorsionada de la revolución lo llevó al genocidio y a la persecución.

Lev, por su parte, no cejó en su lucha en pos del proletariado mundial incluso perdiendo a sus hijos a manos de la policía secreta soviética. La serie que circula de hechura rusa, falsea la historia. Por ejemplo, Trotsky nunca fue un interlocutor de su asesino, sólo lo vio tres veces, y menos sabía de su filiación estalinista.

La imagen que dan en ella es la de un rock star, Trotsky en el tren que recorre la nación soviética con abrigo de cuero negro, gorra negra con una estrella roja al frente y su tópica barba rala en el mentón.

Allí lo dibujan sanguinario, sin escrúpulos. Una más de las falacias es que fue construido por un publicista por medio de la propaganda, a cambio de dinero misterioso venido de la propia oligarquía alemana. En la serie, la escena más brillante es cuando vence a Freud en una discusión acerca de sus teorías de la pulsión sexual en Viena, entrampándolo en una paradoja, y siendo indulgente con él al final.

Cierto que Stalin derrotó a Hitler, que su astucia y estrategia fue esencial para aplastar la amenaza fascista en el mundo y que hasta Churchill y Rooselvelt, en las dos ocasiones que se vieron, lo alabaron y reconocieron. ¿Trotsky hubiese actuado igual y abatido a los nazis? y eso que él fue el comisario del pueblo y creador del ejército rojo, pero no es seguro.

La revolución permanente que además no sólo era un proyecto temporal sino espacial, hablaba de extenderse al internacionalismo proletario, y revisarse para no estancarse en vicios totalitarios como sucedió. A Trotsky le faltó malicia y actuar con la máxima de Maquiavelo en política, Stalin siempre supo que era superior su némesis y habría que borrarlo, puesto que representaba una idea y una influencia para los revolucionarios del mundo.

Falló, puesto que muerto siguió vigente como el marxismo más avanzado hasta nuestros días. Su aventura entre cárceles y exilio, guerras y escondites, conquistas amorosas, entre ellas Frida Khalo, encuentros intelectuales como jugar ajedrez con Hoffmansthal, y ver a Lenin en Londres y París lo hicieron una leyenda.

Una obsesión: la revolución. La serie habla de dónde adoptó el nombre de Trotsky, a manos de uno de sus verdugos del zarismo, que así se llamaba y le dio una lección. Esto habla de su afición por las paradojas. Natalia Segova, su esposa, una intelectual que conoció en París, y avanzada para su tiempo, lo acompaño siempre hasta México. Trotsky, un héroe dostoievskiano de Los Demonios, la obra que acaso le hizo falta leer para entender su sino trágico inevitable.

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