/ lunes 27 de julio de 2020

Casi justo

Cuando eres joven pretendes obtener trabajos remunerativos, sin considerar los beneficios no siempre es posible, sobre todo cuando no cuentas con un apoyo familiar con antecedentes. Recuerdo que mi ideal era trabajar en Pemex, CFE o en el sector público, mi visión era que hubiera buenos sueldos.

El tiempo me llevó a trabajar en mi infancia comercializando pollos, leche y sus derivados, de casa en casa. Así pasé la secundaria y preparatoria, donde fui subiendo de nivel llegando a tener a mis amigos con una cadena del negocio.

Ya en la Facultad, tuve la fortuna de estudiar y trabajar primero en la oficina de ventas de guanos y fertilizantes de Xalapa, en atención a una recomendación que me diera el director de finanzas de esa empresa; su poca operación y trabajo rutinario me hizo buscar otro horizonte.

En ese orden obtuve un puesto de auxiliar en el departamento de contabilidad de la Tesorería General del Estado, siendo mi primer jefe el gran Martiniano, hombre con alta calidad humana y honrado a toda prueba, a quien posteriormente lo reencontré en la Secretaría de Finanzas como cajero general y pude corresponder a sus deferencias.

Ya como contador público trabajé en CFE, IMSS, Ayuntamiento de Córdoba, Instituto de Pensiones y muchos años en el sector privado, en áreas financieras de alta responsabilidad al lado de gente calificada y valiosa; hasta ahí lo que importaba era el sueldo. Retorné al sector público con esa perspectiva, hasta que en año 2012 me ubiqué en mi despacho.

En ese año me percate de mi realidad, que el tiempo laborado en la administración pública no contaba para mi jubilación. Ahí reconocí de lo importante que son los beneficios laborales.

También me sensibilicé de mi fortuna: “Haber iniciado a cotizar en el IMSS antes del 1 de julio de 1997” y poder elegir en qué régimen me jubilaba; desde luego fue con la Ley del IMSS de 1973, en razón a las semanas cotizadas.

Comento todo esto para que los jóvenes que puedan leer este artículo consideren en su vida activa lo importante que es obtener una jubilación decorosa, de no ser así crear el suficiente ahorro o negocios para la vejez, pues a estas alturas del partido nadie te da trabajo como empleado, lo tienes y obtienes en base a tu calidad de profesional independiente.

Por eso celebro que en días pasados el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, haya tomado la decisión de modificar la ley del IMSS y con ello el Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR), para dar equidad a los trabajadores asalariados con menos de cinco salarios mínimos, elevando su ahorro 40%, básicamente mediante las aportaciones en efectivo que haga el patrón.

La reforma busca reducir las semanas de cotización, de mil 250 a 750; aumentar la cotización patronal de 5.15 a 13.87% en diez años y la aportación de gobierno se modifica, para beneficiar a los trabajadores de bajos ingresos y reducir la comisión de las Afores por debajo del 1%; la pretensión es que el trabajador promedio aumente su pensión 40%.

Otra variable importante es la edad mínima de jubilación, que pasa a 60 años; quedan fuera de esta propuesta los trabajadores informales e independientes.

Actualmente, según la CONSAR, hay 48 millones de trabajadores registrados, incluidos el IMSS, ISSSTE, trabajadores independientes, permanentes, eventuales y aquellos que habiendo cotizado no tienen trabajo.

Están fuera también los sistemas pensionarios estatales de perfil de reparto, que han quedado como una carga para los gobiernos estatales por su inviabilidad financiera.

Habrá que felicitar al sector patronal por su disposición para apoyar a los trabajadores.

Considero que los jóvenes deben pensar que tienen que construir un patrimonio para cuando lleguen a la tercera edad, pues la primera factura que te pasa es que nadie te va a emplear y no puedes ser una molestia para tu familia.

Cuando eres joven pretendes obtener trabajos remunerativos, sin considerar los beneficios no siempre es posible, sobre todo cuando no cuentas con un apoyo familiar con antecedentes. Recuerdo que mi ideal era trabajar en Pemex, CFE o en el sector público, mi visión era que hubiera buenos sueldos.

El tiempo me llevó a trabajar en mi infancia comercializando pollos, leche y sus derivados, de casa en casa. Así pasé la secundaria y preparatoria, donde fui subiendo de nivel llegando a tener a mis amigos con una cadena del negocio.

Ya en la Facultad, tuve la fortuna de estudiar y trabajar primero en la oficina de ventas de guanos y fertilizantes de Xalapa, en atención a una recomendación que me diera el director de finanzas de esa empresa; su poca operación y trabajo rutinario me hizo buscar otro horizonte.

En ese orden obtuve un puesto de auxiliar en el departamento de contabilidad de la Tesorería General del Estado, siendo mi primer jefe el gran Martiniano, hombre con alta calidad humana y honrado a toda prueba, a quien posteriormente lo reencontré en la Secretaría de Finanzas como cajero general y pude corresponder a sus deferencias.

Ya como contador público trabajé en CFE, IMSS, Ayuntamiento de Córdoba, Instituto de Pensiones y muchos años en el sector privado, en áreas financieras de alta responsabilidad al lado de gente calificada y valiosa; hasta ahí lo que importaba era el sueldo. Retorné al sector público con esa perspectiva, hasta que en año 2012 me ubiqué en mi despacho.

En ese año me percate de mi realidad, que el tiempo laborado en la administración pública no contaba para mi jubilación. Ahí reconocí de lo importante que son los beneficios laborales.

También me sensibilicé de mi fortuna: “Haber iniciado a cotizar en el IMSS antes del 1 de julio de 1997” y poder elegir en qué régimen me jubilaba; desde luego fue con la Ley del IMSS de 1973, en razón a las semanas cotizadas.

Comento todo esto para que los jóvenes que puedan leer este artículo consideren en su vida activa lo importante que es obtener una jubilación decorosa, de no ser así crear el suficiente ahorro o negocios para la vejez, pues a estas alturas del partido nadie te da trabajo como empleado, lo tienes y obtienes en base a tu calidad de profesional independiente.

Por eso celebro que en días pasados el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, haya tomado la decisión de modificar la ley del IMSS y con ello el Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR), para dar equidad a los trabajadores asalariados con menos de cinco salarios mínimos, elevando su ahorro 40%, básicamente mediante las aportaciones en efectivo que haga el patrón.

La reforma busca reducir las semanas de cotización, de mil 250 a 750; aumentar la cotización patronal de 5.15 a 13.87% en diez años y la aportación de gobierno se modifica, para beneficiar a los trabajadores de bajos ingresos y reducir la comisión de las Afores por debajo del 1%; la pretensión es que el trabajador promedio aumente su pensión 40%.

Otra variable importante es la edad mínima de jubilación, que pasa a 60 años; quedan fuera de esta propuesta los trabajadores informales e independientes.

Actualmente, según la CONSAR, hay 48 millones de trabajadores registrados, incluidos el IMSS, ISSSTE, trabajadores independientes, permanentes, eventuales y aquellos que habiendo cotizado no tienen trabajo.

Están fuera también los sistemas pensionarios estatales de perfil de reparto, que han quedado como una carga para los gobiernos estatales por su inviabilidad financiera.

Habrá que felicitar al sector patronal por su disposición para apoyar a los trabajadores.

Considero que los jóvenes deben pensar que tienen que construir un patrimonio para cuando lleguen a la tercera edad, pues la primera factura que te pasa es que nadie te va a emplear y no puedes ser una molestia para tu familia.