/ jueves 15 de noviembre de 2018

Economía, malas señales

Los suscriptores de The Economist Espresso, un servicio prospectivo mañanero del semanario londinense The Economist, recibieron la mañana de este jueves 15 de noviembre en sus teléfonos móviles o en sus computadoras, un reporte titulado “Adiós to certainty: Mexico’s economy”. “Adiós a la certeza: la economía de México”.

Si la publicación semanal, la más leída de líderes políticos y empresariales del mundo, tiene 1.4 millones de suscriptores, ¿cuántos tendrá la versión digital que a modo de “instructivo” reciben los lectores de todo el mundo, ávidos de conocer la situación mundial de las finanzas para tomar decisiones?

El influyente reporte de la agenda global caló en México, donde ya muchas voces ven con preocupación las acciones, anuncios y decisiones que toma el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.

A muchos, a una gran mayoría de mexicanos, los que vivimos al día, los que estamos preocupados por lo cotidiano, este tipo de noticias no parece impactar, porque vemos lo macro, la macroeconomía, alejada de nuestra realidad ordinaria.

Sin embargo, es importante reflexionar en la perspectiva que existe allende nuestras fronteras, para tomar las medidas pertinentes en nuestra microeconomía, en la economía doméstica, porque estos escenarios macros tarde o más temprano que tarde nos impactarán.

“¿Qué sigue hoy? Esa es la pregunta que atormenta a los inversionistas en México”, señala The Economist Espresso.

La polémica consulta para cambiar la sede del aeropuerto internacional hundió miles de acciones. La propuesta de quitar las comisiones bancarias, anunciada por legisladores de Morena, sumió en la incertidumbre a banqueros y al sector empresarial. El peso ha caído y los mercados han aumentado sus tasas de interés.

“Volatilidad” es el término. “Volatilidad” es la percepción, por el presagio de una presidencia intervencionista impredecible, indica, palabras más, palabras menos, el reporte londinense.

Estamos frente a un escenario difícil, inquietante, pantanoso, que puede devenir en una severa crisis económica.

Viene otra consulta, vienen más decisiones y se están tomando acciones en franca contradicción al discurso de campaña, como la militarización del país, a la que tanta criticó en los tiempos de buscar votos. Los datos y las frases de campaña están ahí: “No se resuelve nada con el uso del Ejército, de la Marina”. “No necesitamos un Ejército para la defensa”. “No es para eso el Ejército. Vamos a enfrentar el problema de la inseguridad y la violencia, atendiendo las causas. Esa es la forma más humana, más eficaz. No como lo han venido haciendo, que además no ha dado resultados. Nosotros no vamos a pagar el fuego con el fuego”.

El discurso del pasado miércoles 14 cambia de manera radical: “¿Y qué decidimos? Apoyarnos en las fuerzas armadas y conformar esta Guardia Nacional, integrando a la Policía Militar, a la Policía Naval y a la Policía Federal, en una sola corporación”.

Más de lo mismo, dice Héctor de Mauleón en El Universal. Su plan de seguridad resultó otra forma de “militarización”.

Sin embargo, lo grave, lo realmente grave para la economía nacional, es el mensaje que el nuevo gobierno está lanzando allende las fronteras. En Brasil, el presidente electo Jair Bolsonaro ha enviado mensajes de aliento y optimismo y ya los inversionistas que están abandonando México están llegando a esa poderosa economía.

Nosotros, como los obispos de México que ayer lanzaron un mensaje a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), quisiéramos unidad y serenidad “con la voluntad de encontrar juntos las mejores formas de justicia social y desarrollo humano integral para que se contribuya a la superación de las causas que originan los escenarios de miseria y violencia en el suelo nacional”.

Ojalá el presidente electo y su equipo redefinan las rutas y envíen señales más halagüeñas, porque nadie quiere que a México le vaya mal. @luisromero85


Los suscriptores de The Economist Espresso, un servicio prospectivo mañanero del semanario londinense The Economist, recibieron la mañana de este jueves 15 de noviembre en sus teléfonos móviles o en sus computadoras, un reporte titulado “Adiós to certainty: Mexico’s economy”. “Adiós a la certeza: la economía de México”.

Si la publicación semanal, la más leída de líderes políticos y empresariales del mundo, tiene 1.4 millones de suscriptores, ¿cuántos tendrá la versión digital que a modo de “instructivo” reciben los lectores de todo el mundo, ávidos de conocer la situación mundial de las finanzas para tomar decisiones?

El influyente reporte de la agenda global caló en México, donde ya muchas voces ven con preocupación las acciones, anuncios y decisiones que toma el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.

A muchos, a una gran mayoría de mexicanos, los que vivimos al día, los que estamos preocupados por lo cotidiano, este tipo de noticias no parece impactar, porque vemos lo macro, la macroeconomía, alejada de nuestra realidad ordinaria.

Sin embargo, es importante reflexionar en la perspectiva que existe allende nuestras fronteras, para tomar las medidas pertinentes en nuestra microeconomía, en la economía doméstica, porque estos escenarios macros tarde o más temprano que tarde nos impactarán.

“¿Qué sigue hoy? Esa es la pregunta que atormenta a los inversionistas en México”, señala The Economist Espresso.

La polémica consulta para cambiar la sede del aeropuerto internacional hundió miles de acciones. La propuesta de quitar las comisiones bancarias, anunciada por legisladores de Morena, sumió en la incertidumbre a banqueros y al sector empresarial. El peso ha caído y los mercados han aumentado sus tasas de interés.

“Volatilidad” es el término. “Volatilidad” es la percepción, por el presagio de una presidencia intervencionista impredecible, indica, palabras más, palabras menos, el reporte londinense.

Estamos frente a un escenario difícil, inquietante, pantanoso, que puede devenir en una severa crisis económica.

Viene otra consulta, vienen más decisiones y se están tomando acciones en franca contradicción al discurso de campaña, como la militarización del país, a la que tanta criticó en los tiempos de buscar votos. Los datos y las frases de campaña están ahí: “No se resuelve nada con el uso del Ejército, de la Marina”. “No necesitamos un Ejército para la defensa”. “No es para eso el Ejército. Vamos a enfrentar el problema de la inseguridad y la violencia, atendiendo las causas. Esa es la forma más humana, más eficaz. No como lo han venido haciendo, que además no ha dado resultados. Nosotros no vamos a pagar el fuego con el fuego”.

El discurso del pasado miércoles 14 cambia de manera radical: “¿Y qué decidimos? Apoyarnos en las fuerzas armadas y conformar esta Guardia Nacional, integrando a la Policía Militar, a la Policía Naval y a la Policía Federal, en una sola corporación”.

Más de lo mismo, dice Héctor de Mauleón en El Universal. Su plan de seguridad resultó otra forma de “militarización”.

Sin embargo, lo grave, lo realmente grave para la economía nacional, es el mensaje que el nuevo gobierno está lanzando allende las fronteras. En Brasil, el presidente electo Jair Bolsonaro ha enviado mensajes de aliento y optimismo y ya los inversionistas que están abandonando México están llegando a esa poderosa economía.

Nosotros, como los obispos de México que ayer lanzaron un mensaje a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), quisiéramos unidad y serenidad “con la voluntad de encontrar juntos las mejores formas de justicia social y desarrollo humano integral para que se contribuya a la superación de las causas que originan los escenarios de miseria y violencia en el suelo nacional”.

Ojalá el presidente electo y su equipo redefinan las rutas y envíen señales más halagüeñas, porque nadie quiere que a México le vaya mal. @luisromero85