/ lunes 8 de abril de 2019

Ocurrió hace cien años la muerte del Caudillo del Sur; Zapata siempre lo dijo: la traición se paga, pero no se premia

Mañana se cumplirán cien años de la muerte de Emiliano Zapata, quien por su valentía, altura de miras y lealtad inquebrantable a la clase campesina, representaba un grave peligro para que los partidarios del general Venustiano Carranza despejaran el camino y la consolidación politica del Caudillo de Cuatro Ciénegas, reconocido ya como Jefe de la Revolución constitucionalista y promotor de la Carta Magna aprobada por el Congreso Constituyente de Querétaro.

La falsa alianza del coronel Jesús Guajardo en favor de Zapata, le hizo asistir a la hacienda de Chinameca y después de la prueba de “lealtad a Zapata”, Guajardo mandó fusilar a cincuenta soldados federales, logrando con ello la venia de Zapata para la reunión en la que, después se supo, por órdenes del general Venustiano Carranza, acribillaron a traición al revolucionario y líder campesino Emiliano Zapata.

La bandera de lucha de Zapata contra el acaparamiento de tierras del porfiriato, fue “tierra y libertad”, frase que puso a temblar a los hacendados y latifundistas, que se refugiaron en demanda de apoyo y protección con los gobernantes y caciques forjados en la dictadura del general Porfirio Díaz.

Otra de las consignas zapatistas era “el que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen”. Decía también el caudillo “que la ignorancia y el oscurantismo nunca produjo nada más que rebaños para la tiranía”. Y para ganar más soldados para su noble causa los exhortaba diciendo “siempre será mejor morir de pie, que vivir toda una vida arrodillado”.

Como en toda lucha social, en la Revolución Mexicana aparecieron muchos dos caras, que fingieron lo necesario para infiltrarse y traicionar al líder y su causa. Todo a cambio de unas monedas o parcelas de poder, emulando a los judas del cristianismo que contribuyeron a la crucifixión de Jesucristo.

De ahí que se predique en contra de los traidores, que su cobardía que los lleva a traicionar, se paga, pero no se premia. Los mexicanos, hoy más que nunca debemos recordar a uno de los pilares de la Revolución agraria y campesina, el Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, célebre por su valor, convicciones y manera de pensar, que lo definen tal cual: “Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona nunca”. ¡Viva Zapata!


Mañana se cumplirán cien años de la muerte de Emiliano Zapata, quien por su valentía, altura de miras y lealtad inquebrantable a la clase campesina, representaba un grave peligro para que los partidarios del general Venustiano Carranza despejaran el camino y la consolidación politica del Caudillo de Cuatro Ciénegas, reconocido ya como Jefe de la Revolución constitucionalista y promotor de la Carta Magna aprobada por el Congreso Constituyente de Querétaro.

La falsa alianza del coronel Jesús Guajardo en favor de Zapata, le hizo asistir a la hacienda de Chinameca y después de la prueba de “lealtad a Zapata”, Guajardo mandó fusilar a cincuenta soldados federales, logrando con ello la venia de Zapata para la reunión en la que, después se supo, por órdenes del general Venustiano Carranza, acribillaron a traición al revolucionario y líder campesino Emiliano Zapata.

La bandera de lucha de Zapata contra el acaparamiento de tierras del porfiriato, fue “tierra y libertad”, frase que puso a temblar a los hacendados y latifundistas, que se refugiaron en demanda de apoyo y protección con los gobernantes y caciques forjados en la dictadura del general Porfirio Díaz.

Otra de las consignas zapatistas era “el que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen”. Decía también el caudillo “que la ignorancia y el oscurantismo nunca produjo nada más que rebaños para la tiranía”. Y para ganar más soldados para su noble causa los exhortaba diciendo “siempre será mejor morir de pie, que vivir toda una vida arrodillado”.

Como en toda lucha social, en la Revolución Mexicana aparecieron muchos dos caras, que fingieron lo necesario para infiltrarse y traicionar al líder y su causa. Todo a cambio de unas monedas o parcelas de poder, emulando a los judas del cristianismo que contribuyeron a la crucifixión de Jesucristo.

De ahí que se predique en contra de los traidores, que su cobardía que los lleva a traicionar, se paga, pero no se premia. Los mexicanos, hoy más que nunca debemos recordar a uno de los pilares de la Revolución agraria y campesina, el Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, célebre por su valor, convicciones y manera de pensar, que lo definen tal cual: “Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona nunca”. ¡Viva Zapata!