Estamos en lo que parece ser el final de un largo día en la vida de Jesús. Esta ocasión el autor no nos enmarca con toda claridad el comienzo de este día, podemos intuir que se trata del día de las parábolas, aquel que Jesús comenzó enseñando a orillas del lago, rodeado de mucha gente.
Marcos nos coloca en el atardecer, cuando el peso de la jornada y el cansancio acumulado hace sentir su agobio, entonces Jesús hace saber a sus discípulos el deseo de pasar a la otra orilla. Cuando el sol comienza a esconderse los discípulos emprenden el viaje.
Estas son las partes de los hermosos relatos bíblicos donde descubrimos el contraste un tanto irónico de los hechos, contrastes irónicos que tienen todas nuestras vidas.
Y es que, en la mar las tormentas no son cosas excepcionales; son situaciones comunes y totalmente normales, y por si esto fuera poco, no debemos olvidar que los discípulos son pescadores avezados; toda su vida han enfrentado tormentas y las incidencias en la mar se las saben de sobra. ¡Ellos saben nadar!, con esto parece que, en realidad, sus vidas no están en peligro. Pero eso lo vemos nosotros a la distancia.
Y es que, por muy pesado que uno tenga el sueño, una barca amenazada por la tormenta, agitada por la fuerte tempestad e inundada de agua al borde de hundirse despierta a cualquiera. Pues no. Con el Señor no es así, plácidamente descansaba, dormía tranquilamente en la popa de la barca.
Es hasta que lo despiertan cuando se levanta y con una tranquilidad casi estoica calma al viento y hace enmudecer a la tempestad. ¡Entonces vino una gran calma! Esto sirve al Señor para encarar a los discípulos del riesgo de la cobardía, sobre su falta de fe, lo que parece indicar que una fe firme tiene la capacidad de pararse sin temor ante las tempestades.
Este relato está lleno de enseñanzas. Siempre “ir a la otra orilla” llena de temor. Nos da mucho miedo cruzar los mares de nuestra vida, este cruzar el lago puede simbolizar muchas cosas, lo cierto es que, dejar la zona de confort acarrea pánico.
Por otro lado, cuando estamos en esta situación se nos olvida que podemos hacer frente, que si fuera necesario sabemos nadar y nuestra vida no corre peligro. La espesura del miedo nos sabotea haciéndonos olvidar nuestras capacidades, es una gran tempestad que se nos viene encima.