Crescencio Domínguez, 57 años como arpista

Radicado en Xalapa desde 1985 y originario de Cerrillos, cuna de lauderos y artistas con reconocimiento mundial, no escapó a la seducción de la música

Maribel Sánchez

  · lunes 4 de marzo de 2019

Foto: Eduardo Murillo

El próximo 19 de abril, don Crescencio Domínguez Castillo celebrará 77 años de vida, 57 de ellos, dedicado a tocar el arpa, instrumento que se ha hecho su inseparable compañero y con el que visitó Diario de Xalapa, emocionado y agradecido porque en el 18º Festival Internacional del Arpa de Cerrillos de Díaz fue homenajeado por el tiempo durante el cual ha contribuido a la difusión de la música.

Originario de Cerrillos, cuna de lauderos y artistas con reconocimiento mundial, don Crescencio no escapó a la seducción de la música. Recuerda que su familia era de orquesta y él en un principio optó por la guitarra, formó parte del trío Los Canarios, pero llegados los 20, empezó con el arpa tradicional.

Obligado a buscar mayores ingresos, viajó a la hoy Ciudad de México, donde lo mismo se desempeñó como solista que al lado de agrupaciones.

Garibaldi, Xochimilco, cantinas, escenarios, no importaba el sitio, don Crescencio tocaba su arpa, que hasta hoy, dice con orgullo, le ha dado el pan de cada día.

Radicado en Xalapa desde 1985, cuando tuvo que abandonar la Ciudad de México por el temblor del 19 de septiembre, el músico acumula cientos de anécdotas, desde la época en la que, enamorado, llevaba “gallo” a las muchachas de su pueblo, hasta sus viajes a otros lugares, porque su música ha sonado en varios municipios veracruzanos y otras entidades, como Sinaloa.

Don Crescencio es un músico empírico, pero no demerita su ejecución. Con toda una vida hecha, aún hoy recorre las calles de la capital veracruzana llevando su música a quienes visitan los restaurantes del centro histórico. Con su arpa, creada por Juan Filobello, continúa alegrando los corazones de quienes lo escuchan.

“La música es alegría, un despertar de las emociones. La música alegra almas. Yo me la he rifado y no sabría explicar cuánto me ha dado mi arpa. Lo único que sé es que cada que toco me pongo contento, y como toco todos los días, pues nomás imagínese…”.