Al mexicano Faustino Díaz, quien en 2003 fue nombrado en Corea el mejor trombonista del mundo, le incomodan la burocracia y la institucionalidad, y le enoja y le duele la inseguridad y el contexto político y económico que vive la sociedad mexicana. A diferencia de muchos connacionales, él no permanece de brazos cruzados, se organiza, suma voluntades y concreta proyectos musicales con repercusión social.
Con la idea de que todos debemos contribuir a mejorar la situación que se vive en México, el también trompetista visitó Xalapa para compartir sus conocimientos con un grupo de jóvenes, algo que también hace con los músicos zapotecos de su natal Oaxaca.
En entrevista con Diario de Xalapa, emitió un exhorto a que el miedo no detenga los sueños individuales y se declaró a favor de la preservación de la música tradicional, “porque es la que le da identidad a un pueblo”. Expresó que es responsabilidad de los músicos seguir tocándola. Sin embargo, dijo no estar de acuerdo en el encasillamiento de lo regional, “porque igual de importante es abrir el oído a otras músicas del mundo. Creo que justamente es ahí, cuando te pones a estudiar otras músicas, cuando se da la tan necesaria evolución”.
Compartió que él toca jarabes y sones, y lo hará toda la vida, pero también toca la música de Europa y la de Latinoamérica: “preservar está bien, pero hay una gran variedad y es bueno conocerla y entenderla para apuntar hacia la universalidad.
Tan sólo en México hay una gran diversidad. ¿Por qué quedarnos con lo que hay en nuestra tierra. Hay que conocerla, tocarla y preservarla —debería ser obligatorio que así fuera—, pero después de ese paso hay que ir por lo que existe en otros países.
Hay que salir del error. Hay que ser universales musicalmente para que en esa misma medida nos vean en los distintos escenarios”.
Tras el nacimiento de su hijo Braulio, suceso que lo hizo volver a México después de vivir muchos años en Corea del Sur, Faustino Díaz aún no decide qué hacer, si volver a Asia o quedarse. Lo que sí tiene claro “es que el pensamiento es lo que hace que un país sea de primer o tercer mundo”.