Desde 1939 empezó a forjarse el restaurantero más famoso de Coatepec y la región

Don Vicente Bonilla Martínez solía decirles a los trabajadores: "Yo soy el capitán de este barco, pero si nos cae la tormenta todos tenemos que remar"

Itzel Molina

  · martes 9 de julio de 2019

COATEPEC, Ver.- La esquina más famosa de Coatepec se vistió de luto con el fallecimiento de Vicente Bonilla Martínez, propietario de uno de los restaurantes más famosos del Pueblo Mágico.

Las puertas del negocio, ubicado en la esquina de Juárez y Cuauhtémoc, en el pleno centro de la ciudad, cerraron al público y en la parte superior de éstas se colocaron grandes moños negros.

El oriundo de Coatepec, nacido el 19 de julio de 1932, fue velado en la parte alta del restaurante, lugar en el que también vio por primera vez la luz de este mundo que ayer por la tarde lo despidió.

La entrada al lugar, las escaleras y el gran salón donde su cuerpo fue despedido lucieron llenos de flores, especialmente blancas.

Su familia, amigos, conocidos y todos aquellos que le tenían respeto por ser una de las grandes instituciones de Coatepec llegaron a darle el último adiós.

Todos coincidían en que su pérdida será una de las más recordadas, pues eran tantas las personas que lo conocían y que le tenían cariño y respeto, que no se pueden contar.

El sostén y provocar el crecimiento del restaurante Casa Bonilla, fundado por sus padres en 1939, llevaron a don Vicente a conocer a cientos de personas.

El restaurante cumple 80 años en este 2019, por lo que para su cumpleaños, que sería el próximo 19 de julio, se le entregaría un libro que fue escrito como un homenaje y que serviría para ambos festejos.

Foto: Jaime Rivera

“Yo soy el capitán de este barco, pero si nos cae la tormenta todos tenemos que remar”, era la frase que más repetía a sus trabajadores, a los que consideraba una familia, para sobrellevar los tiempos “malos”.

“Sin duda se nos va un gran hombre”, “lo estaremos recordando por siempre”, “quedan con nosotros sus enseñanzas” y “Dios lo acogió con amor”, eran algunos de los comentarios que los presentes tenían.

Considerado como uno de los hombres más creyentes que cualquiera podría conocer, don Vicente tuvo la dicha de ser despedido con rezos y una misa efectuada en la parroquia de San Jerónimo.

Frente a su ataúd, su esposa Esperanza Jácome, con la que compartió 47 años de su vida, recibía las condolencias de las decenas de personas que se congregaron para despedir al padre, hermano, abuelo, tío y amigo.

“Él tenía luz propia, era un hombre de paz, de fe, lleno de amor para dar, por eso estoy vestida de blanco porque no puedo ponerme un color negro u oscuro sabiendo que lo voy a despedir”, relata su viuda.

Orgullosa de haber compartido parte de su vida con él, señala que desde los 16 años se dedicó a aprender todos los secretos de la cocina y gracias a su carisma y buen trato los clientes comenzaron a llegar.

Él siempre fue un hombre honesto, católico, responsable, excelente padre, esposo, siempre predicó con el ejemplo

Esperanza Jácome

Tras el fallecimiento del gran impulsor de la comida tradicional coatepecana y las especialidades en mariscos, su hijo Vicente Bonilla y su viuda seguirán a cargo de este restaurante que ha sido visitado por artistas, famosos, políticos, así como por turistas de diferentes partes del mundo.

Nos enseñó a luchar cada día, a ser constante, a tener paciencia y disciplina. Su cariño a Coatepec fue manifiesto porque nunca quiso poner un restaurante en otro lado, siempre dijo que si se iba los proveedores, los trabajadores, los músicos serían afectados; éste es un negocio que tiene bajas y altas, pero él tenía presente que se debía proporcionar el sustento para todos los colaboradores, a la gente que podía ayudar, lo hacía

Y agregó: “Siempre era positivo, dedicado, era una imagen de esfuerzo, de trabajo, si todos nos enfocáramos en ser personas rectas, amorosas, disciplinadas y a hacer el bien por los demás, el mundo sería otro”.

A las 16 horas se realizó la misa de cuerpo presente y tras ello, sus restos fueron sepultados en el panteón municipal de Coatepec, Pueblo Mágico del que nunca quiso salir.